Por Crístian Ramón Verduc
27/10/2020
“Perro que ladra, no muerde”

Pensó el hombre ante el ashcko que ladraba furiosamente defendiendo la vereda por donde el peatón pasaría.

Confiado, el transeúnte siguió su camino, pues muchas veces había visto perros ladrando en vano. Al pasar al lado del can, sintió una fuerte mordida en la pantorrilla, intentó patear al agresor, pero el perro ya estaba ladrando desde el jardín de la casa, lejos de su alcance. 

Hay muchos dichos y creencias populares que son una síntesis de pensamientos más amplios. Claro que, como toda teoría, puede estar errada, o puede ser parcialmente certera. Uno tiende a tomar como verdades absolutas afirmaciones propias o ajenas, como buscando la seguridad de lo infalible. Pero en cada curva del camino de la vida nos encontramos con sorpresas, las cuales nos sirven para evitar la monotonía de una existencia chata. 

Los dichos, refranes, fábulas y diversos axiomas, son guías para que transitemos por los cambiantes panoramas que nos presenta la vida. Los conocimientos construidos y atesorados por las generaciones que nos antecedieron van conformando la estructura sobre la cual apoyaremos nuestras propias búsquedas del conocimiento. 

No se trata de que cada uno comience de cero, pues así la Humanidad no habría alcanzado adelantos significativos. Tampoco es para tomar las afirmaciones existentes como verdades inamovibles o directivas rígidas que debemos seguir sin analizarlas.  

En general, el modo de acatamiento a las órdenes o indicaciones de nuestros antecesores presenta una serie de cambios a medida que vamos creciendo. Cuando uno es niño, la obediencia es permanente, pues el adulto es nuestra guía. A medida que el individuo cree conocer más, comienza a cuestionar las afirmaciones de los mayores. En la adolescencia puede aparecer una rebeldía muchas veces exacerbada y en casos especiales cercana a lo irracional. 

El tránsito por la vida no se da en línea recta, por más que el paso del tiempo esté medido en forma lineal. Vamos por la vida enfrentando cambios en forma cotidiana, ya sea por los cambios del entorno natural o modificado por la cultura, cambios en quienes nos rodean y cambios en nosotros mismos. Todos esos cambios pueden llevarnos a tener que replantearnos ideas que considerábamos inamovibles e irrefutables. 

El paisaje natural presenta cambios cotidianos y cambios periódicos. Es notable cómo el árbol de la vereda o del fondo de la casa cada día crece un poco más, cómo cada día tiene más hojas, o menos hojas, cómo los que parecían botoncitos se transforman en flores, luego en frutos verdes que después maduran, son comidos o se secan para ir a la tierra en caída recta o vuelo en forma de planeo. La visita de los pájaros a cada árbol también varía durante el día y durante el año. 

En la vida urbana hay cambios cotidianos, estacionales y de otra índole. El tránsito de la gente por las calles y veredas presenta cambios a medida que avanza el día, cambia los fines de semana, cambia según el estado del tiempo y la época del año. 

Las personas que están a nuestro alrededor, estarían formando círculos concéntricos según la relación con cada una de ellas, y la posición de cada persona podría variar de un día para otro. Alguien que estaba en el círculo de los vecinos desconocidos podría pasar al de las personas con las que conversamos casi todos los días, de las cuales sabemos su nombre y alguna otra circunstancia personal. Alguien que pasaba por la vereda todos los días en horarios regulares, puede de pronto “desaparecer” y eso puede llevarnos a preguntar qué pasó, o puede quedar así nomás, pero ya hubo un cambio. 

Los cambios que se producen en nuestra familia y en nuestros afectos en general, son notables aunque no los tomemos como una novedad. La gente nace, crece y en algún momento le toca partir hacia algún lugar. Hoy vemos creciendo niños que tiempo atrás no habíamos imaginado que existirían y no vemos personas que hubiésemos querido seguir tratando. 

Nosotros mismos, en el aspecto físico, cuando nos miramos al espejo cada día vemos a la misma persona que vimos ayer y los días anteriores, pero cuando vemos una foto de hace unos años, tenemos la oportunidad de ver los cambios físicos que hubo en ese lapso. 

La vida del ser humano es previsible, hasta cierto punto. Lo más probable es que uno comience la vida escolar poco tiempo después de haber aprendido a caminar y hablar. Es posible que al comienzo de la adolescencia estudie en una escuela secundaria, que sobre el final de la adolescencia esté cursando y terminando la preparación para su vida laboral, que al poco tiempo forme su propia familia, vea crecer a sus hijos, haga carrera en su vida laboral, se jubile, disfrute de un merecido descanso con paseos mas o menos largos y comience a tener cuidados especiales con su salud, hasta que Tata Yaya disponga sobre su próximo paso. 

También es muy posible que la vida de uno se sintetice en aprender a hablar y caminar, ayudar en tareas de la casa como quien jugar, ir a la escuela para aprender a leer, escribir y “hacer cuentas” e inmediatamente o en forma simultánea, comenzar a trabajar por el resto de su vida, período en el que formará una familia que tendrá una vida igual o mejor a la suya. Todo es posible en la vida, suelen decir, pese a que aún hay algunos imposibles. 

Entre los “imposibles” de la vida están las cosas que no se quieren hacer. No siempre el querer es poder, pero la voluntad es el primer paso para todo logro. En el camino aparecen los escollos y las ayudas que determinarán si se logra o no el objetivo.  

Después de algún acontecimiento, de alguna conversación o de alguna lectura, es muy posible que se nos instale una idea nueva en forma de certeza o de duda respecto a lo ya sabido. La vida de cada individuo y de cada sociedad va cambiando con el paso del tiempo, y esos cambios pueden llevar a replantearse sentencias expresadas en forma pintoresca o no, o agregarles un complemento más cercano a la realidad, a veces con un toque de humor, como cuando decimos: "Perro que ladra no muerde… mientras está ladrando”.  

27 de Octubre de 2.020. 

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