Mucho se habla de tiranías, de dictaduras y de abusos de poder. Hay que pensar si esos vicios relacionados con lo que debería ser servicio público se deben solamente al abuso de unos pocos o tienen como base la tendencia a la sumisión de los muchos que componemos una comunidad. Para incurrir en tales abusos es necesaria inicialmente cierta falta de vergüenza. Después el tirano sigue abusando por costumbre y llega a considerar que es su derecho natural el disponer de los bienes ajenos, en algunos casos incluyendo la libertad y hasta la vida de los sometidos. No es fácil rebelarse contra el poder del impúdico tirano, especialmente por que habría que soportar la condena de la gran mayoría de los sometidos, antes aún que la del sometedor. Un riesgo que corren las luchas contra las opresiones, es la de que el libertario se transforme en opresor, o que por lo menos adopte los mismos métodos del tirano, quedando el pueblo espectador sin saber cuál es la diferencia entre un bando y otro. La historia de la humanidad es abundante en casos así. Es deseable que los próximos tiempos sean distintos en cuanto a esta tendencia del hombre a vivir sometiendo o sometido. Habrá que trabajar desde ahora mismo si queremos superar este mal, y al mismo tiempo que de la piel hacia afuera, esa superación se ha de dar en el interior de cada uno.
Hasta donde conocemos de los grandes acontecimientos en nuestra región, los Incas tenían bajo su mando a los otros pueblos, trocándose luego tal dominación por la opresión española. El sistema monárquico español fué reemplazado por una entusiasta corriente emancipadora americanista, donde enseguida comenzaron a crear sus feudos los caudillos, pequeños tiranos criollos. De lo que siguió después hasta nuestros días, hay casi tantas versiones como pobladores adultos tiene nuestro país.
Hasta no hace mucho tiempo, era común el casamiento de un joven veinteañero o más adulto con una niña de menos de quince años de edad. Algunas de esas recién casadas ni siquiera estaban fisiológicamente formadas para la vida matrimonial, pero las familias decidían quiénes se casaban y cuándo. En general, era el hombre el de la iniciativa, mientras que la niña mantenía una actitud pasiva, de aceptación por lo que era así, pues así debía ser.
Durante el período en que Juan Felipe Ibarra gobernaba en Santiago del Estero, en Septiembre de 1.840 se frustró un alzamiento en su contra. Pedro Únzaga y José Libarona fueron acusados de comandar el intento, en el que murió Francisco Ibarra, hermano del gobernador. En esos casos, poco valen los argumentos o pruebas, pues alguien debe pagar, y caro, por la desgracia del poderoso, así que ambos fueron confinados en el fortín El Bracho. En aquella época, hablar de El Bracho era referirse al infierno terrenal, por lo bravío de la naturaleza circundante y por el ambiente mismo de tal fortín. La esposa de Libarona, con 15 años de edad, dejó las comodidades de su casa para recorrer caminando las veinte leguas que separaban a la ciudad de Santiago y el ominoso fortín. Su sacrificio le sirvió solamente para ver a su marido, pues no pudo evitar su muerte. Agustina Palacio de Libarona, nacida en la Madre de Ciudades el 01 de Febrero de 1.825, vive en la memoria de los santiagueños como ejemplo de amor conyugal y sacrificio. En la ruta que une Tintina con Campo Gallo está la población que se llama Agustina Libarona y también hay escuelas con su nombre en distintos puntos de la provincia, en reconocimiento a La Heroína de El Bracho.
29 de Enero de 2.008.