Por Crístian Ramón Verduc
26/03/2024
Mi sombra te ha de hacer falta, y ahí has de llorar por mí

Así canta doña Roberta Pajón en un tramo de su vidala biblingüe Sacherita, que grabó en el Volumen 7 del Alero Quichua Santiagueño.

Doña Roberta Pajón nació en Simbol Yacúyoj, el 13 de Mayo de 1935. El nombre del lugar nos indica que está en una zona quichuista. Simbol es el nombre de una plantita silvestre; yacu es agua o aguada, yacúyoj significa “con agua”. Este paraje está en el departamento Loreto.

Cuando Roberta tenía unos siete años de edad, la familia se mudó a la ciudad de Loreto, cabecera departamental, que está a menos de sesenta kilómetros de la capital provincial, yendo hacia el Sur por la ruta nacional 9. Años después, en la adolescencia de Roberta, vinieron a vivir en la ciudad de Santiago del Estero.

Era una familia de músicos y cantores. Roberta se casó, pero seguía cantando con sus hermanos cuando había ocasión. Su hermano Valentín fue cantor y guitarrista de escenarios, integrando conjuntos folclóricos. En los años 80 se unió en dúo con Sebastián Barraza, hijo de una hermana de ellos, cantora también.

Doña Roberta ayudaba en la economía familiar, ya que con lo que ganaba su esposo no era suficiente para tener bien a sus once descendientes, entre varones y mujeres. En casa de Doña Roberta y familia, en plena ciudad, se mantenían algunas de las costumbres de su pago loretano, como el de levantarse temprano por la mañana y comenzar con las tareas cotidianas. Después de enviar los chicos a la escuela, ella se dedicaba a hacer distintas tareas: Hilar, tejer, coser, hachar leña, llevar carbón y leña en bicicleta para vender a domicilio… en fin, Doña Roberta no paraba de trabajar.

Al quedar viuda, debió sostener su familia; para entonces, algunos de los hijos, grandes ya, habían emigrado a Buenos Aires en busca de trabajo. Tiempo después, Doña Roberta comenzó a animarse a cantar ante pequeños grupos de gente, cosa que no hacía en vida de su marido, porque así eran las cosas tradicionalmente: El hombre guitarreaba con sus amigos y los hijos grandes, pero la esposa y los chicos no participaban.

La ciudad  fue creciendo, los hijos de Doña Roberta le dieron nietos y la familia fue haciéndose numerosa, repartiendo sus vidas por los barrios de la ciudad. Cuando era invitada a un escenario, Doña Roberta se presentaba diciendo: “Soy Roberta Pajón, vivo en la Belgrano y Colón, vendo leña y carbón”. Después de ello, cantaba en quichua y castellano, después contaba cuentos y anécdotas graciosas.

No está de más acotar que, las avenidas Colón y Belgrano, en el extremo Sur de la ciudad, están separadas por más o menos un kilómetro de distancia, cerca de la zona céntrica son paralelas, con una separación de varias cuadras, y en el barrio Huayco Hondo, ambas avenidas se juntan. Justamente en el vértice formado por las dos avenidas, ahí está la casa de doña Roberta y el terreno tiene forma de triángulo.

Hace un cierto tiempo que doña Roberta dejó de repartir leña y carbón; también tuvo que dejar de salir en bicicleta por la avenida Belgrano hacia el centro, entre el complicado tránsito de nuestra ciudad. Sus últimos viajes y actuaciones con el Alero Quichua Santiagueño fueron en El Pirucho, departamento Figueroa, el 1 de Octubre del año pasado; en Villa Salavina el 15 de Octubre; en Sauce Solo, departamento Loreto, el 3 de Noviembre, y en Garza, departamento Sarmiento, el 3 de Diciembre.

En Enero de este año, la salud de doña Roberta comenzó a decaer rápidamente y, con altibajos, su tendencia fue a empeorar. Hace poco más de una semana, Alejandro Iñíguez hizo escuchar en privado a la gente del Alero Quichua una chacarera que compuso hace unos meses para cantar en el cumpleaños de Doña Roberta, seguro de que ella estaría bien para celebrar su cumpleaños número 89 el 13 de Mayo. En los últimos días, las noticias que nos llegaban sobre su estado de salud eran poco alentadoras. En la madrugada de este Lunes, 25 de Marzo, Doña Roberta Pajón cerró definitivamente la historia de su vida.

Fue velada en El Patio del Indio Froilán, donde concurrió una gran cantidad de gente, una pequeña parte de la gente que conoció y sintió aprecio por esta señora criolla, trabajadora, sufrida, pero dueña de una presencia de ánimo contagiosa. En el velorio, que tuvo características bien tradicionales, no faltó el rezo cristiano con el canto de alabanzas, y la serenata de sus amistades cancioneras del Alero Quichua Santiagueño. No ha sido fácil cantar en esta despedida, pero el recuerdo de su entereza a toda prueba, ha permitido recordar la música que tanto gustaba a Doña Roberta.

En horas de la mañana de hoy, su cuerpo será trasladado a Lomitas, departamento Loreto, donde será sepultado en el cementerio de esa localidad.

Como bien dijo alguien en el programa radial grabado horas antes: “Doña Roberta falleció, pero no murió, porque mueren quienes son olvidados, y la querida Roberta Pajón siempre será recordada, como se merece”.

26 de Marzo de 2024.
 

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