El lugar de nacimiento es una circunstancia muy importante en la vida de uno, aunque no siempre es determinante en cuanto a nuestro modo de ser, de ver a la vida y de actuar en nuestro entorno. En mayor o menor medida, casi todos soñamos con un mundo mejor y nos esforzamos por mejorar al mundo, comenzando por nuestro lugar en el mundo. Ese lugar, que viene a ser nuestra Patria, no siempre es nuestro lugar de nacimiento. Veamos algunos ejemplos: El cantor argentino más reconocido en el mundo, había nacido en Toulouse, Francia, con el nombre de Charles Romuald Gardés, pero fue inmortalizado como Carlos Gardel, El Morocho del Abasto. Ricardo Rojas, el escritor santiagueño que puso su pluma sobre los montes del pago para llevarlos a lo alto de la literatura nacional, había nacido en Tucumán. Shunko, el changuito de las costas del Río Salado que deleita a los lectores de distintos idiomas en el mundo, vive por siempre junto a su maestro, el escritor y científico santiagueño Jorge Washington Ábalos. Ábalos nació en La Plata (provincia de Buenos Aires), pero esa circunstancia no le impide ser santiagueño, pues ha vivido y trabajado en y por Santiago. Hay cantores del folclore santiagueño nacidos en Buenos Aires.
Uno de esos casos es el de Alfredo Ábalos, una de las mejores voces santiagueñas. Aunque nació en Ranchos, provincia de Buenos Aires, Alfredo abrazó el canto y el sentimiento de nuestro pago antes de venir a vivir en el Barrio 8 de Abril, hace más de treinta años. Alfredo Ábalos canta quichua, lo pronuncia y entiende mejor que una gran cantidad de nacidos en Santiago. Vive en Santiago, le canta a Santiago, siente a Santiago… es santiagueño. Otro caso es el de los cantores, músicos, autores o cantores de otras provincias que abrazan el sentimiento del santiagueño y lo expresan como si fuesen nacidos en este pago.
Decía nuestro escritor Bernardo Canal Feijóo que el límite interprovincial debe ser marcado por el cambio en la tonada del habla lugareña. Tenía sus razones bien aceptables el líder del grupo cultural La Brasa, aunque… soñando como criollo amante de cruzar los campos de un galopito, como se podía hacer antes de los alambrados, uno piensa que sería mucho mejor vivir en una Patria Grande Sudamericana, donde no haya fronteras entre los pueblos, donde cada uno hable con la entonación y los giros idiomáticos de su lugar. La diversidad de culturas no nos impediría ser una gran nación, pues son más las coincidencias que las diferencias entre los pueblos. Es imperativo comenzar ya mismo a ver que nuestros vecinos son nuestros hermanos. No robemos el futuro de nuestros hijos por enredarnos en disputas innecesarias. No permitamos que las mentiras sigan dividiéndonos. Hay que poner manos a la obra ya mismo. ¡Ama súa, ama llulla, ama ckella!
28 de Noviembre de 2.007.