Por Crístian Ramón Verduc
27/07/2021
¡Upállay! ¡Cállate! Upallas tiani. (Estoy callando).

La palabra upa, según el diccionario del Profesor Domingo Bravo, significa sordo, también puede ser un agujero tapado y también un objeto que no produce ningún sonido. A partir de esta palabra se construye la expresión upan tacana (mortero sordo, o sordo como mortero, o que hay que machacarlo como mortero para que oiga). También dicen que la palabra opa, con la que en el Noroeste Argentino suelen calificar a quienes parecen tener cierta lentitud mental o falta de atención, es una deformación de upa, pues la gente creía que la falta de atención se debía a una sordera.

De upa deriva también el verbo upayáchiy, que significa ensordecer. 

El verbo upállay es el verbo callar. Es un verbo de conjugación sencilla por su regularidad. Castellanizando parcialmente la palabra, se dice popularmente upallero a quien ataca a las calladas, en callando, sin previo aviso; de esa expresión deriva upallar (atacar a traición); se conjuga como cualquier verbo castellano, muchas veces intercalando una i para que suene “upalliar”, “upalliame, “upallialo”. Por causa de una costumbre heredada de los españoles, poco se utiliza la terminación “ado”; entonces, escuchamos decir, por ejemplo: “Lo han upallao”, y suena más armónico que si dirían “upallado”.  

¡Upállay! ¡Cállate! ¡Cállese usted! Es una orden fuerte por la imposición en sí, pero más que nada porque mandar a callar equivale a prohibir el ejercicio de un derecho que ha sido muy difícil de adquirir por el ser humano a lo largo de milenios de historia.  

El ser humano precisó primero aprender a utilizar su aparato fonador; después, quién sabe cuántas generaciones debieron pasar hasta formar un vocabulario básico y tratar de entenderse entre humanos por medio de la voz. Seguramente, los grupos que se apartaron entre sí antes o durante el proceso de elaboración de un vocabulario, habrán desarrollado con el tiempo idiomas muy diferentes entre sí. Los que se apartaron con el lenguaje a medio elaborar, desarrollaron idiomas afines, con parecidos entre ellos. 

Un ejemplo de evolución de los idiomas después de una dispersión de gente es nuestro quichua. Se parece a las variantes que hay en el Perú, también se parece a cómo hablan los quichuistas en Bolivia y también en Ecuador; no son iguales, pero se parecen. Algo así también pasa con el castellano, que tiene en un país un vocabulario parecido al de otro de habla castellana, pero no se puede decir que sea igual. La Real Academia Española, que en teoría se ocupa de preservar el idioma, va incorporando a su diccionario los regionalismos y (¡Caramba!) los anglicismos con que bombardean al castellano. 

Para cada persona, el desarrollo del habla es un proceso digno de observar: Comienza con balbuceos, y antes de haber aprendido a caminar ya articula sílabas sueltas o palabras muy sencillas, como mama, papa, tata, titi. Mientras va aprendiendo a expresar sus pensamientos, el humano aprende a socializar, con lo que se hace cada día más necesario armarse de un vocabulario amplio y claro. 

Llega el momento de ganarse la vida mediante una actividad laboral. En la distribución de posibilidades y su aprovechamiento se definen las distintas formas de ser y de expresarse de la gente. Hay quienes se especializan en una tarea desde la infancia; según el tipo de tarea y las aspiraciones de cada uno, ese trabajo limitará su roce social al grupo relacionado con el trabajo, lo que condicionará su vocabulario. 

La lectura y la conversación son experiencias enriquecedoras del vocabulario. Es necesario leer y escuchar todo lo que se pueda, para tener un gran abanico de posibilidades cuando se decida incorporar expresiones al léxico propio. El dominio del idioma permitirá usar a voluntad determinadas palabras y modos de expresarse teniendo en cuenta el lugar y el momento. Esto es posible gracias a la cantidad de sinónimos que tiene el castellano.  

En quichua también hay distintos recursos para expresar una idea, lo cual permite también la elección de un modo particular para determinadas ocasiones. Cuando el vocabulario de la persona que habla es muy limitado, es posible que tenga desinteligencias con hablantes que tienen un modo distinto al suyo para expresar el mismo pensamiento. Quienes estamos aprendiendo el quichua, debemos estar atentos a estas situaciones y no desalentarnos si alguien nos dice que no nos expresamos correctamente; en ese caso, procuremos aprender lo que sugiere el hablante para luego analizar lo aprendido. Es posible que ambas partes estén hablando bien, sólo que de distintos modos. 

Cuando uno quiere aprender el quichua, puede sentir algún desaliento cuando le dicen que no está hablando bien. La crítica puede ser totalmente bienintencionada, aunque nos suene agresiva, como una invitación a no seguir intentando invadir el territorio de los hablantes. Alguna vez alguien puede decirnos que nunca hablaremos como el quichuista natural; en ese caso no debemos olvidar que lo que uno quiere es aprender, no competir. Es bueno tomar como ejemplo a los quichuistas que han aprendido el castellano y son bilingües. ¿Alguien les habrá dicho alguna vez que nunca iban a hablar bien el castellano? 

De hecho, el habla cotidiana de nuestra sociedad no es el quichua. En teoría, todos hablamos castellano en forma habitual; también se supone que es castellano lo que se escucha y lee en los medios de comunicación. La lengua oficial de nuestro país es el castellano, según disposiciones oficiales; por lo tanto, los funcionarios del Estado deben expresarse en castellano dentro de sus actividades oficiales.  

Está muy bien el ayudar a corregir los errores ajenos. Una ayuda bien ofrecida tiene que caer bien, no como una imposición agresiva ni como una muestra de superioridad, habida cuenta de que la superioridad de una persona sobre otra es un engaño. 

Debemos ser cuidadosos para no pedir a nadie que no exprese lo suyo, dentro de lo que nos indica el buen criterio, la prudencia. Hecha la salvedad respecto a lo oportuno de la expresión, no deberíamos amordazar a nadie ni permitir que lo hagan con nosotros, en ningún idioma. 

27 de Julio de 2.021.

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