Así comienza la chacarera Destino de ceibo, de Don Pedro Evaristo Díaz. El ceibo es un árbol muy nuestro.
El ceibo es un árbol propio de América del Sur. Se lo encuentra en Uruguay, Brasil, Paraguay, Bolivia y Argentina. Tiene una linda altura, que dicen puede llegar a los diez metros y algunas veces un poco más. Crece junto a los ríos, arroyos, acequias y lagunas, en lugares en los que no le va a faltar agua. Es de crecimiento más o menos rápido. Cuando florece el ceibo, es un gran espectáculo el ver sus florcitas de un color rojo intenso. Esas flores son muy visitadas por las abejas y los picaflores.
Cuando uno va por un camino o por el monte, y alcanza a ver un ceibo, sabe que ahí hay agua. Una línea de ceibos a cierta distancia de la ruta nos indica que por ahí corre un canal o una acequia. El ceibo tiene corteza rugosa; su tronco y gajos suelen tener ckenckos (curvas) leves. No es un árbol recto, pero tampoco sus gajos son retorcidos. Su madera, una vez seca, es muy liviana y porosa. Es llamada “madera balsa”, pues se usa para hacer balsas de troncos.
En el Río Dulce nos hemos acostumbrado a ver cada tanto una balsa parada, apuntalada con un tronco suelto, cuando no son dos balsas sosteniéndose mutuamente, para su ventilación y secado durante las horas en que el ripiero no las está utilizando. Junto a las balsas también suelen estar unos baldes, hechos a partir de tarros que antes pueden haber sido de pintura. Esos elementos de trabajo quedan al aire libre, pero los utiliza solamente su dueño. Ningún pescador o paseante osa mover del lugar esos elementos de trabajo.
Una balsa es un pequeño grupo de troncos de unos quince centímetros de diámetro y unos tres metros de longitud, atados de tal manera que formen una plataforma cuadrada. Con el mismo alambre con que armó la balsa, el ripiero deja una línea que le va a servir para tirar de la balsa, para arrastrarla unos metros por la arena y después remolcarla mientras va chimpando (caminando en aguas de poca profundidad) hacia el lugar donde encontró ripio en el cauce del río.
El ripiero llega temprano desde su casa, calzando zapatillas y pantalón corto, con sombrero y una camisa si hace calor o un poco más de abrigo si hace frío. Igual, el trabajo le hará calentar el cuerpo. Porta al hombro una herramienta metálica que se parece al balde de una retroexcavadora, pero que en vez de metálico, el casco es de una malla metálica gruesa; es un colador con su lado frontal dentado, con un mango largo de madera. Es la herramienta que le permitirá levantar las piedritas del lecho del río y ponerlas en los baldes que están en la balsa. Al levantar el colador y sacudirlo, el ripio que pone en los baldes va libre de arena.
Una vez llenos los baldes, el ripiero va a la playa y forma montones que su ojo experto determina que son de medio metro cúbico, un metro cúbico, o la cantidad que le hayan encargado. Después vendrá otra persona, o él mismo, con un carrito tirado por mulas o con un camión, para llevar hasta el comprador.
Para las grandes obras, el ripio es acarreado por camiones que traen directamente desde las canteras de los cerros. El trabajo artesanal de extracción de ripio es una actividad en riesgo de extinción y, al menos frente a la ciudad capital de la provincia, ya no se ven las balsas reposando ni los ripieros trabajando en mañanas de heladas o de mucho calor.
La madera balsa también ha sido utilizada en aeromodelismo, otra tarea artesanal, pero en general de carácter recreativo. Actualmente, las partes de los modelos a escala, se hacen con otros materiales.
En lo que tenemos siempre al tronco del ceibo debidamente ahuecado y trabajado pacientemente por los hábiles artesanos, es en el bombo legüero, también especie amenazada por el avance de instrumentos de plástico y metal, o por un parche sin caja de resonancia, que suena gracias al soporte electrónico, todos recursos comprados en lejanos países.
Hace más o menos un siglo, científicos hicieron propuestas para determinar una flor nacional. Al no llegar a un acuerdo, el gobierno hizo una consulta popular y de ella resultó que la Flor Nacional de Argentina es el ceibo. Un decreto de 1942 dispuso que cada 22 de Noviembre es Día de la Flor Nacional, el ceibo.
Hay mucho sonido electrónico en una parte de la música llamada folclórica, pero en los encuentros caseros, en la Marcha de los Bombos, en las serenatas (que aún existen) y en uno que otro escenario, aún se escucha el hermoso sonido del bombo con cuerpo de ceibo ahuecado y ocasionalmente un par de cajas acompañando una vidala.
No en vano, Don Pedro Evaristo Díaz dice en su chacarera: “Hoy me tienen en los bombos y en las cajas vidaleras. El malambo me reclama, la zamba y la chacarera”.
21 de Noviembre de 2023.