Dijo alguien al escuchar sobre un conflicto familiar ajeno. La afirmación, válida por cierto, sirve para recordar que debe dejarse a cada pareja o cada familia que resuelva por sí misma sus conflictos. De paso recordamos que cada casa debe trabajar por sus logros, recurriendo a la ayuda externa solamente cuando sea necesario.
En muchos casos uno puede sentir el impulso de intervenir para zanjar una diferencia entre otras personas, pues el problema se ve mejor “desde afuera” que siendo parte del mismo. Pero hay grandes posibilidades de que al intervenir en una disputa ajena, el “shaticu” (meterete) bien intencionado pueda ser considerado una amenaza para las partes en conflicto, las que se unirán contra el invasor para luego seguir con su propia pelea. El amigo comedido pasará a ser un ex amigo y la pareja que tenía una disputa seguirá como antes o no, pero la intervención externa no habrá influido en las decisiones tomadas por las partes en conflicto.
La reconciliación ajena suele parecernos extraña, como la realización de un imposible. La reconciliación consiste en volver a conciliar. Conciliar es concordar, estar de acuerdo, llevarse bien. Si dos personas o dos grupos de personas pierden el estado de armonía y después solucionan las diferencias, concilian nuevamente o, mejor dicho, se reconcilian. Para una reconciliación, es preciso que antes de la ruptura haya existido una serie de coincidencias entre las partes.
Si cada casa es un mundo, también lo son las distintas relaciones horizontales, lado a lado, entre seres humanos. Según parece, no hay dos personas iguales y, si extendemos más la observación, no hay dos seres vivos iguales; parecidos, muy parecidos, casi idénticos, sí, pero no exactamente iguales.
Las coincidencias son factores de unión y las diferencias pueden ser un buen complemento en la relación entre personas, o ser motivo para rispideces y desencuentros. Cuando se ve a dos o más personas juntas, enseguida deducimos que comparten más coincidencias que diferencias, por eso marchan juntos por la vida, a la par, lado a lado, a veces tomando cada uno un desvío distinto del camino, pero sin perder el rumbo.
En esas relaciones en que hay más coincidencias que diferencias, la intromisión de gente ajena genera un inmediato rechazo. Cuando en el transcurso de la relación, aparecen más diferencias que coincidencias y se llega a la ruptura, suele ser necesaria la participación de un árbitro imparcial que sea lo más objetivo posible, para que la separación sea lo menos traumática posible y del modo más justo.
“Cada casa es un mundo” dijo alguien y otra persona, para poner su cuota de buen humor, agregó: “Casa Fulano de Tal, un mundo de golosinas”´, tal como decía una propaganda radial hace décadas. Enseguida, para continuar con la broma, mencionaron a otros supuestos locales comerciales, como “La Casa del caño de escape, un mundo de explosiones”, “La Casa de las heladeras, un mundo congelado”, etc.
El lema de la casa comercial mencionada al principio y los de las casas imaginadas con buen humor, al igual que los carteles para promoción de diferentes negocios, en pocas palabras nos dicen con claridad qué mercaderías o servicios encontraremos en su interior o, dicho de otra manera: Con el nombre del negocio nos están diciendo qué venden.
Los nombres de las casas comerciales y de las casas culturales nos ayudan a saber cómo son esas casas, aún antes de entrar. Uno ve escrito “Carnicería” en el cartel que está en la puerta del local, y sabe que en ese lugar va a encontrar carnes de distintas procedencias y para distintos fines, pero no hay dudas de que en ese lugar podrá comprar lo que vende cualquier carnicería. Por supuesto que “El mundo de las heladeras” es la casa donde se encontrará una gran variedad de heladeras.
En una biblioteca, encontraremos una sala de lectura bien surtida de libros y alrededor de ella puede haber una serie de servicios culturales relacionados con los libros. Cualquier emprendimiento cultural es muy distinto a las actividades comerciales, pues lo cultural no es comercial y, si se convierte en una actividad lucrativa, tarde o temprano pierde su razón de ser, alejándose del objetivo cultural.
Cuando nace un emprendimiento cultural, sus primeros impulsores le ponen un nombre que representa cuál es el objetivo a seguir. Ese nombre mostrará públicamente qué es lo que se quiere lograr para satisfacción de los integrantes del grupo y para bien de la comunidad. Viendo el nombre del emprendimiento, quienes aún no forman parte del mismo decidirán si se incorporan o no, pues el nombre les indica si hay afinidad con los pensamientos y sentimientos de cada uno, para que cada uno decida si ingresa o no en ese mundo.
Cada casa es un mundo y cada mundo es muy particular, distinto a los otros mundos. El Alero Quichua Santiagueño, en tres palabras nos está mostrando su personalidad, para que decidamos si entramos o no a la sombra de este Alero que, como tal, no tiene una puerta por la cual entrar y salir. Al ser simplemente una extensión del techo del rancho, es un espacio abierto, al cual se puede acceder sin obstáculos de ninguna índole.
La segunda palabra del nombre nos está diciendo que esta casa es un mundo quichua y a la vez forma parte del mundo quichua en todas sus expresiones: El habla, la poesía y el canto.
La tercera palabra nos está diciendo que lo enunciado antes tiene una pertenencia: Santiago del Estero. Nuestro Alero Quichua es santiagueño, pertenece a Santiago del Estero, de él procede. Las tres palabras nos están diciendo que este Alero tiene como objetivo el quichua santiagueño y, por extensión, los valores auténticamente santiagueños, formando un Alero cobijador de las inquietudes que se ubiquen debajo de este generoso techo.
Ya pasó mucha gente por este espacio del Alero Quichua, ya hubo una Comisión Directiva inicial, ya hubo un período en que el Alero Quichua Santiagueño fue una Persona Jurídica, ya hemos perdido el rumbo y lo hemos vuelto a encontrar. Ca huata (este año) en que cumplimos medio siglo de existencia, tenemos que honrar la idea del grupo iniciador de esta patriada quichua, para mantener el rumbo de nuestra causa, que es una casa de cultura.
Este año hemos superado el Otoño; en el entrante Invierno, vamos a ocuparnos de que nuestro quichua esté bien florecido en Octubre, cuando alcancemos los cincuenta años de existencia.
18 de Junio de 2.019.