Decían los pobladores, unos pidiendo por el riego de la tierra y otros rogando para que la bendición celestial apague los fuegos que no pueden apagar los humanos.
De otras provincias nos llegan noticias muy tristes, de incendios que destruyen montes y partes de poblaciones. Es preocupante cuando el fuego destruye una casa, obstruye un camino y amenaza a las poblaciones, pero la reiteración de estas situaciones o, más aún, el buen criterio, deberían hacer que nos preocupemos antes, mucho antes.
Casi todos los males, incluidos los incendios, tienen un comienzo, y ese comienzo suele ser pequeño, para después ir creciendo hasta ser difíciles de controlar. Eso lo hemos visto y vivido en muchos aspectos de la vida, como la salud, la seguridad, o la conducta de nuestros hijos, por ejemplo.
Cada tanto nos llegan noticias de algún incendio de vehículo, de una casa, de un local comercial o industrial y, en la mayoría de los casos, por no decir en todos, la desgracia ocurre por una serie de errores o fallas. Es evidente que una buena prevención habría evitado la desgracia, y una rápida acción podría haber minimizado los daños.
En los incendios “chicos” suele ocurrir así: El fuego se inicia por una falla de las instalaciones o algo parecido, o por una acción descuidada. Cuando los habitantes del lugar detectan el fuego, procuran apagarlo por su propia cuenta y, cuando lo ven incontrolable, alguien comienza a buscar cómo llamar a los bomberos. Si el incendio ocurre lejos del cuartel de los bomberos, su llegada va a demorar, por el caos del tránsito y el estado de algunas calles, o por las lomadas y reductores de velocidad. Entonces, es lógico que los bomberos lleguen habitualmente cuando el fuego está muy avanzado.
En los incendios de montes, lo que suele ocurrir es, en cierto modo, parecido. Dicen que puede haber una “combustión espontánea” entre las hojas secas acumuladas, aunque casi siempre, el fuego es iniciado por un humano. El comienzo del incendio puede darse por la quema de un pastizal, por un fogón al aire libre mal apagado, e incluso por un cigarrillo.
El fuego produce humo, y cuanto mayor es el fuego, mayor es la distancia desde la cual se puede ver la humareda.
Todos los años tenemos noticias de grandes incendios, que destruyen árboles, plantas, pastizales, matan animales de todo tamaño, obstruyen la visión para el tránsito terrestre y aéreo, causan malestar en los pobladores cercanos y amenazan a las comunidades. En ocasiones, esos grandes incendios queman vidas humanas también.
Es casi imposible saber cuándo habrá sido la primera vez que ocurrió un incendio forestal, pero más adelante, la Humanidad comenzó a saber de qué se trataba y más aquí en el tiempo, se diseñaron sistemas para combatir el fuego. Las tímidas campañas de prevención son periódicas o habituales, y pasan desapercibidas entre la gran cantidad de información que tenemos a diario, casi toda de frivolidades o de desastres ocurridos.
Son muchas las plagas que impiden un verdadero bienestar para las comunidades: Son problemas de salud evitables, accidentes evitables, delincuencia evitable, incendios evitables, y otros males más.
Casi siempre, los problemas de salud son evitables por cada individuo, llevando una vida sana, sin excesos. Lo difícil de sobrellevar por cada persona es lo que concierne a la atención médica, ya sea para controles periódicos o para curación de algo. Cualquier actividad burocratizada, cualquier trámite, incluso el pasar por una obra social y después por la secretaría y sala de espera de un médico, es una pérdida de tiempo y dinero que desalienta y disminuye la calidad de vida del usuario.
Contra la delincuencia, la aplicación de cualquier ley existente debería ser suficiente para desalentar las malas prácticas, pero nuestra realidad es que, delincuentes con “frondosos prontuarios” andan por todas partes impidiendo vivir en paz y destruyendo cualquier actividad productiva, con la complicidad de “honestos ciudadanos” que les compran lo robado y otros no menos honestos que usan todo tipo de triquiñuelas para que la víctima del delito reciba más castigo que el delincuente.
En cuanto a los incendios, existen las autobombas, los aviones hidrantes, los helicópteros, los aparatos voladores no tripulados, medios para la comunicación inmediata; hay destacamentos militares y policiales en todo el país, hay pobladores en general; existen también las ganas de hacer, la eficiencia, la practicidad. Con todos esos valores disponibles, no se entiende cómo es que los incendios forestales no son detectados apenas iniciados y apagados antes de su trágico crecimiento.
¿Será que “estamos” demasiado ocupados en cuidar cada uno nuestro propio fogoncito? ¡Cuidado! El fuego no perdona.
24 de Septiembre de 2024.