Por Crístian Ramón Verduc
14/02/2023
"La trunca no es pa cualquiera"

Es una afirmación contenida en la chacarera La añoradora, con letra de Oscar Valles y música de Víctor Manuel Ledesma. Algo de cierto hay; como suelen decir desde hace mucho tiempo: “Cada niñito con su librito”; cada uno sabemos una parte del todo, por supuesto. 

Hay factores que a lo largo del andar del ser humano por el mundo, nos han traído hasta la realidad actual. El ser humano ha tenido que adaptarse a distintas situaciones, muchas de ellas peligrosas y en muchos casos ha precisado especializarse para el buen funcionamiento de los grupos humanos. 

Los humanos hemos llegado a un nivel de vida en el que una gran mayoría tenemos la posibilidad de aprender y practicar actividades de las más diversas, e incluso pasar la vida aprendiendo siempre algo nuevo, mucha gente hasta el último día. 

“Nadie nace sabiendo”, suele ser la respuesta a quienes pretenden desalentar a las personas que intentan, con ciertas dificultades, iniciarse en algo cuando ya parecería haber pasado la edad del aprendizaje.  

“La edad para aprender” también es algo digno de definirse. A lo largo de la vida tenemos observado que lo habitual es que uno comience a concurrir a una escuela a edad temprana y comience a trabajar alrededor de los 20 o 25 años de edad, pues para entonces ya habría concluido su formación en una carrera profesional. 

Hay quienes tuvieron que comenzar a trabajar en la adolescencia o en la infancia, postergando en muchos casos su preparación en establecimientos educacionales. Hay quienes postergaron su carrera en forma definitiva y hay quienes volvieron para seguir y alcanzar su objetivo aunque fuese en el ocaso de su vida. 

Pero el aprendizaje no termina nunca; cada día de la vida es una oportunidad para aprender algo, más aun cuando uno procura aprender, especialmente en asuntos cotidianos. Ocurre, por ejemplo, con personas adultas aprendiendo a utilizar un teléfono móvil, o las oportunidades que tenemos durante toda la vida para mejorar la manera de expresarnos, en nuestro idioma materno u otros. 

Las artes son una fuente aparentemente inagotable de aprendizaje y placeres. A medida que vamos descubriendo un arte, vamos viviendo más satisfacciones, y podemos pasarnos la vida procurando siempre algo más en lo que deseamos aprender.  

El arte nativo, en sus distintos aspectos, es un manantial del cual uno extrae cada día grandes y pequeñas satisfacciones. Puede ocurrir que uno sienta que no puede llegar adonde había querido; es algo que sucede en muchos aspectos de la vida; como dicen Los Hermanos Ábalos en la zamba Mi bien: “Queremos el horizonte, pero él se va.” 

La búsqueda del horizonte es lo que nos lleva a los humanos a llegar hasta lo más recóndito de todo. “Algún día hemos de llegar, después sabremos a dónde”, dijo Martín Fierro al Sargento Cruz. Uno puede decirse a diario o de vez en cuando: “¡Acuysh, acuychis chackayman! ¡Vamos! Vamos hacia allá. En algún momento sabremos hasta dónde podemos llegar.” 

Hay grupos de aprendizaje de danzas nativas que se especializan en adultos. Hay quienes se inician en esta linda actividad recreativa una vez criados sus hijos o después de haberse jubilado del trabajo. También hay nobles emprendimientos para enseñanza de las artes nativas a personas a las que habitualmente llamamos discapacitadas. También hay personas adultas que se dedican “recién” a cantar o a practicar con un instrumento. 

El arte, particularmente el arte nativo, regala cada tanto un encuentro entre gente de distintas edades, procedencias y condiciones, para compartir lo que cada uno sabe hacer y desea mostrar. Si tomamos a tales encuentros como competencias similares a las pujas deportivas, es casi seguro que aparecerán diferencias, pues no faltan quienes parecen haber “nacido” practicando un arte, o quienes comenzaron a una edad muy temprana y antes de dejar la juventud ya cuentan con un amplia experiencia.  

También hay diferentes ritmos de aprendizaje, por eso es que hay quienes tardaron muchos años para alcanzar un nivel (si se puede decir así), equivalente al de otras personas que llegaron a cierto grado de excelencia en poco tiempo.  

Al igual que en muchos aspectos de la vida, el saber nos brinda la oportunidad para enseñar a quien no sabe, y por más que nos parezca que ya hemos aprendido todo, siempre nos ha de faltar para llegar a ese horizonte.  

El arte nativo, como la vida misma, tiene como unos de sus objetivos el de aprender y enseñar. Si sabemos tocar y cantar la chacarera trunca, vamos a enseñarle a quien le esté faltando para saber lo que nosotros sabemos. Esta forma de obrar trae grandes satisfacciones.    

14 de Febrero de 2023.
 

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