Es la frase con que habitualmente nos deseamos un feliz año nuevo entre quienes queremos decir frases quichuas. El deseo de un feliz año, de una buena semana, de un buen día, una buena tarde o una buena noche, suele ser el saludo con el que iniciamos una conversación que puede ser breve o extendida.
En estos días de fin del año dos mil veinte, mucha gente hace comentarios negativos respecto al año que termina y expresa su deseo de que el año que viene sea mejor. Por más que uno quiera sustraerse al martilleo constante de las palabras “pandemia”, “coronavirus” y toda la artillería que nos ha bombardeado a diario durante casi todo el año 2.020, no podemos olvidar que este año estuvo marcado por las restricciones impuestas para prevenir los contagios.
En este año, el Alero Quichua Santiagueño y muchos otros proyectos debieron adecuarse a la situación planteada e idear un modo de seguir en actividad. Hemos aprovechado la tecnología disponible para paliar la falta de acceso a la emisora radial. Cada semana, quien ha deseado participar del programa, ha preparado un archivo sonoro y lo ha enviado por Internet a una persona del grupo. Una vez reunidos todos los bloques, más o menos unos cincuenta por semana, han sido numerados y enviados al editor con eventuales pedidos de recortes en algunos de los audios; el editor se encargaba de armar el programa con los bloques recibidos y colocar en el archivo de Programas Emitidos de la página aleroquichua.org.ar
Emisoras de radio privadas de nuestra provincia y de la provincia de Buenos Aires, cada semana tomaron el programa de la página para ponerlo al aire, así sus respectivos oyentes podían recibirlo del modo habitual, sin recurrir a Internet.
Gracias a esas emisoras, en sus respectivas áreas de influencia no quedaron excluidas las personas que no tienen computadora o cierto tipo de teléfono móvil, pero sí tienen un receptor de radio.
Este año, después de casi medio siglo de salir al aire por la radio pública, nuestro Alero no estuvo en los receptores de los oyentes que acostumbraban sintonizar la radio cada Domingo para esperar la chacarera La Chimpa Machu seguida de la exclamación: “Ama súa, ama llulla, ama ckella”, y luego las casi dos horas de programa bilingüe.
Muchos dicen que el dos mil veinte ha sido un año fatídico, que ha sido un mal año, que ha sido un año olvidable, y otras descalificaciones contra el año. Antes de calificar o juzgar a determinado año, no estaría de más recordar qué es un año, para eso recurrimos al diccionario, que nos dice que un año es el tiempo que tarda el planeta Tierra en dar una vuelta orbital alrededor de la estrella que llamamos Sol, Inti, Febo, etc.
Un año es un lapso, un segmento de tiempo en el que reconocemos distintos períodos. La gente sachera, más apegada a las tradiciones y a la observación del monte y del campo, nos habla de Chiri pacha (tiempo frío), Ckoñi pacha (tiempo cálido), Páray pacha (tiempo de lluvia), Ckómer pacha (tiempo del verdor), Póckoy pacha (tiempo de la fruta madura) y otros momentos no menos importantes para la vida humana.
La cultura llegada de Europa divide el año, en cuanto al clima, en cuatro estaciones: Otoño, Invierno, Primavera y Verano. Para determinar fechas y momentos exactos, el año ha sido dividido en doce meses, los que a su vez están formados por días, que pueden ser entre 28 y 31 para cada mes en particular. Cada mes tiene su nombre y también contiene dentro de sí cuatro semanas, a las que se agregan hasta tres días en casi todos los meses. Cada uno de los siete días de la semana tienen su nombre. Los días del mes se identifican por un número para cada uno, al igual que los años, que también son identificados por un número cardinal.
Cuando queremos identificar un día, ya sea para tener datos concretos sobre hechos ocurridos, o para registrar lo que ocurre en el momento y así lograr que en el futuro se pueda saber con precisión cuándo ocurrió, recurrimos a la fecha. Un dato muy importante para registrar un acontecimiento es la indicación del lugar y la fecha. Por ejemplo: Santiago del Estero, 29 de Diciembre de 2.020.
El castellano es una lengua viva, al igual que el quichua. Las lenguas vivas están sujetas a cambios para enriquecerlas con el aporte de nuevas palabras, o están expuestas a la degradación por la imposición de palabras ajenas y modos ajenos. Hace apenas medio siglo, en castellano se escribía todo nombre propio iniciando con una letra mayúscula y cada número llevaba un punto cada tres dígitos de derecha a izquierda, lo que nos facilita leer un número cuando sobrepasa la cantidad de mil, o de un millón, o mil millones, etc. De un tiempo a esta parte, sin que uno pueda determinar fácilmente cuándo ocurrió cada cambio, se nos impuso que los años no deberían llevar el punto de los mil y que cada vez debíamos usar menos las letras mayúsculas.
Este año, aún antes de que se nos hablara de “pandemia”, comenzó a ser maltratado por algunos difusores con acceso a micrófonos. Parece ser que la consigna ahora es desnaturalizar la denominación de los números, comenzando por los años. Gente lejana y también gente cercana nos ha sorprendido llamando “veinte veinte” al año dos mil veinte y ahora, fieles a los mandatos que “bajan” quién sabe de dónde, están nombrando al año que viene como “veinte veintiuno”. Cuidado: Somos un pueblo bilingüe en algunos casos y de habla castellana en otros; por algo y para algo es que desde afuera están incentivando la destrucción del idioma.
Es bueno ejercitar la memoria para no caer en las mentiras de que “así era siempre”, o en la actitud perezosa y resignada que nos hace decir: “Así son las cosas… ¿Qué podemos hacer nosotros?” Lo que podemos hacer nosotros es no obedecer mandatos extraños. No vamos a perder ningún tren por mantenernos firmes en nuestra formación cultural. Cuando lo nuestro, en este caso el habla, es objeto de ataques, es porque hay una tentativa de robo.
Podemos, y debemos, estar atentos a los avances de quienes maltratan a los idiomas; sería un buen objetivo para el año dos mil veintiuno. Así haríamos como decía Don Sixto: En vez de pedir que el próximo año sea mejor, propongámonos que el próximo año, nosotros seamos mejores.
29 de Diciembre de 2.020.