Es una afirmación que quedó flotando en el aire del ambiente musiquero tradicional desde el Verano pasado. La dijo el cantor correntino Soriano Sosa, en la Fiesta nacional del chamamé.
Uno escucha a la gente de aquella parte de nuestro país y de toda la región guaranítica, la gente que está pujando por mantener vivo su modo de ser y su lengua materna, y no puede menos que admirarse, por la persistencia de ese pueblo para sostener lo suyo, pese a los avances globalizadores, que ya ha llegado también a los escenarios de esa región. Son escenarios donde el chamamé es mencionado como el motivo de la reunión, pero poco a poco va perdiendo terreno ante el materialismo.
El chamamé, por sus características en la música, el canto y sus modos de bailarlo, se ha expandido hacia distintos lugares de América del Sur y, llevado por gente de la región, se hace sentir también en América del Norte y Europa. No en vano hace poco más de dos años, el chamamé ha sido declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad.
En el intercambio musical que se produce por la convivencia durante un cierto tiempo, la gente que iba a trabajar en los distintos laboreos en provincias con momentos de gran demanda de mano de obra, algunas expresiones musicales viajaron hacia otros lugares, llevadas por el gusto de quienes las escucharon.
Correntinos y obreros de otras provincias, se encontraban en la cosecha del algodón en el Chaco, o en otras campañas de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Río Negro. También en la ciudad de Buenos Aires y alrededores, la gente trabajadora de todo el país que fue a buscar oportunidades de trabajo, conoció las expresiones culturales de otras provincias, un poco en los lugares de trabajo y también en los barrios en que fueron a vivir. Las reuniones festivas de fin de semana y los centros de residentes también son los grandes impulsores de tal intercambio, además de la radio y la televisión.
Otros lugares de encuentro e intercambio han sido: Mar del Plata en la provincia de Buenos Aires, Comodoro Rivadavia y Puerto Madryn en Chubut, Río Gallegos en Santa Cruz, y seguramente muchos otros lugares más. En los momentos de convivencia por tertulias o bailes, ha ido prevaleciendo lo que más agradaba a los participantes y lo que era interpretado con más convicción por sus cultores, todos ellos aficionados, músicos y cantores de corazón.
Toda conquista es lograda a partir de una buena base, que es “la propia casa”. Una vez firme en la casa, la causa que fuere puede expandirse en manos de cultores convencidos y apasionados, como pasó también con el arte nativo de Santiago del Estero, llevado al país por Don Andrés Chazarreta y luego por una cantidad de cultores que ampliaron la senda trazada por el Patriarca del Folclore Argentino.
Cuando algo se hace con sentimiento y convicción, teniendo como objetivo la acción misma, es casi seguro que el resultado va a ser muy satisfactorio. Cuando alguien ve que esa actividad puede ser lucrativa y la convierte en negocio, tal actividad puede llegar a ser un éxito comercial por un tiempo, dejando muy buenas ganancias para quienes se dedican al comercio de bienes inmateriales, pero es casi seguro que para entonces, quienes adhirieron a la corriente comercial habrán perdido el rumbo y sacrificado sus anhelos iniciales, como si hubiesen pactado en la salamanca.
En los últimos tiempos, ha surgido entre nuestros comprovincianos el anhelo de que la chacarera también sea declarada Patrimonio de la Humanidad. Es un deseo loable porque, seguramente, ello trae implícito que la chacarera será primero patrimonio en la humanidad de cada uno de nosotros, los santiagueños. Ckallariychis, comencemos.
19 de Septiembre de 2023.