Es una expresión que repiten algunas personas después de un acontecimiento en el que no han participado.
Hay todo tipo de acontecimientos, pero vamos a referirnos a los tincunácuy (encuentros) privados o públicos que incluyen expresiones artísticas. A veces, surgen encuentros o “juntadas” en forma espontánea, sin planificación previa; es común en comunidades chicas o en ciudades donde aún hay el modo de ser típico de las pequeñas poblaciones.
Después de un encuentro deportivo, todos se preparan para ir cada uno a su casa para descansar, pero alguien dice que se viene una linda noche para compartir un asado y van todos a la casa de quien tuvo la idea, reúnen un dinero, compran lo necesario, avisan a la casa para que no esperen el regreso en el horario previsto y se arma una cena, seguida de guitarra, canto y danza. Puede ser que se incorporen algunas personas más que se anotician o que son llamadas en ese momento para que traigan un instrumento musical y así se desarrolla una “juntada improvisada”.
Hay otras reuniones que se arman en forma paulatina; por ejemplo, cuando alguien ha cumplido años o tuvo un logro que es digno de festejar en familia. Mientras las pocas personas que viven con quien va a recibir el homenaje de un brindis están armando la mesa, amistades y parientes llegan a saludar y se quedan para que la celebración no sea tan simple. Después suena la música y hay danza, o pasan horas conversando y brindando.
También están las reuniones que necesitaban pocas sillas y terminan siendo numerosas; ocurre cuando todos o casi todos los invitados, “para no llegar con las manos vacías”, vienen con familiares o amistades, cada uno con su aporte de bebida y sólidos adicionales. En esas reuniones ocurren reencuentros impensados o surgen nuevas amistades.
También están las reuniones organizadas con anticipación, en las que la familia que va a recibir a la gente pasa un par de días evaluando sus posibilidades y confrontándolas con sus deseos de que no falte nadie. Finalmente, llegan a la conclusión de que para reunir a todos sus afectos necesitarían un campo de más de una hectárea, una gran cantidad de sillas, mesas, vajilla, comida y bebida. Entonces, elaboran una lista de sus afectos más cercanos, quedando “afuera” algunos de ellos por falta de comodidades para mucha gente.
También están los espectáculos o encuentros artísticos que se organizan con cierta anticipación, también tratando de que en el escenario esté la mayor cantidad de gente posible que coincida con la línea que sigue el encuentro; se tiene en cuenta el tiempo que puede durar el acontecimiento, el tiempo que razonablemente puede ocupar cada número artístico el centro de la escena, los tiempos de transición entre números, y una simple operación matemática indica cuánta gente puede ser invitada a formar parte del elenco. Entonces se inicia la campaña publicitaria, que va a estar condicionada por los recursos disponibles.
Algo similar ocurre con las presentaciones grupales en lugares lejanos; en estos casos, un factor determinante va a ser la capacidad del vehículo, o el dinero disponible para boletos en transporte público. Suele haber todo un juego de “subidas y bajadas”, en el que algunas personas convocadas para el viaje quieren a su vez invitar a otras, mientras que otras desisten del viaje después de haber dicho que sí. Esos pedidos de agregados y las deserciones hacen variar la composición de la cartelera, con las consecuentes modificaciones en los medios de propaganda.
Lo que ocurre una vez sirve como guía o antecedente para otras juntadas o armado de espectáculos. Entonces, cuando uno va a hacer una nómina de invitados, convocados o contratados, evalúa la seriedad con que ha sido asumido el compromiso, el comportamiento de cada uno durante el viaje o durante el acontecimiento y la respuesta del público si se trata de un espectáculo. Un segundo encuentro puede servir para compensar a quienes quedaron afuera en el anterior, intentando así lograr poco a poco la satisfacción de toda la gente.
Cuando uno sabe que hubo un encuentro y no fue convocado, puede hablar para no ser olvidado en la próxima ocasión, o guardar un prudente silencio, sabiendo que no se puede tener a todos en todos los acontecimientos, y esperar una futura convocatoria. Cuando se trata de convocatorias abiertas, de las que se hacen por los distintos medios de difusión, quien se enteró tarde no debería reclamar, pues su falta de información a tiempo no se debe a errores de quienes organizan, habida cuenta de que otras personas sí se enteraron a tiempo.
“Inviten po”, suelen decir algunas personas después de un acontecimiento y, según los casos, la respuesta podría ser: “¿Cómo has hecho para no saber?” o “Te he invitado tantas veces y nunca has querido participar, que esta vez no he dedicado tiempo a invitarte”. Otra respuesta podría ser: “No puedo invitarte porque ya ocurrió”.
Cuando alguien organiza algo, se carga de tareas propias del acontecimiento, y suelen agregarle actividades que no deberían ser parte de lo que se debe hacer en el escaso tiempo disponible. Cuando uno ve que algo ha sido hecho en forma incompleta, con omisión de posibles invitados, podría ofrecerse para ayudar a organizar la próxima y, si se trata de reuniones improvisadas o generadas espontáneamente, hay que comprender que son exclusivas para quienes estaban en ese lugar y en ese momento.
No pueden estar todos en todos los casos, pues el tiempo, el espacio físico y factores materiales limitan la cantidad de gente, al igual que la memoria de los organizadores y la fama de los posibles invitados.
16 de Noviembre de 2.021.