Dice Don Vicente Salto al comenzar su poema Parachúntaj (Que llueva). Después de ese primer verso (Napasmi llajtaypi paran), dice: Napasmi sacha cusicun (El monte a alegrarse empieza), y continúa describiendo la alegría y desborde de vida que se siente al terminarse un tiempo de sequía por la caída de agua del cielo.
Hace un par de meses, una delegación del Alero Quichua Santiagueño fue a difundir el quichua en La Higuera, departamento San Martín. El día estaba lindo para ir, pues al no haber lluvia, los últimos kilómetros iban a ser de tierra y no de barro, así que el vehículo podría transitar sin problemas; con algo de polvareda, pero sin resbalones ni riesgo de que una rueda entrase en un pozo de barro.
Durante el viaje por la ruta provincial número 1, observábamos cómo el monte iba poniéndose verde, pese a la falta de lluvia. Hay árboles que tienen raíces muy profundas y consiguen tomar humedad de la tierra. Cuando la luz solar de cada día es suficientemente prolongada, inician su proceso de crecimiento de hojas nuevas y de floración. Ya había florecido el chañar y comenzaba la floración de la brea, mientras aún tenían flores los lapachos. Iba todo muy bien hasta llegar a pocos kilómetros de La Higuera, que estaba celebrando un aniversario de su fundación.
Algunos sabían y otros no sabíamos, que en época de gran sequía se hace muy difícil ver los pozos que podría haber en el camino, pues la tierra blanda suelta nos muestra un camino liso. El conductor guiaba con mucho cuidado al vehículo, sabiendo del riesgo que tienen esos bobadales. Según el diccionario, un bobadal es un lugar donde hay gran cantidad de un árbol llamado “palo bobo” o aliso de río. En Santiago del Estero se llama bobadal a la abundancia de tierra suelta, especialmente esa tierra de grano muy fino, que parece talco.
En ese viaje, el vehículo quedó atascado en un camino poceado y con bobadal, faltando pocas centenas de metros para llegar. La solución fue sacarlo hacia atrás y dar una vuelta de varios kilómetros para poder llegar al lugar por otro camino.
El Domingo 15, otra delegación del Alero Quichua fue a Villa Salavina para hacer una presentación en la Fiesta del Tanicu. En los caminos y en la pista de baile se notaba la sequía. El Rio Dulce, que pasa como abrazando al predio del Tanicu, está seco desde hace algunos años por un fenómeno geológico, que hace pasar todo el caudal por el río Saladillo del Rosario a expensas del que fuera el cauce principal.
Siete días después, el Domingo 22 al atardecer, la bendita lluvia comenzó a llegar a la ciudad de Santiago del Estero. Venía desde el Sur, así que antes ya había mojado otros campos, montes y poblaciones. Inmediatamente hemos recordado el poema de Don Vicente Salto, hecho chacarera por Guillermo Orellana. El poema se llama Parachúntaj en quichua y ¡Que llueva! en castellano. Don Vicente Salto podría haber dicho Parachun, pero prefirió darle mayor énfasis agregando el sufijo taj.
Ha llovido; mucho, poco, chaina chaina (más o menos), según la apreciación de cada uno. Lo importante es que, como ocurre normalmente cada año, en Octubre se terminó la sequía y ahora serán más frecuentes las lluvias. A partir de ahora, poco a poco se va a humedecer cada vez más la tierra, los ríos tendrán un poco más de caudal, lo cual favorecerá al embalse de Río Hondo y por ende a los canales de riego que derivan del dique Los Quiroga. Pronto podrán llenarse las represas, upianas (bebederos) donde se puede baldear el agua para los animales y el consumo humano.
“Se dio la lluvia en mi pago. El monte a alegrarse empieza, todo a adquirir fortaleza y a resurgir renovado, y a quedar desdibujado el rostro de la tristeza”. “¡Que llueva, pues sí, que llueva!”
24 de Octubre de 2023.