En toda comunidad, por pequeña que sea, podemos encontrar toda clase de gente: Hay quien puede catalogarse como ancha llámcaj (Persona muy trabajadora); con todas las variantes posibles, podemos encontrar en el otro extremo a quien merezca el calificativo de ancha ckella (Persona muy perezosa). Sería una injusticia el calificar a toda una comunidad por causa de algunos de sus integrantes.

Hace unas décadas, estaba difundido el prejuicio de que practicar música y canto eran sinónimos de alcoholismo, ignorando que entre quienes practican estas artes, al igual que en otras actividades, hay de todo: Hay quienes se exceden con las bebidas, hay quienes moderan su consumo y hay quienes jamás en toda su vida han probado una bebida alcohólica.  

En toda comunidad, también hay quienes roban en forma violenta, hay opotunistas capaces de hurtar cosas o estafar, también hay quienes devuelven lo que encuentran, etc. También en toda comunidad hay gente que construye elementos materiales o de otra índole, ya sea por obligación laboral o por vocación. Por otra parte, también hay quienes destruyen lo que otros construyen.

La diversidad puede ser visible en lo material o se puede percibir al conocer lo íntimo de cada comunidad, por grande o pequeña que sea esa comunidad, incluso en una familia de muy pocos integrantes. Recordemos que es muy difícil, casi imposible, que haya dos personas exactamente iguales, aunque fuesen gemelos aparentemente idénticos.

Cada comunidad tiene diversidad entre sus integrantes, pero los porcentajes de personas que tienen ciertos hábitos marcan tendencias. Por ejemplo, en Santiago del Estero hay gente que canta lo que llamamos folclore, pero no son todos los integrantes de la comunidad, pues en Santiago del Estero hay de todo, incluso gente que dice abominar del folclore. 

En nuestra provincia hay gente que habla quichua, hay quienes entienden el quichua pero no lo hablan, hay quienes dicen querer aprenderlo y hay quienes descalifican al quichua, aún apelando a palabras quichuas en su habla cotidiana.

Lamentablemente, entre la gente del quichua, en Santiago del Estero, también hay quienes, a sabiendas o sin notarlo, están trabajando en contra del quichua, haciendo que cada día se retraiga cada vez más y vaya perdiendo presencia, con un futuro sajra (feo) a mediano o largo plazo. Algo similar ocurre a gran escala con el castellano, al cual, por empezar, por mandato de vaya uno a saber quienes, ya no llaman castellano, sino español, desconociendo a los otros idiomas de España.

Parece que hablar de la retracción del castellano es un asunto que no tiene relación con lo que le pasa al quichua, pero es, por lo menos, un caso muy cercano para tomar como ejemplo. Tanto en el quichua como en el castellano, las lenguas que nos han dejado nuestros mayores desde los últimos siglos, hay gente que está atenta y trata afanosamente de conservar los rasgos característicos de cada lugar, procurando preservar lo santiagueño y lo argentino, para relacionarnos con el mundo desde la diversidad y no desde burdas imitaciones.

Evidentemente, en los idiomas también hay quienes construyen, quienes preservan y quienes destruyen. Hay de todo en la viña del Señor.

En cuanto a la diversidad en el modo de ser y de vivir en distintas comunidades, con solo caminar las calles y caminos podemos detectar cuáles son las tendencias de cada lugar. Hay pueblos y ciudades que parecen grandes cárceles, por las rejas en todas partes, sin olvidar que, incluso en las cárceles, no todos son delincuentes, pues puede haber en ellas habitantes que están ahí por algún error de alguien.

Hoy por hoy, Santiago del Estero tiene el aspecto que tiene y el modo de vivir que es evidente. Estamos orgullosos porque aun tenemos gente que gusta de la música nativa y del quichua, y procuramos luchar por su preservación, pero nos gustaría que las manifestaciones culturales netamente santiagueñas tuviesen un verdadero crecimiento, más allá de los espectáculos comerciales que son presentados como reflejo de la santiagueñidad.  

Debemos avanzar en nuestro afán por quichuizar al mundo. Para ello, debemos quichuizarnos nosotros mismos y también santiagueñizarnos.

16 de Julio de 2024.