Decía en cada estrofa de la primera parte, una chacarera de Don Lorenzo Gutiérrez que solía cantar su hijo Daniel en la audición radial del Alero Quichua Santiagueño, en la época en que el programa salía por una hora cada semana. Por ahora, la letra de esta chacarera está un poco caída en olvido, pero es de recordar que en cada estrofa daba alguna característica del santiagueño y se disculpaba por ello.
Cada grupo humano tiene características que pueden ser compartidas con otros grupos, especialmente los geográficamente más cercanos. Aún con ciertas particularidades diferentes en cada región dentro del territorio provincial, los santiagueños tenemos características que son consideradas propias de nuestra provincia.
Una característica de Santiago del Estero es su clima, parecido al de algunos otros lugares de clima mediterráneo semitropical con estación seca. Al estar lejos del mar, en nuestra provincia se dan temperaturas extremas, con fuertes calores en Verano y frío en Invierno. Nuestro clima es muy variable, pues en pleno Invierno puede haber días cálidos.
Se dice que la época de fríos intensos es muy breve y eso parece cierto, sobre todo si tenemos en cuenta las horas diurnas. En Primavera suele darse la época de las sequías, seguida de las tormentas veraniegas.
Por la latitud en que nos encontramos, los cambios en el horario de salida y puesta del Sol que se dan entre Junio y Diciembre son, dentro de todo, moderados, aunque igualmente los percibe la gente que comienza sus actividades muy temprano por la mañana.
En las actividades rurales, las estaciones anuales rigen la rutina de la gente. En Invierno, las tareas comienzan poco antes de la salida del Sol, como queriendo ganarle a la temperatura mínima, que se da cuando Inti ya ha ganado cierta altura sobre el horizonte. Algunas personas dicen que la salida del Sol provoca más frío. Lo que hace Inti (el Sol) es frenar el descenso de temperatura y hacer que la misma comience a subir, por eso la temperatura mínima se da poco después del amanecer.
Para las tareas rurales y otras actividades al aire libre, en Invierno debe aprovecharse el calorcito de cada jornada. La mejor temperatura en Invierno se da a la siesta, así que a esa hora se trabaja. Cuando declina el Sol, la temperatura va bajando junto con él y hay que volver a la casa. El descanso es prolongado en esas largas noches invernales.
En Verano, las tareas al aire libre deben comenzar bien temprano; es necesario ganarle al Sol y su calor, así que se empieza a trabajar antes del amanecer y se para bien antes del mediodía, para almorzar y dormir una siesta que compense las pocas horas de sueño nocturno. Cuando declina el Sol y la temperatura, se retoman las tareas con buen ánimo después de la siesta y se puede seguir un rato después del atardecer.
En las ciudades santiagueñas y en otras de nuestro país, las distancias entre entre los lugares de trabajo y los domicilios permiten que la gran mayoría de los habitantes almuercen en la casa y tomen una siesta reparadora, la que permitirá hacer una jornada vespertina intensa. Al igual que en cualquier otra ciudad, hay actividades que no pueden parar a la hora de la siesta: Con frío, con calor, con lluvia, como sea, la gente que presta servicios de seguridad, de salud, de enseñanza, difusores radiales, gomeros, transportistas, vendedores de pan casero y gente de otras actividades mantienen en movimiento durante las 24 horas del día a las ciudades grandes o de menor población pero, en general, las actividades comerciales en ciudades y pueblos de Santiago del Estero tienen su pausa para el almuerzo en casa y la siesta.
Otra característica del santiagueño, no exclusiva tampoco pero muy conocida, es el deseo de conocer mundo y la nostalgia por su terruño una vez alejado del mismo. Cuando pasan los años en tierras lejanas, se añora el lugar y la época feliz de la infancia y la adolescencia. Esos sentimientos suelen volcarse hacia el arte y se hace muy notable en la poesía y la música.
En las provincias y ciudades donde aún no impera la desconfianza al desconocido, la gente paisana es muy amable con el viajero. La gente de las grandes ciudades, lamentablemente ya tiene como hábito la desconfianza como mecanismo defensivo. Cuanto mayor es una comunidad, el bandido puede cometer un delito y después huir con pocas posibilidades de ser visto, por que en las grandes multitudes “nadie conoce a nadie”, el apuro por llegar a destino y el temor a una trampa disminuyen y hasta anulan la solidaridad hacia una persona agredida. Hay gente en los grandes conglomerados urbanos, que si presencian un ataque contra una persona del sexo que fuere, prefiere primero ponerse a salvo y después “denunciar” en las redes sociales lo que ha presenciado sin ayudar.
“¡Qué suerte que es chico mi pueblo!” dice la zamba Mi pueblo chico, situándonos en un pueblito serrano de Córdoba.
No deja de ser una suerte el vivir en un pueblo chico, en el que todos se conocen y los visitantes son detectados enseguida. En un pueblo chico, el visitante va ser atendido solícitamente y a la vez observado por curiosidad. Si algo malo ocurre en un pueblo chico, enseguida se puede inferir quién ha sido el causante, por que se conocen los hábitos de cada uno. Los eventuales visitantes pueden entrar en la lista de sospechosos, según la naturaleza del hecho, pero habrá cuidado para no ofender, por si ha sido alguien de la propia comunidad.
¡Qué suerte que Santiago del Estero aún no es una ciudad grande! Aún podemos encontrar un conocido a cada rato cuando transitamos las calles. Si nos proponemos, podemos saber quiénes son nuestros vecinos y cuáles son sus costumbres. Aún acostumbramos conversar a viva voz de vereda a vereda, salvo en las calles anchas o en momentos de mucho tránsito, pues ya tenemos ese problema que soluciona el transporte para muchos.
Los santiagueños tenemos ciertas características en el modo de ser y de hablar. Si las conservamos, seguirá ocurriendo que con sólo escucharnos hablar, muchos compatriotas deduzcan que somos de esta bendita tierra. Es lindo poder parecer lo que uno es. Siguiendo los consejos de Martín Fierro, si andamos entre gente extraña debemos ser muy precavidos.
También tenemos que tener ciertas precauciones al estar en nuestra propia casa, pero sin perder la amabilidad que parece ser nuestra carta de presentación. Debemos cultivar y promover el ser y sentirnos santiagueños, para decir como dice Don Lorenzo Gutiérrez en la segunda parte de su chacarera: “Qué suerte ser santiagueño”.
19 de Mayo de 2.020.