Hoy, en Santiago del Estero tenemos un día luminoso, gracias a Tata Yaya, que nos envía a Inti sin ser interferido por puyus, nubes. Cuentan que en la semana de los acontecimientos que precedieron al 25 de Mayo de 1810, en Buenos Aires había llovido prácticamente todos los días, que las calles no estaban en muy buenas condiciones. 

A comienzos del Siglo XIX, las guerras entre países europeos dificultaban a los españoles su navegación por el Océano Atlántico, situación que fue aprovechada por Inglaterra para tratar de invadir el Virreynato del Río de la Plata, que no podría recibir refuerzos de la capital; pero no contaban con que el pueblo de Buenos Aires se uniría a las tropas para rechazarlos y expulsarlos. En la segunda invasión, cuando el Consulado de Buenos Aires había accedido jurar lealtad al rey de Inglaterra, las palabras de Manuel Belgrano fueron definitorias y premonitorias: “Queremos al antiguo amo, o a ninguno”. 

En 1807, las tropas francesas habían pasado por España para invadir Portugal, con la anuencia del rey de España, aliado de Napoleón Bonaparte. Posiblemente no contaban con que Napoleón quería toda la península. Los manejos diplomáticos y el poderío militar de Francia lograron la renuncia de Carlos IV y de su hijo Fernando VII al trono de España, poniendo como rey de España a José Bonaparte, hermano de Napoleón. 

Los españoles habían reaccionado ante las maniobras e invasión de los franceses y tenían como autoridad a la Junta Suprema de España e Indias, la que gobernaría en nombre del rey Fernando VII. El avance de las tropas napoleónicas hizo que en Enero de 1810 la Junta se trasladase a la isla de León, transformándose en el Consejo de Regencia de España e Indias.  

Para entonces, Cádiz y la isla de León eran los únicos territorios libres de franceses. Esas noticias llegaron por barco a la ciudad de Buenos Aires en Mayo de ese año, causando que los dirigentes criollos exigiesen la renuncia del virrey, pues ya no existía la autoridad que lo había nombrado y España estaba reducida a un pequeño territorio.  

Baltasar Hidalgo de Cisneros se resistió a renunciar. Los criollos sostenían que el poder político del virreinato debía pasar a una junta de representantes del pueblo que gobernaría en nombre de Fernando VII hasta su liberación. 
En la que llamamos Semana de Mayo, del 18 al 25 de Mayo de 1810, se sucedieron una serie de acontecimientos, negociaciones y maniobras que fueron a parar en que el virrey aceptó ser reemplazado por una junta, la que fue organizada por las autoridades del Cabildo. Esa junta era presidida por Cisneros. Esta maniobra causó el estallido del día 25, en el que Domingo French y Antonio Berutti tuvieron un papel muy importante, al igual que en la agitación de los días previos. 

El 25 de Mayo de 1810 fue celebrado el cabildo abierto que consagró a la Primera Junta de Gobierno Patrio, con el militar Cornelio Saavedra como presidente. Los vocales eran Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Domingo Matheu, Juan Larrea y los doctores Juan José Castelli y Manuel Alberti. Fueron designados secretarios de la junta los doctores Juan José Paso y Mariano Moreno. 

Una vez terminado el cabildo abierto, las nuevas autoridades caminaron por la Plaza de la Victoria, actual Plaza de Mayo, hacia el fuerte de la ciudad, donde hoy está la Casa Rosada, para comenzar a trabajar y convocar a los representantes de todo el ahora ex virreinato. 

Ese día lluvioso del 25 de Mayo de 1810, el Sol de la libertad se asomó por sobre el Río de la Plata, no del mismo modo que lo hace hoy en un día despejado para Santiago del Estero y algo nuboso para Buenos Aires. El Sol de la libertad fue expandiéndose por todo el territorio, merced al trabajo de los chasquis, los que a caballo debían andar por caminos de tierra o barro portando las noticias y órdenes.  

El chasqui para Santiago del Estero llegó bien entrado el mes de Junio, y nuestro prócer Juan Francisco Borges fue uno de los primeros en adherir a la Primera Junta y ejercer presión en el Cabildo local para su reconocimiento. Después vinieron las luchas internas por el poder político mientras se luchaba contra las fuerzas militares realistas. Una vez terminada la Guerra de la Independencia, las peleas internas continuaron, muchas veces mediante la discusión, muchas veces mediante astutas maniobras de oficina y muchas otras veces por las armas. 

En las numerosas batallas libradas desde el tiempo posterior a Mayo de 1810, hubo abundantes muertes de soldados, jóvenes que por voluntad propia o por imposición oficial fueron a luchar contra enemigos externos e internos; pelearon contra españoles y criollos realistas, también contra portugueses, brasileños, paraguayos y también entre argentinos muchas veces. 

Hubo alborozo popular por las victorias, dejando el llanto por los muertos para sus familiares y amigos. 

Cuando a nuestros soldados les tocó pelear contra el invasor inglés, hubo euforia ante las victorias, pero finalmente hubo fuertes lamentaciones ante la derrota, los soldados, que fueron a recuperar territorio argentino en edad de soldados, pasaron a ser llamados “chicos”, “niños” e incluso “tiernas criaturitas”, y la lucha contra el invasor sufrió la condena de una gran parte de la población argentina. 

Esas actitudes son instigadas desde el hemisferio norte, desde los países que necesitan seguir explotando al nuestro para poder mantener su nivel de vida; y también hay un ánimo de venganza por los fuertes golpes recibidos de parte de nuestros criollos, que esta vez no fueron suficientes como lo habían sido en 1806 y 1807. 

El Sol del 25 viene asomando, para conmemorar una jornada histórica. Ha sido una jornada victoriosa. Celebremos. 

25 de Mayo de 2.021.