La señora, emocionada, aclaraba que la felicidad no es una constante en la vida, sino que se compone de momentos felices, los que se van logrando o recibiendo en medio de otros momentos de la vida que pueden no ser considerados felices, incluso los momentos de zozobra, cuando uno siente que todo está perdido.
Contó brevemente sobre los momentos en que la vieja y elegante casona estaba por ser vendida, con riesgo de que los nuevos propietarios la demoliesen, echando abajo un par de siglos de historia. Relató los esfuerzos de una familia y el círculo de amigos cercanos, para lograr revertir la situación y lograr que la casa se mantuviese en pie, como imitando a los erguidos árboles que llenan de verde y canto de pájaros a todo el barrio.
Una nueva edificación moderna y “cuadrada”, de líneas rectas y con aspecto de vidriera o invernadero, habría sido una derrota visual ante tanta belleza circundante. Se trata de un barrio bonaerense, con calles empedradas, veredas pobladas de árboles, plazas pequeñas en las que no faltan las estatuas de los próceres que dan nombre al lugar, bien arboladas y con muchas flores. Las casas son elegantes, de estilo clásico, con jardines visitados por picaflores y abejas que siempre encuentran flores de las cuales libar el néctar. Es un barrio en el que hay trinar de pájaros libres desde antes del amanecer hasta poco después de la puesta del Sol.
En las dos o tres cuadras del centro, sobre la avenida principal, las casas de comercio y las galerías comerciales son de construcción moderna, de líneas rectas, con grandes vidrieras y luces de colores. En medio de esas construcciones nuevas, se alzan enhiestas y con bizarría: Una biblioteca, una escuela y el local que fuera de un cine teatro, con sus elegantes formas curvilíneas y figuras artísticas “innecesarias” en la fachada y en la parte alta de sus paredes.
El salón en que esta señora lugareña hablaba de la felicidad, está a metros del centro comercial, cual un bastión de resistencia de la belleza clásica contra el avance de lo práctico, de la elegancia de líneas rectas y aprovechamiento del espacio.
Un imponente piano de cola parecía presidir la reunión de vecinos que esperaban la presentación artística de uno de ellos, que después de varios años, volvía con un grupo de amigos musiqueros de los lejanos pagos donde había ido a “enterrarse”, dejando de lado una vida de lujos en este barrio elegante.
Los músicos y cantores santiagueños aún sentían algo de cansancio físico por el arduo viaje, que tenía en sí los momentos felices que proporcionan los cambiantes paisajes de las provincias argentinas. También se había sentido la felicidad creada por la expectativa ante un nuevo desafío, ante la posibilidad de mostrar su arte ante un público nuevo. Hubo también momentos poco felices durante el viaje, por el poco feliz estado de algunos tramos de la ruta elegida. Esos momentos causaron incomodidades físicas y preocupación por el estado de los instrumentos, ya que los instrumentos musicales, por sencillos que parezcan, son delicados y de un gran valor para el propietario.
Finalmente, los cantores y músicos habían llegado, estaban en el salón, admirando la elegancia del local, ansiosos por compartir su arte y con él hacer conocer un poco más del lugar de origen de cada uno. También había que referirse al quichua, hacer saber que el quichua existe, que hay quienes lo hablan con fluidez, que hay quienes lo entienden aún sin hablarlo, hacer notar que hasta en las grandes ciudades argentinas se han arraigado algunas palabras quichuas, que el quichua también forma parte de la identidad argentina.
Una vez ajustados los detalles necesarios en el equipo de sonido, el presentador comenzó a recitar, dando pie al primer tema cantado. El público estaba silencioso, un poco sorprendido al escuchar cantares que no conocía pese a ser oyente habitual de programas especializados en folclore; entre los presentes también había concurrentes habituales a las academias de danzas folclóricas.
La alegre comunión entre artistas y público se fue dando naturalmente, en forma paulatina, hasta llegar al momento en que quienes cantaban y tocaban, quienes observaban desde sus asientos y quienes bailaban uniendo parte del público con músicos y cantores que ya habían pasado por el escenario, parecían ser viejos conocidos habituados a estar juntos.
En medio de la fiesta, el canto emocionado y las palabras de agradecimiento por parte del “hijo” del barrio que volvía para mostrar parte de su cosecha, marcaron un momento de felicidad con lágrimas. Después siguió la fiesta y, al final de la misma, la dueña de casa pidió hablar y dijo: “La vida totalmente feliz no existe”. Hizo un breve relato sobre los avatares para lograr que la antigua casona recuperase su elegancia para convertirse en un centro cultural bien activo. Recordó que uno desea la felicidad y va encontrándola o lográndola durante su vida.
Para concluir su participación, afirmó en forma contundente: “La vida tiene momentos felices, y éste es uno de esos”.
18 de Octubre de 2022.