Por Crístian Ramón Verduc
22/09/2020
“Los que no heredamos, tenemos que trabajar”

Con una sonrisa, la señora emprendedora que atendía una entrevista de la televisión en medio de un bellísimo paisaje de las sierras cordobesas, soltó la llamativa frase. Estaba siendo entrevistada por que su creación de un alfajor totalmente novedoso se había tornado noticia nacional. Mientras explicaba las circunstancias en que había surgido la idea, fue preguntada sobre el por qué de su esforzado trabajo en la gastronomía y, sin pensarlo, soltó la frase que para muchos televidentes no pasó desapercibida. 

La guapa señora se refería a la herencia material, seguramente, porque las herencias intangibles no tienen incidencia en la economía de las personas. Ella había tenido que trabajar durante toda su vida joven y adulta para poder dar rienda suelta a su creatividad en proyectos que le dejaron grandes satisfacciones y algún rédito económico. 

Cuando uno recibe una herencia material, si sabe cuidarla, puede incrementarla o por lo menos mantenerla. Si no la administra bien, puede llegar a perder la herencia y quedar igual o peor que antes de haberla recibido. 

Hay en cada uno de nosotros una herencia genética, según publican los estudiosos de esos asuntos. Esa herencia genética va a marcar tendencias físicas en cada uno de nosotros; son rasgos característicos de familia que van a marcar el aspecto físico de uno y la tendencia a ciertos problemas de salud. Dicen que esa herencia es la que también nos otorga los talentos de cada uno. 

Hay quienes “nacen” con buena mano para el dibujo, para la escultura, para la construcción, con habilidad manual para tocar determinados instrumentos musicales, con buen oído para la música, con la inclinación hacia las letras o hacia las ciencias exactas, etc. Esos talentos deben cultivarse para su aprovechamiento, lo que se logrará según las oportunidades que la vida le otorgue a cada uno, o el talento para crear cada uno sus propias oportunidades. 

En el deporte, en las artes, en las ciencias y en diversas especialidades laborales, vemos personas que han debido esforzarse para lograr un nivel aceptable, mientras que otras parecen haberlo alcanzado con poco esfuerzo. Es evidente que quien no tiene una carga genética favorable, deberá tener el talento de la perseverancia. 

En una sociedad, como puede ser un club de barrio, una asociación cultural, un pueblo, una ciudad, una provincia o una nación, es necesario que cada uno ponga su talento al servicio de la causa común, para lograr el buen posicionamiento de la sociedad, lo que ayudará mucho al progreso de cada individuo. Quien queda bien posicionado en una sociedad que fracasa, queda igual que un náufrago solitario en una pequeña isla, o como si estuviese solo en un oasis en medio del desierto. 

En lo individual, con buenos hábitos podemos corregir o atenuar la tendencia genética a los males físicos. Para ello, es necesario primero tomar consciencia de las características familiares e individuales, sin caer en obsesiones que son nocivas. El medio para potenciar las buenas características heredadas, ya sea en lo intelectual o en lo físico, es la dedicación mediante el estudio y la práctica.  

En una sociedad como la nuestra, quienes demuestran aptitud para ciertas actividades suelen recibir apoyo para mejorar esas aptitudes; para ello se otorgan becas a los buenos estudiantes, cursos de perfeccionamiento para los buenos artistas o acceso a mejores condiciones de entrenamiento para los buenos deportistas. En la mayoría de los casos, más que a los buenos, las oportunidades se otorgan a los mejores, quedando en muchos casos sin esas oportunidades muchos voluntariosos o talentosos que no entraron en el cupo disponible o no supieron que había tal oportunidad. 

Sería muy bueno que hubiese oportunidades para todos, para los que muestran buen rendimiento y para quienes no.

El problema de un sistema así es que el esfuerzo necesario para dar ese apoyo se dispersaría y debilitaría por causa de quienes no tuviesen interés por progresar, pues dicen que existe gente así. Entonces, una buena acción de la sociedad para mejorar ella misma sería la de otorgar oportunidades a una cantidad cada vez mayor entre los mejores, hasta alcanzar a todos quienes muestren buena voluntad y un mínimo de talento, mientras se exhorta a los no preparados a tomar una actitud mejor para el aprovechamiento del esfuerzo común. 

Los que reciben herencia, deben cuidarla cultivando sus propios talentos y poniéndolos al servicio de su propio progreso y el progreso de la sociedad, lo que a la vez contribuirá a su bienestar individual.  

Quienes no heredamos, debemos trabajar o, en todo caso, debemos trabajar de un modo distinto al de quienes reciben una herencia. Es muy importante el considerar a la sociedad en la que estamos, como una causa por la cual vivir y bregar. Trabajando con alegría y dedicación por la causa que hemos elegido y la sociedad en que vivimos, los triunfos serán muy satisfactorios y, si hubiere derrotas, ellas serán tomadas como experiencias valiosas. 

Los que heredamos y los que no heredamos, debemos regirnos por normas de conducta, las que nos ayudarán a no deteriorar los logros propios o del prójimo y contribuirán a construir una sociedad en la que sea muy agradable el formar parte de ella. 

Para que la sociedad ande bien, básicamente debemos afianzar la honestidad y combatir el robo en cualquiera de sus formas (Ama súa). Debemos cultivar la veracidad y desterrar la mentira (Ama llulla). Debemos poner buena voluntad, estar siempre dispuestos al esfuerzo necesario, encarando las tareas con alegría y tesón, para el bien propio y de toda la sociedad (Ama ckella). 

Si no viene nada “de arriba”, vamos a fabricar algo desde abajo, y si viene algo “de arriba”, vamos a recibirlo y mejorarlo, para bien de todos.

    
22 de Septiembre de 2.020.

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