“Me pregunto qué está haciendo/ el hombre en sus travesuras, si sabe que el mundo todo/ es una frágil criatura”, dice la chacarera Cuidemos de Nuestros Hijos, de Mario Álvarez Quiroga y Cali Carabajal. Estamos en la Tierra para vivir en ella y con ella. Los seres humanos somos una gran familia. Nuestro planeta es nuestra casa. No conocemos una familia que tenga deseos de vivir en una casa sucia. Tampoco sabemos de gente que quiera ver a su casa hundirse o caerse. Es sabido que si una casa se destruye, todo el que esté en esa casa será destruído. Si todos los seres de la naturaleza cuidan su nido, cueva o guarida ¿por qué el ser humano no cuida la Tierra, que es su casa? Creemos que es por falta de conocimiento, por no saber que todo el planeta es su casa y creer que la casa de cada uno es solamente el conjunto de paredes, piso y techo donde come y duerme.
El ser humano, buscando hacer muchas cosas con el menor esfuerzo, durante siglos ha tomado rumbos equivocados en el uso de los recursos naturales. Los recursos naturales son los materiales que nos brinda la naturaleza para utilizarlos, aunque una condición necesaria para su buen uso es el evitar daños al planeta. Ponemos un ejemplo: un grupo familiar necesita comer para sobrevivir y para el crecimiento de los menores. Entonces, los cazadores de ese grupo toman de la naturaleza lo necesario. Si esos cazadores matan más animales que los que necesitan, están dañando a la Naturaleza. Están dañando a la Tierra, pues la privan de seres necesarios para mantener el equilibrio de un sistema de vida. Por otra parte, la vida lucha por imponerse. El bosque pretende avanzar sobre el desierto, aunque el desierto también pugna por avanzar sobre el bosque y su biodiversidad. En medio de esa lucha natural, el ser humano llega a jugar un papel decisivo, por la reacción en cadena que puede provocar una acción errónea.
Si tenemos que elegir entre un bosque con árboles, flores y pájaros o un páramo despoblado, es seguro que optaríamos por el bosque, por la vida. Pero, aunque cueste entenderlo, hay seres humanos que destruyen bosques y crean páramos. Son los que dejan la tierra pelada donde antes había todo un ecosistema rico, para poner productos químicos en esa tierra y sembrar en ella plantitas que les dejarán ganancias inmediatas. Cuando el suelo empobrecido ya no les rinde, lo abandonan dejando un desierto donde antes había un vergel. Donde la vida había triunfado, la ambición humana le provoca una derrota. Donde hacemos un piso de hormigón también, primero hemos tenido que sacar una gran cantidad de seres vivos (animales y plantas) para luego crear una superficie dura y generadora de temperaturas extremas.
Desde hace milenios, los grupos humanos pelean periódicamente entre sí. Las peleas tienen diversos motivos. Puede ser por territorio, por el derecho a los recursos naturales, o por que uno de los grupos domina a otros y éstos quieren liberarse. Tanto para la cacería de animales, como para la pelea entre humanos, el hombre ideó armas cada vez más sofisticadas. Los ejércitos modernos tienen armas terribles, capaces de destruír más que lo imaginable. Cada vez que algún país prueba alguna de sus armas de destrucción masiva, está dañando a la casa de todos: el planeta Tierra. Cuando un país ataca a otro, al daño causado contra las presas humanas hay que sumarle el daño a la Tierra.
Toda forma de pelea entre hermanos trae un atraso a la familia y causa daños en la casa. La Historia muestra una gran cantidad de hechos lamentables. Es nuestra responsabilidad, a partir de ahora mismo, la de hacer algo para que en el futuro reine la paz entre los humanos y para que dejemos de agredir a la naturaleza. Lo que podemos hacer ahora mismo es informarnos, aprender y conocer. Puede que en el futuro sean nuestros hijos quienes tomen las decisiones respecto a lo que debe hacer la comunidad. Debemos prepararlos para ser parte del futuro, que ha de ser venturoso según nuestras acciones y la de nuestros descendientes.
08 de Abril de 2.008.