En su obra "Autopsicografía", el poeta portugués Fernando Pessoa dice: "O poeta é um fingidor / finge tão completamente / que as vezes finge que é dor / a dor que deveras sente"... e os que leem suas penas / na dor lida sentem bem / Não as duas que ele teve / mas só as que eles não têm."
Geralda Ribeiro Braga traduce: "El poeta es un simulador / simula tan completamente / que a veces simula que es dolor / el dolor que de verdad siente " ..." y los que leen sus penas/ en el dolor leído bien se sienten / no por los dos que él ha sufrido / sino por los que ellos no tienen."
Los pintores, fotógrafos, cineastas, escritores, poetas y cantores, suelen ser buenos observadores de los distintos paisajes y, en la belleza de su arte, comparten con todos nosotros lo que la vida muestra a su ser. Si uno observa con un cristal de aumento y con mucha atención una imagen, descubrirá que la misma se compone de una gran cantidad de puntos iluminados, alternados con puntos oscuros. Esos puntos pueden estar iluminados con distintos colores de luz. La variedad y combinación de colores, y la misma falta de color o de luz, son imprescindibles para captar fielmente la imagen que el artista, o la naturaleza, pretende compartir con nosotros. La vida nos ofrece un mosaico de hechos o circunstancias que actúan como los colores, para armar los paisajes de nuestra existencia. Sería demasiado obvio decir que sin la oscuridad no percibiríamos la luz, que sin el frío no percibiríamos la calidez, o que sin el calor no valoraríamos el frescor.
Ocurre que, en ciertas ocasiones, cegados por el dolor físico o del alma que nos aqueja momentáneamente, los seres humanos parecemos olvidar los momentos placenteros que hemos vivido. Esto, que parece ser una ingratitud hacia la vida, es una característica inherente a nuestra naturaleza, una actitud defensiva. Los relatos cantados, dichos o escritos suelen mostrar una exaltación de la queja por sobre el reconocimiento a los buenos momentos pasados y por venir. Hay una gran cantidad de obras artísticas que valoran lo mejor del paisaje, de la gente, de la vida. Así también hay obras que expresan quejas, dolores y reclamos por una solución. Todo es parte de la interpretación que el artista hace de un momento de su existencia. Cuando tal manifestación artística nos impacta, nos conmueve o de algún modo alcanza nuestro corazón, el artista alcanzó su objetivo de compartir lo que siente. Los avatares de la existencia humana, que nos afectan en el ánimo para bien o para mal, no nos relevan de nuestra obligación moral de enriquecer al pedazo de mundo que nos rodea, brindándole la imprescindible alegría de vivir y de reconocimiento a la vida.
A partir de esta actitud, estaremos en condiciones de transmitir lo mejor de nuestras experiencias y conocimientos, para que nuestros hijos y los hijos de nuestros hermanos puedan armar y disfrutar un mundo cada día mejor. Debemos aprender, pensar, elaborar y ofrecer al prójimo el bagaje de experiencia que nos brinda la vida, sin mezquindades ni retaceos, pues no hacerlo sería como robar una parte de la herencia que corresponde a las nuevas generaciones. También debemos meditar mucho sobre la veracidad de lo que compartimos con nuestros hermanos, pues la mentira distorsiona los paisajes vitales, y esto es dañino para los que vienen a continuación de nosotros. El momento para comenzar con la agradable tarea de buscar el bien del prójimo, que es asegurar nuestro propio bien, es ahora mismo, sin demoras y sin pereza.
¡Ama súa, ama llulla, ama ckella!