Es uno de los antiguos refranes, ideado con la intención de dejarnos un buen consejo. Es un consejo que no pierde vigencia, pues ese hoy al que hace referencia es permanente; todos los días es hoy.
¿Qué puede ocurrir mañana? ¿Qué problema puede haber si dejamos para mañana? Aparentemente, no habría ningún problema, salvo porque el mañana es incierto. Muchas veces nos preguntamos: “¿Qué pasará mañana?” Sabemos de nuestra intención en cuanto a lo que se haría mañana, pero desconocemos los factores externos que pueden condicionar nuestras acciones.
Hoy tenemos un día soleado, pero decidimos dejar para mañana una tarea que haremos al aire libre como, por ejemplo, Arreglar en pocos minutos una filtración en el techo. Cuando llega ese mañana, amanece lloviendo y el problema que habríamos solucionado el día anterior se agrava. Lo que íbamos a escribir y enviar vía Internet por el pedido de alguien a quien apreciamos, lo hemos dejado para el día siguiente… y al día siguiente no teníamos servicio de Internet por cualquiera de las muchas causas que puede haber para tal inconveniente. Si verdaderamente apreciamos a esa persona, deberíamos dar prioridad a lo suyo.
Uno de los valores tradicionales de la cultura criolla es el de la palabra empeñada, por eso se dice que lo prometido es deuda. Se entiende que las deudas deben ser pagadas en término o, mejor dicho, cuanto antes. No cumplir algo prometido equivale a caer en la mentira. La cultura quichua nos ordena: Ama llulla, prohibida la mentira. Entonces, no deberíamos prometer lo que no sabemos si podemos cumplir, y si ya lo hemos prometido, deberíamos poner todo nuestro empeño para cumplir con ello y así honrar la deuda contraída.
“No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, aconsejó una persona mayor a otra con menos experiencia, pero con rapidez para las respuestas. Haciendo gala de su ingenio para contestar al interlocutor, la persona nueva respondió: “Si los consejos fuesen cosa buena, los venderían en vez de darlos”. A su vez, recibió una contestación dictada por las vivencias de años: “Puedes hacer lo que quieras, pero el desprestigio será tuyo, no mío”.
Hay toda una tendencia que nos es dictada desde hace unas décadas, que consiste en no preocuparse por “el qué dirán”. Es cierto que no deberíamos andar por la vida procurando satisfacer los deseos ajenos; eso no sería sano y sería como no vivir la vida propia. El asunto está en que la vida de relación que tenemos en la comunidad en que estamos, será más llevadera si evitamos ser una persona irritante o poco confiable. Uno puede obrar como se le ocurra, pero en ese caso debe estar preparado para no ser invitado a reuniones, o tener dificultades para conseguir clientes o empleo. Es común el evitar a las personas molestas o irresponsables.
Hay ocasiones en que es mejor dejar para mañana, pues calculamos que mañana tendremos mayores posibilidades de éxito que hoy. Ello ocurre cuando estamos cansados, con sueño, y hay algo que debemos hacer entre el día actual y mañana. Si sabemos que después del descanso nocturno seremos más eficientes que en este momento, es aconsejable dejar para mañana, para que todo salga mejor. En los casos de conducción de vehículos, por ejemplo, en muchos casos es mejor suspender el viaje hasta después de un buen descanso. Como dice un refrán referido a la seguridad vial: Es preferible perder un minuto en la vida que perder la vida en un minuto.
Ama súa, no al robo, prohibido el robo, nos dice la cultura quichua, sintetizando en dos palabras lo que dicen leyes escritas y normas morales. No debemos apropiarnos de lo que no nos corresponde. El tiempo del prójimo es suyo, y no tenemos derecho a disponer del mismo. Si debemos hacer algo que tiene como destinataria a otra persona y no lo hacemos, estamos abusando de su confianza y causándole problemas con el manejo de sus asuntos, porque hemos invadido su tiempo disponible y estamos robando parte del tiempo de esa otra persona.
Los ladrones suelen apropiarse de algo para usarlo en su provecho, como cuando roban dinero, por ejemplo. También acostumbran robar para vender a “honestos ciudadanos” que compran lo robado para beneficiarse con un precio bajo. Quien se apropia del tiempo ajeno hace un mal sin beneficiarse con ello.
“La pereza es la madre de todos los vicios”, enuncia otra sentencia heredada de nuestros mayores. Alrededor de esta afirmación hay varias expresiones jocosas, pero el hecho concreto es que muchos de quienes cometen delitos o no cumplen sus promesas, lo hacen por pereza. El quichua es sentencioso y lo dice en dos palabras: Ama ckella, no a la pereza. Cuando alguien tiene fama de persona perezosa, también va a tener dificultades para su aceptación en actividades de la comunidad, pues la persona perezosa no es confiable.
Algo que en las ciudades se ve a diario como síntesis de las tres faltas básicas que prohíbe la cultura quichua, es la gran cantidad de gente formando filas de espera para ver si pueden resolver sus interminables trámites. En 1833, Mariano José de Larra adjudicaba a la burocracia española la costumbre de alargar los trámites, la que encontraba cada día un motivo para decir al ciudadano: “Vuelva usted mañana”.
Es lamentable el ver cómo la ineficiencia parece estar ganando espacios en nuestra sociedad. Es imprescindible que por algún lado se comience a exigir el cumplimiento de las obligaciones de cada uno. Los medios técnicos están disponibles desde hace varios años; cada trámite en un organismo público podría resolverse en muy poco tiempo y los compromisos en la actividad privada podrían cumplirse tal como hayan sido pactados.
En las relaciones particulares, en lugar de “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, se podría decir: “Cumple con tu promesa para no ser descartado de la relación con tus afectos”.
En la actividad estatal, donde se manejan recursos materiales y humanos sustentados con dineros públicos, en vez de “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, cabe sentenciar: “No dejes para mañana lo que debes hacer hoy, pues has cobrado para hacerlo”.
06 de Julio de 2.021.