Comentó uno de los participantes en la reunión para despedir el año laboral, al ver que ya estaba “cancha cancha” (claridad del amanecer). Cuando uno está pasando un buen momento, conversando, cantando y escuchando a cantores decidores, el tiempo “pasa volando” y, si no tenemos un reloj a la vista, el cercano cantar de los gallos y de algunos pájaros nos avisará que hacía un buen rato debíamos haber dicho: “Vámonos, que los dueños de casa ya deben de estar con sueño”.
Además de lo rápido que parecen pasar los buenos momentos, en esta época del año tenemos las noches más breves en el Hemisferio Sur. Eso se debe al movimiento de la Tierra respecto al Sol. En estos días, entre el 21 y 22 de Diciembre, hay un momento en que los rayos del Sol bajan en forma vertical sobre el Trópico de Capricornio, línea imaginaria que en nuestro país pasa por las provincias de Jujuy, Salta y Formosa. Sea donde sea que estemos en ese momento en Argentina, en el Solsticio de Diciembre tendremos la sombra más corta del año en el mediodía. Pasado ese momento, si observamos con atención, veremos que cada día la sombra se estirará un poco, hasta llegar a su máxima extensión alrededor del 21 de Junio.
Muchos pueblos observaron los astros desde tiempos antiguos y muchos de ellos tomaron a esos momentos del año, a los que se llama Solsticio, como días de conmemoración o festejo. Dicen que las culturas de una parte de Europa y de Asia celebraban el día más breve del año, con la noche más larga. Dicen que de la conjunción de esa celebración de los antiguos romanos con la celebración del nacimiento de Jesús, se determinó que el 24 de Diciembre sea considerada la Nochebuena, por el nacimiento del Niño Dios.
Al cambiar del Calendario Juliano al Calendario Gregoriano, el día del Solsticio de Diciembre (comienzo del Invierno en el Hemisferio Norte) pasó a ser el 21 y a veces el 22, pero el 24 ya quedó como Nochebuena y el 25 como día de la Natividad del Señor (Navidad).
Los españoles y portugueses que vinieron a conquistar la parte de nuestro continente que hoy llamamos América Latina, trajeron consigo el catolicismo con sus tradiciones y preceptos. Los pueblos originarios tenían sus propias tradiciones y creencias, pero prevaleció la prédica de los misioneros europeos, dándose en algunos casos adaptaciones a las creencias populares originarias o criollas.
La fiesta de la Navidad pasó a ser parte de los pueblos latinoamericanos, con variantes según las regiones o países.
En Argentina, con una población mayormente católica, el 24 de Diciembre ha pasado a ser una fecha de gran importancia religiosa, con reunión familiar alrededor de la mesa, asistencia a misa y serena celebración. Se generalizó el armado de pesebres, lo que era motivo para el intercambio de visitas, admirando el pesebre navideño de cada casa. Muchos de nosotros, especialmente en la infancia, hemos creído que la palabra pesebre indicaba únicamente el lugar de nacimiento de Jesús. Después aprendimos que pesebre es el comedero del ganado dentro de un establo.
En algunos pueblos, la Municipalidad premiaba a los mejores pesebres, llegando a ser motivo para la visita de gente de otras poblaciones, que llegaban para admirar el arte de los vecinos. Poco a poco, sin que se pueda fijar la fecha, un arbolito de una especie conífera fue creciendo a la par del pesebre, hasta superarlo en tamaño. Cuando el arbolito tuvo tamaño suficiente, “alguien” dijo que en él debían colgarse regalos para toda la familia. En todo caso, también se podía poner los regalos al pie del árbol navideño.
Después fue entrando, o siendo introducido, Papá Noel con su ropa abrigada, su trineo con renos y toda la nieve, ideal para un Diciembre santiagueño. El comercio y los gobiernos adhirieron a estas manifestaciones nórdicas más rápido que al pesebre, pues lo “divertido” vende más. Poco a poco, a lo largo de las décadas, se dejaron de lado los villancicos y los pesebres, adoptándose el “Árbol de Navidad” como símbolo de estas fiestas. Así como nuestra población va cambiando de nombres de pila, Papá Noel está pasando a llamarse “Santa Claus” o simplemente “Santa”. Los señores mandan, una gran parte del pueblo obedece.
Muchos dicen que siguen los dictados de la televisión y de Internet por que es lo que les gusta a sus hijos; da la impresión de que han armado el trineo al revés y el trineo es el que va remolcando a los renos. Muchas mercaderías y costumbres (ligadas al excesivo consumo) nos son presentadas como preferencias juveniles, pero quienes pergeñan todo esto son casi todos sexagenarios y septuagenarios, gente con gran experiencia comercial.
Justamente, la falta de experiencia (no de inteligencia) de niños y adolescentes es lo que lleva a todos ellos a deslumbrarse con lo “novedoso” y con lo que los famosos u otros jóvenes hacen. El acatamiento ciego por falta de experiencia es comprensible. Lo que es difícil de tolerar es ver a personas adultas, en edad de ser padres y abuelos, tomando actitudes inmaduras y tratando de parecer adolescentes, dejando a los más jóvenes sin guía familiar.
Hay una corriente (cada vez más fuerte) que condena la conquista de América por parte de los españoles católicos y la ocupación de territorio de los pueblos originarios por parte de los criollos, mientras adoptan las modas de alto contenido inglés, como si esas modas fuesen parte de lo que dicen defender. Es muy posible que los pueblos originarios aún no estén enterados de tales movimientos que estarían protegiéndolos mediante la campaña anti española y anticriolla.
En síntesis, parece que la moda al respecto dice: Lucho por los pueblos originarios, odio a los europeos invasores y a los criollos asesinos de “indios”, mientras adopto las costumbres que nos envían desde el hemisferio Norte, con vocabulario inglés.
La nueva invasión no respeta ni al quichua ni a los otros idiomas originarios; al contrario, tiene por finalidad hacerlos añicos con campañas persistentes, como las que vienen en contra del castellano. Estamos siendo invadidos y quienes lo percibimos no debemos adherir a ello, al tiempo que tratamos de alertar a los alegres compradores de lo foráneo.
Cuidar de lo nuestro, como pueblo criollo bilingüe que somos, sería un buen regalo de Navidad y de cualquier momento del año.
24 de Diciembre de 2.019.