Por Crístian Ramón Verduc
06/04/2021
"Atashpas son las gallinas y cajchis los perros chicos…"

Dice Juan Carlos Carabajal en el Gato quichuista, enumerando algunas de las expresiones populares de nuestra provincia bilingüe.  

Los dos animales mencionados han sido traídos a nuestro continente por los conquistadores españoles, según cuentan cronistas e historiadores. Según cuentan, en las largas navegaciones marítimas no faltaban las gallinas a bordo, por la facilidad para mantener a estas aves que comen prácticamente cualquier cosa, que pueden poner diariamente un suculento huevo comestible y, llegado el caso, se puede aprovechar su carne como alimento. 

Cuentan los que saben sobre el tema, que donde hoy es Méjico, había perros antes de la llegada de los españoles; son los perros sin pelo cuyo nombre en idioma náhuatl habría dado origen a las palabras “cholo” y “chola” como adjetivo para algo que no se aprecia. También los incas tenían perros sin pelo, los que han llegado hasta nuestra región y llamados “perro pila”. Pila sería una contracción de “pelado” por decir que no tiene pelo. 

La novedad canina de los españoles ha sido el perro de combate, perros que habían sido usados en Europa para atacar al enemigo en caso de guerra. Los perros de guerra que trajeron los españoles han sido una de las causas de sus triunfos militares en América. Los perros pila eran animales mansos, de compañía, y era impensable la aparición de un animal similar, pero de mayor tamaño, capaz de atacar con fiereza a toda persona que no fuese su soldado guía. 

En quichua, al perro se lo llama ashcko. Si se quiere diferenciar el sexo del animal, se dice ashcko orcko al perro y ashcko china a la perra. Al perro de poca edad se lo llama ashcketu, apareciendo en esta palabra la influencia castellana, pues el quichuista estaría utilizando el diminutivo castellano “ito” convertido en “eto” para facilitar la pronunciación. En quichua, para decir que algo es pequeño, se agrega la palabra utula; en este caso, un perro pequeño sería un ashcko utula. También se dice utulita y utuquita, para decir pequeñito, pequeñita. Ambas palabras derivan de utu, que significa pequeño, pequeña, pero es poco utilizada. 

Cuando decimos ashcko utula estamos diciendo que es un perro chico, aunque también se llama cajchi o cuscu al perro chico. Cuscu, cusco, cusquitu, cusquito, tendrían origen en el lugar desde donde eran traídos los primeros perritos conocidos en esta región: La ciudad del Qusqu o Qosqo, llamada Cuzco, Cusco por los españoles.  

El perro pequeño aparece en coplas populares criollas bilingües, como una que dice: Suj tuta mascasus puris, ushutayt chincacherani. Viejap cuscun ckatiaptin, ancha utcka aickerani. (Una noche que anduve buscándote, mis ojotas yo perdí. Cuando me corrió el cusco de la vieja, muy apurado huí). 

Se considera cuscu o cusco al perro chico de tamaño, al margen de su edad. Cajchi es una expresión similar a cuscu. Suena más afectuoso decir cusquitu a un perro. En ambas expresiones no se aclara el sexo del animal. Repetimos que, en quichua, para decir que es un animal hembra se agrega la palabra china, y si se quiere aclarar que es un animal macho, se agrega orcko, palabra que también se utiliza para decir cerro.  

En las casas alejadas de los poblados, los perros son los guardianes, los que con sus ladridos avisan cuando viene una persona desconocida, a la que con ladridos y gruñidos amenazadores avisan que no debe avanzar hacia la casa mientras no aparezca alguien de la familia invitando a esa persona a llegar, mientras ordena a los cajchis apartarse.  
Eventualmente, un perro puede morder a un desconocido que hizo caso omiso a los ladridos y gruñidos de advertencia; en ese caso, el dueño de casa prestará atención a la persona lastimada, a la vez que comenta: “¡Qué raro! Estos perros no son malos con mis amigos…” Es un momento incómodo, pues no es conveniente reprender al animal que uno tiene justamente para evitar la llegada de intrusos. También es necesario estar atentos para que el perro no se convierta en un “mordedor” indiscriminado. 

Los perros también sirven como pastores, siendo muy mencionado en nuestro folclore el cabrero, cuidador de cabras y ovejas. El perro también acompaña al jinete en sus largas travesías y ayuda a reunir la tropa de vacunos en los arreos. Hay perros que se encariñan tanto con los dueños de casa, que dejan su territorio por seguirlos cuando van hacia el pueblo, ya sea caminando, de a caballo, en sulky o cualquier otro vehículo. Posiblemente para evitar el ser echados de regreso a casa, los perros “seguidores” suelen ir delante de sus dueños, escondiéndose por momentos cual pícaros zorros. Cuando el perro acompaña un carruaje, acostumbra ir caminando o trotando entre las ruedas, justo debajo de los ejes; de ahí surge el dicho: “Seguidor como perro de sulky”. 

Tanto el perro pila como el perro europeo, llegaron a nuestra región traídos por el ser humano. Puede haber “perros sueltos”, perros vagabundos, perros sin dueños, pero no hay lo que se pueda considerar perro salvaje, por eso en nuestra habla regional puede haber sacha mishi (gato del monte), sacha cabra (cabra del monte), sacha cuchi (chancho del monte), sacha pollito (pollito del monte), sacha canario o sachita (canario del monte), pero no hay sacha ashcko. Los animales mencionados como variante montaraz o salvaje, no son gatos, cabras, cerdos, pollos o canarios que se hayan fugado de la casa hacia el monte, sino que son especies distintas a sus similares domésticas. 

En las ciudades, los perros deben estar cada uno dentro del terreno correspondiente a la casa en que viven. Los perros sueltos son un peligro para el tránsito de vehículos y peatones. Al cabo de siglos juntos, los humanos debemos responsabilizarnos por los perros que están en la casa o ciudad en que vivimos, ya sean ashckos atun (perros grandes) o ashckos utula, a los que también podemos llamar cuscus, cajchis o ashcketus, pero nunca dejarlos sueltos en la calle.       

06 de Abril de 2.021.
 

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