Por Crístian Ramón Verduc
19/02/2008


Cuando somos niños y en la escuela nos enseñan la historia de nuestra nación, conocemos la vida y actos heroicos de los próceres, en general todos ellos un dechado de virtudes. Si más adelante, las inquietudes o la información que nos cae en forma sorpresiva, nos llevan a conocer otros aspectos de la vida de tales hombres superiores, este nuevo conocimiento nos revela, primero, que los próceres eran seres humanos, con sufrimientos y con dificultades que debieron superar para alcanzar sus grandes logros. Del asombro inicial que nos causa el pensar que los semidioses de la historia eran tan humanos como nosotros, pasamos al incremento de nuestra admiración por esos mortales que se inmortalizaron por sus esfuerzos, superando dificultades iguales o mayores que las conocidas en la vida cotidiana. Luego, conocemos circunstancias que nos hacen dudar de la motivación que habrá movilizado a cada prócer. Finalmente, llegamos a una conclusión, que será modificada permanentemente a medida que vayamos leyendo más y más. Mejor aún si conocemos los estudios de distintos autores, cada uno con su enfoque y tendencia. Cuanto más dudas se planteen en los conocimientos adquiridos, más motivación habrá para seguir ahondando en ellos.

            El 25 de Febrero de 1.778 nació en Yapeyú, provincia de Corrientes, José de San Martín. La historia nos habla de sus padres españoles, de su formación militar en España, de sus experiencias de combate en Europa y en el norte de África. Nos han enseñado que San Martín, motivado por los ideales libertarios de jóvenes latinoamericanos ilustrados, se embarcó de regreso para poner sus conocimientos militares al servicio de Las Provincias Unidas del Sur. Mientras leemos o escuchamos a los que han leído y analizado más que nosotros, tratamos de ponernos en el lugar del Padre de la Patria y nos planteamos qué hubiésemos hecho en su lugar, con solamente seis años vividos en nuestro país y más de veintisiete años en Europa. Además, no tenemos claro cuánto tiempo habrá vivido en el Taragüí y cuántos de esos primeros seis años habrá pasado en Buenos Aires.

            Dicen que la infancia marca de por vida al individuo y define su patria o lugar de pertenencia instintivamente. Al crecer, lo que señala el rumbo es el cúmulo de convicciones e ideales. Es posible que en San Martín se haya dado una conjunción de estos factores para volver a la tierra natal y luchar contra las fuerzas de la monarquía colonialista.

            Hay conocedores de la historia que hablan de un gran apego de San Martín niño hacia Rosa Guarú, quien ayudó a su madre en la crianza. De ese dato surgen innumerables conjeturas, como para analizar luego de mucho leer. En idioma tupí guaraní, guarú es el nombre de un pececito de río.

            Lo concreto que tenemos hoy, es que José de San Martín, Libertador de tres países sudamericanos, Padre de la Patria Argentina, ejemplo de abnegación y sacrificio, modelo de ética, ha nacido hace 230 años en los campos correntinos. El General pretendía una Patria Grande unida, poblada por patriotas constructores de una sociedad sana, educada y solidaria. Cumplió sobradamente con su misión y supo apartarse antes de enredarse en luchas mezquinas. Nació en un ambiente sobrio y despojado de opulencia, pasó toda su vida tomando de ella solamente lo necesario, luchando por ideales y, justamente, su falta de afanes de grandezas, lo hizo Grande.    

19 de Febrero de 2.008.

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