Por eso es que cuando uno va a comprar algo, con sólo ver la etiqueta de cada envase ya sabe si ha encontrado lo que busca. Para el simple hecho de comprar lo que uno necesita, ha sido necesario todo un proceso milenario, en el que el ser humano aprendió, entre tantas otras cosas, a fabricar envases, elaborar papel, pegamento para el mismo, leer y escribir. Todo ello hace posible que hoy miremos un envase que tiene escrito, por ejemplo: “Dulce de leche – 1 kg” y sepamos que ese recipiente contiene mil gramos de dulce de leche.
El aprendizaje para trabajar los metales, la fabricación de pinturas, la fabricación y uso de cemento para la construcción, es también producto de la inventiva y el esfuerzo de mucha gente a lo largo de los siglos. Esta serie de adelantos técnicos permite que hoy en día, las esquinas de las ciudades luzcan carteles que indican el nombre de las calles y la numeración correspondiente a cada cuadra, lo cual facilita la orientación de vecinos y de visitantes; ese simple cartel metálico es una muestra de gentileza hacia los visitantes y un factor más para considerar que los habitantes de la ciudad viven en un ambiente de buena calidad.
Hay familias que acostumbran poner la mercadería en frascos de vidrio, lo que permitirá ver el contenido. Si en vez de los costosos y pesados frascos de vidrio, utilizan envases de material plástico, deberán escribir en el plástico para saber qué contiene cada envase, o ponerles un rótulo.
También se utilizan rótulos para identificar libros de contabilidad, libros de asociaciones, biblioratos de oficinas y, desde la infancia, nos acostumbramos a colocar un rótulo en carpetas, libros y cuadernos, como una forma de aprender a organizarnos.
Rótulo es una palabra del castellano, derivada del latín “rotulus” que significa letrero, etiqueta o título. Gracias al rótulo es fácil saber qué contiene un libro, una caja, un frasco y cualquier otro envase. La tarea de quien coloca el rótulo es importante, pues para saber qué texto va a poner, debe primero identificar el contenido del envase a rotular. Hay productos muy similares entre sí que pueden ser causa de confusión, por eso es necesario estar muy atentos en el momento de seleccionar los rótulos o etiquetas que se colocarán a los distintos recipientes.
Marchando por la vida, uno va relacionándose con una cierta cantidad de gente y, a medida que va compartiendo momentos con cada una de esas personas, considera que va conociéndolas a todas y cada una; pero el ser humano suele ser una caja de sorpresas, que cada tanto aparece con una novedad. Dicen que la vida no alcanza para conocernos incluso a nosotros mismos. Parece exagerado, pero habría que observar bien para comprobar.
¡Qué fácil sería conocer a la gente si cada persona llevase un rótulo en su frente o en su pecho! Así sabríamos quién es más apropiado para entablar alguna relación. En la vida de relación que existe en la sociedad moderna, en ocasiones necesitamos tener una idea de cómo es alguna persona que nunca hemos visto personalmente, ya sea por asuntos laborales, compra de productos o contratación de servicios, u otros motivos no menos importantes; en todos esos casos necesitamos saber a quién debemos elegir para determinada tarea.
Con el correr del tiempo y por el trato frecuente, uno tiende a rotular a las personas que conoce; es decir que coloca en ellas un rótulo imaginario que sintetiza un inexistente manual del usuario para tratar con esa persona sin caer en errores. Por ejemplo, uno puede hacerse a la idea de que ya sabe qué bebidas y comidas son del gusto de una persona amiga o pariente, ya deduce si esa persona aceptará o no una invitación, etc. En pocas palabras, frecuentemente se cae en el afán por rotular al prójimo, por que inconscientemente creemos leer su mente.
En el apuro por rotular personas, muchas veces caemos en algo parecido al sorteo con una moneda: Si no es negro, es blanco; si no es todo, es nada. También caemos en el error de tomar como habitual alguna eventualidad; muchas veces se dice, por ejemplo: “Aquella persona es alcohólica”, por que una vez ha sido vista con una bebida alcohólica en las manos, o también: “Aquí nunca llueve”, respecto a un lugar que fue visitado en un período de sequía. Debemos ser cuidadosos para no caer en la ligereza al rotular algo.
Los productos de un negocio están en venta; son ofrecidos mediante un cartel que indica el precio y, para su identificación, tienen un rótulo que indica sus características y cantidad. Cuando una persona ofrece sus servicios, necesariamente debe dar un perfil propio en el que indique sus cualidades, como si se hubiese puesto un rótulo. También hay quienes hablan de sí mismos como colocándose un rótulo, cuando buscan aproximarse afectivamente a otra persona.
El rótulo es una solución muy práctica, pues evita el tener que probar para deducir cuál es el contenido de tal o cual envase. Para que este sencillo sistema funcione, es fundamental la objetividad y veracidad del rotulador. Quedamos sin saber si será una maniobra del rotulador o de quien le ordenó hacer el trabajo, pero muchas veces nos encontramos con que algunos contenidos no concuerdan con lo que dice el rótulo, la etiqueta o la propaganda, ya sea en la calidad o cantidad del contenido, o a veces en el precio.
Algo similar suele ocurrir en algunos casos con personas, ya sean individualidades o grupos. Muchos humanos se ofrecen para una actividad y se rotulan como “los mejores del mundo”, pero una vez puestos en acción decepcionan, al igual que cuando uno ha destapado el frasco mal rotulado.
Un rótulo es creíble mientras no se vea que el contenido es distinto a lo anunciado, sobre todo si se trata de un producto con prestigio. En cuanto a las personas y grupos humanos, habrá que ver si cumplen con lo que dicen o si cumplieron en ocasiones anteriores; para eso sirve una carpeta con antecedentes o cartas de recomendación.
En realidad, no nos alcanza la vida para conocernos a nosotros mismos, pues hay situaciones extremas en que obramos de un modo que no reconocemos como nuestro. Entonces, mal podemos rotular a otras personas, sólo por que no queremos tomarnos el trabajo de ir conociendo a cada uno durante la vida. Ama ckella (No ser perezoso).
Colocar o colocarse un rótulo inexacto es una mentira. A la persona mentirosa la llamamos llulla.
Poner en un envase con 900 gramos de mercadería un rótulo que anuncia un kilogramo, es robo. A la persona ladrona la llamamos súa.
Para mejorar la calidad de vida de todos, lo ideal sería: Envases, libros y carpetas, con rótulos creíbles y personas sin rótulos.
14 de Julio de 2.020.