Por Crístian Ramón Verduc
03/12/2024
Los argentinos estamos educados para tener vergüenza de lo que es nuestro

Así dijo el cantor y autor León Gieco, en una entrevista de hace cuatro años, para un audiovisual sobre Elpidio Herrera y la sachaguitarra atamishqueña.

Parece ser una afirmación extrema y acusadora, pero su razón tiene. No es necesario urdir teorías o buscar testimonios o documentación. Basta con mirar y escuchar a nuestro alrededor y a nosotros mismos. Uno muchas dice: “Ahora están muy extranjerizados”, “Simpatizan con lo extranjero”, etc. Es verdad: Hay entre nosotros gente que hace así, pero no es cosa de ahora solamente, pues si nos ponemos a observar el pasado, vamos a ver que “desde siempre” hubo de todo “en la viña del Señor”.

Según algunos historiadores, al entrar los españoles a tierras de nuestro continente, en cada lugar que llegaban, encontraban hostilidad de parte de algunos de los habitantes, mientras que otros eran amigables con ellos y algunos incluso se unieron al invasor para vencer a sus rivales.

Algo así había sucedido cuando ocurrió la expansión del Tahuantinsuyu, llamado por los españoles Imperio Inca. También se dio algo similar en las invasiones inglesas a Buenos Aires en 1806 y 1807: Había gente que rechazaba la invasión y gente que recibía muy bien lo foráneo, en desmedro de lo propio.

Después de la derrota de Juan Manuel de Rosas, ingresaron a nuestro país varios elementos de uso masivo traídos desde Europa, como las bombachas turcas, las bombachas y alpargatas vascas, los ponchos de fabricación francesa, y las compras siguieron, incentivadas primero por los precios bajos y, ya en el Siglo XX, “siguiendo los dictados de la moda”, aunque los productos importados fuesen más costosos que los de fabricación local. Además, decir que algo era importado le agregaba valor al producto.

Las revistas de modas indicaban “qué se usará en la próxima temporada”, y la predicción se cumplía, por un acatamiento masivo de la clientela de los negocios. Esos anuncios se inspiraban en lo que había ocurrido en cada estación europea, así que en estas pampas se podía saber con meses de anticipación lo que tendrían disponible para vender, con apoyo del acatamiento popular a los “dictados de la moda”.

A fines del Siglo XIX, en Europa se dio una época considerada bella y mencionada con nombre francés. En Argentina, se pusieron de moda los nombres franceses, y muchas palabras castellanas fueron reemplazadas por palabras francesas. Todas las novedades del Hemisferio Norte llegaban por el puerto de Buenos Aires y se expandían por nuestro federal país.

En el siglo pasado, ya no era una flota naval anglo – francesa la que pretendía imponer sus productos en nuestro país, sino una serie de campañas publicitarias, con cine y arte musical incluidos, que venía de Europa y de los Estados Unidos. Varios países europeos fueron imponiendo sus productos de toda índole, a la par de los productos estadounidenses.

Los grandes aparatos publicitarios funcionan a fuerza de dinero, y quienes tienen mayor capacidad económica se imponen en el gusto popular. Cuando hablamos de gusto popular, nos referimos a una parte del pueblo, posiblemente una mayoría, entre quienes adhieren con entusiasmo y quienes simplemente toleran, o acompañan “para no desentonar”.

Las machaconas campañas, anunciadas o no como publicidad, influyen en las preferencias de una parte de la población, ávida de novedades llegadas desde lejos, siempre pasando por Buenos Aires, rectora de nuestro país federal. Si uno presta atención, entre las campañas comerciales hay otras, muy evidentes, que dejan a un lado lo que es auténticamente nuestro, criollo, argentino.

Esa gran parte del pueblo argentino que adhiere o tolera lo foráneo y acaba incluso mofándose de lo propio, manifiesta su acatamiento a la propaganda cuando adopta modas en su cuerpo o en su vestimenta, o en los nombres de locales, personas, instituciones, cuando asiste a ciertos espectáculos e incluso cuando habla.

Si viene de afuera, es bueno. Si es de aquí nomás, se parece a uno mismo, así que seguramente tiene poco valor.

03 de Diciembre de 2024.
 

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