Decía un visitante después de probar distintos frutos sacheros. Había decidido conocer el monte, tan nombrado en el canto nativo santiagueño. Andando con la guía de muchachos lugareños, pudo ver al sacha mishi (gato del monte), al yutu (la perdiz), que salió volando de pronto, con su característico sonido sibilante; también pudo ver al quishquitero saliendo de su nido hecho con ramitas espinosas (quishca, espina; quishquita, espinita). Más adelante, habían encontrado un hualu (tortuga), marchando tranquilamente hacia donde comería hojas tiernas.
Era póckoy pacha, el tiempo del año pródigo en frutos maduros. El visitante ya conocía la algarroba, y había masticado una a una varias dulces vainas. También había probado el chañar y el mistol. El día anterior, había ayudado a juntar quishcaloro para hacer arrope, una jalea muy dulce que se obtiene haciendo hervir las frutas peladas de esa rica cactácea. Después de pensar si sería una fruta que comían los loros, optó por preguntar sobre el origen de tal nombre. Primero le respondieron que lo llamaban así, porque así habían aprendido de sus mayores, que sabían que quishca significa espina pero no hallaban en ese momento la relación con los loros, y que nunca se habían planteado tal pregunta.
Una tía de los dueños de casa, que había sido maestra en el pueblo cercano, les contó que en el Diccionario de Quichua Santiagueño del profesor Domingo Bravo, había leído que el nombre del quishcaloro venía de una palabra antigua que significaba fruta, que la palabra era luru o algo así; por lo tanto, el nombre hacía referencia a una planta con frutos y espinas. El curioso “pueblero” (citadino) ya había aprendido que, además de las espinas, estos cactus tenían janas, especialmente en sus frutitas.
Los changos de la casa, sabiendo que el amigo sentía curiosidad por todo lo que fuese sachero, lo invitaron al tunal que hacía de límite entre el sembrado y el monte cercano. Mientras caminaban con Inti anajpi (Sol arriba, en lo alto), se escuchaba un insistente sonido como una seguidilla de golpes rápidos, seguida de una breve pausa y vuelta a empezar. Ese golpeteo de tono grave sonaba adelante, después a un costado, pero a una distancia indefinida.
Entonces preguntó: “¿Qué ese pum pum pum que se escucha?” Uno de los muchachos le respondió con naturalidad: Es el ucultu.
Mientras procuraba determinar de dónde vendría el sonido que despertaba su curiosidad, el paseante preguntó si se trataba de un animal y le dijeron que sí, que tenía el tamaño y el color de una rata parda, pero que su cuerpo es más gordito y su cola parece haber sido cortada en la mitad. No es mana chupáyoj (sin cola) como el ckoy (cuis), pero tampoco tiene la cola larga y con el extremo fino como la rata. Le avisaron que no lo vería porque el animalito estaba bajo tierra; entonces dijo: “¡Ahora entiendo por qué lo llaman oculto!” A lo que le respondieron los jóvenes lugareños: “No. Nosotros le decimos ucultu, así como llamamos ucucha al ratoncito, por que están ucupi, adentro”.
Aun dudando sobre la explicación de los changos, el forastero pudo ver de cerca y con curiosidad el tunal, parecido a un quishcaloral, pero todo de mayor tamaño, pues la tuna es más alta que el quishcaloro y sus frutos son de mayor tamaño. Al probar una tuna pelada por sus guías, pensó que era la fruta más dulce que había conocido. Tal vez exageraba, pero por lo menos, era la fruta más dulce y jugosa que había probado en sus paseos sacheros (del monte).
De regreso a la casa, el hombre pensaba y hacía comparaciones; una de ellas fue entre las tunas y las talitas.
Llamamos tala a un árbol de buen aspecto y de muy buena altura. Sus hojas suelen usarse para hacer infusiones con las que acompañan la alimentación de niños de muy corta edad. El “té de tala” es utilizado popularmente como paliativo para distintas dolencias leves, aunque no está probada su eficacia.
Las “talitas” o frutas del tala, son también sabrosas, aunque son muy pequeñitas. No está determinado el origen de la palabra “tala”, tan utilizada en nuestro país para nombrar a este lindo árbol.
El árbol invasor llamado paraíso, que es plantado para aprovechar su generosa sombra, da unos frutos secos y amargos, que solamente sirven como proyectiles lanzados con la “pocotera”. No hay comparación entre un pocoto y una tuna, al igual que las personas, pues cada planta y cada ser humano da sus frutos, independientemente de su porte y aspecto exterior.
13 de Junio de 2023.