Dijo un hombre que tiene un emprendimiento agrícola a pocos kilómetros de nuestra ciudad. Había venido para asistir a una de las manifestaciones del arte nativo auténticamente santiagueño, de línea tradicional.
Esto ocurría en un encuentro organizado por una biblioteca popular santiagueña. Había que cumplir con el horario anunciado para el comienzo de la disertación acompañada de cantares que tienen varias décadas de arraigo, posiblemente más de un siglo. El agricultor y algunos de los cantores, coincidiendo en la costumbre de llegar a cada lugar con suficiente anticipación, esperaban conversando, como para conocerse mutuamente y saber un poco más sobre la realidad santiagueña en distintos ámbitos.
El joven agricultor contaba que antes había trabajado muy bien en la ciudad, pero que su deseo era hacer agricultura, amanecer rodeado del canto de los pájaros y tomar distancia de ciertos rasgos culturales “modernosos” que no aportaban nada positivo para él y su familia. Apenas pudo cambiar su casa en la ciudad por un campo modesto con una casa sencilla, llevó a su familia hacia allá. Trabajando consiguieron tener las comodidades necesarias para vivir modestamente bien y mandar los hijos a una escuela rural.
Más que la televisión, los niños disfrutan de juegos en el patio de la casa, de la observación de animales silvestres y domésticos, y también de acompañar a su padre en sus labores en el campo. No dejan de asombrarse ante el crecimiento de las plantas y el proceso de floración seguido de las frutas. Gustan de observar a los coyuyos cuando “cambian de ropa”, o a las abejas cuando se posan en las flores.
La esposa disfruta de ver crecer a sus hijos bajo su cuidado, mientras hace las tareas de la casa, con ayuda las veces que es necesario. También va a veces al cerco, para evocar la época en que ayudaba a sus padres. A veces recibe la visita de amigas, o va a visitar a alguna; otras veces van todos al centro de la ciudad, para pasear y hacer compras.
El hombre pasa sus días entre los surcos y los corrales, contento cuando todo sale bien y el trabajo ha dado sus frutos; claro que no faltan los años en que se malogran las cosechas o alguna otra cosa sale mal. Antes tuvo problemas con ladrones, pero ya los ha solucionado mediante la prevención y no hay intruso que pueda invadir su propiedad.
Para momentos de descanso y también para acompañar ciertas tareas, ya ha escuchado todas las radios posibles y ha seleccionado qué programas escuchar. Su trabajo puede ser considerado tradicional, sus gustos son tradicionales, así que prefiere escuchar programas de radio con buen contenido de arte nativo.
En los recorridos por el dial, a veces encuentra programas muy interesantes, en los que se habla de cultura, hay datos históricos y geográficos, evocaciones de un pasado que parece lejano pero no lo es tanto. También suele quedarse un rato en los programas de tango, o en los del arte nativo de cualquier provincia, siempre y cuando suenen auténticos, bien criollos. Su preferencia está centrada en los fines de semana, cuando entre mate y mate, o entre palada y palada, o entre martillazo y martillazo, escucha las audiciones radiales dedicadas al quichua y al arte nativo de nuestra provincia.
En uno de los paseos por el centro de la ciudad, descubrió dónde comprar el Diccionario Quichua Santiagueño – Castellano, del profesor Domingo Bravo. En otros paseos ha ido aumentando su pequeña biblioteca, agregando libros del docente que fuera parte del Alero Quichua Santiagueño. Este nuevo amigo asegura que si en algún lugar encuentra a alguno de los participantes del Alero Quichua, lo reconocerá por la voz.
Estaba muy interesante la conversación, casi toda referida al Alero, al quichua, al arte nativo y los festivales llamados folclóricos, pero ya era hora de comenzar el espectáculo y nos dispusimos a escuchar milongas, estilos, tangos y chacareras. Al final, el hombre agradeció por la velada artística, a la que había concurrido motivado por los comentarios escuchados en radio, y comenzó a despedirse. Como disculpándose, dijo: “Debo volver a la casa, pues mañana me levanto temprano para terminar una acequia”. En la puerta de la biblioteca, agregó a su despedida: “El Domingo voy a escucharlos, antes de que llevemos a nuestros hijos a una fiesta, y el otro Domingo también, justo en el Día de la Lengua Quichua”.
En ese momento, el equipo de sonido, que estaba por ser apagado, propagaba la voz de un artista gaucho, que finalizaba recitando: "Porque sigue dando criollos, muy buenos criollos, el tiempo".
22 de Agosto de 2023.