No necesita decir el apellido del motivador para que uno sepa de quién se trata. Don Sixto Palavecino ha dedicado su vida al quichua. Nacido en una familia quichua hablante, su lengua materna fue el quichua. En esa época, principios del Siglo XX, el bilingüismo estaba generalizado en nuestra provincia.
Muy temprano en su vida, Don Sixto tuvo que aprender a hablar también en castellano. La escuela nos prepara para la vida en sociedad y la cultura general argentina nos prepara para vivir en Buenos Aires o según Buenos Aires. Desde Buenos Aires llegaba la orden de alfabetizar y castellanizar a la población. El quichua era considerado factor de atraso. Nuestro país, que cien años antes se había desvinculado políticamente de España, pugnaba por europeizarse.
El ingreso a la escuela primaria era un fuerte impacto cultural para los niños de las comunidades quichuistas, lo que provocaba rechazo por parte de las familias. En su libro Shunko, Jorge Washington Ábalos relata esta situación unos años después de la etapa escolar Don Sixto. Similar a Shunko, el pequeño Sixto sintió el fuerte choque de su quichua familiar con el castellano escolar y social. Había que aprender y aprendió, al igual que sus compañeros y otros changuitos de nuestra provincia.
Trasladado a vivir en Villa Salavina, Don Sixto convivió con mayor cantidad de gente que hablaba en castellano. Su relación con los proveedores que llegaban desde la Capital a su negocio de ramos generales, debía ser en castellano. Percibía que, fuera de su familia, cada vez tenía menos interlocutores quichuistas y se preocupaba por su lengua materna. La música y el canto quichua le proporcionaban alegría a su corazón, más aún por que los músicos sacheros con quienes compartía momentos ancha súmaj (muy lindos), eran quichuistas.
Con gran pena, Don Sixto observaba el paulatino retroceso del quichua en el habla popular. El quichua era exclusivamente sachero, del monte, factor de atraso, mientras que el castellano representaba a la ciudad, al progreso, al ascenso cultural. Para vivir en comunidad había que hablar en castellano. El quichua quedaba relegado a la vida familiar y a la conversación con algunos amigos.
Un día, el concepto cambió, al enterarse por el diario de que en pleno centro de Santiago del Estero, en la prestigiosa Biblioteca Sarmiento, había una escuela de quichua. El hacedor de esa escuela era Don Domingo Antonio Bravo, docente que venía trabajando por el quichua. “¡Ancha ashcat cusicorani!” (Muy mucho me alegré) dice Don Sixto respecto al momento en que supo de la tarea del Profesor Domingo Bravo; lo expresa en la chacarera Penckacus cáusaj carani (Avergonzado vivía).
Su contacto epistolar primero y personal después con el Profesor Bravo, ha sido una gran experiencia para ambos y un punto de partida para futuros logros del quichua santiagueño. Desde Villa Salavina, Don Sixto seguía creando y cantando coplas quichuas, relacionándose con músicos de la talla de Los Hermanos Simón, por ejemplo.
Contaba Don Sixto que su decisión de venir a vivir en la ciudad de Santiago del Estero había sido tomada por que sus hijos debían estudiar en la escuela secundaria, y al enviarlos solos a la ciudad sentía que se desmembraba la familia.
La vida en la ciudad ha sido muy dura para Don Sixto; al llegar descubrió que no iba a poder instalar un negocio similar al de Salavina, como había pensado. Por otra parte, la casa para su familia no era la misma que le habían indicado anteriormente. Poco a poco, trabajando de peluquero, iba mejorando la situación de su familia y consiguiendo uno de sus objetivos en la vida, que era hacer estudiar a sus hijos. Mientras tanto, sembraba el quichua en sus actuaciones artísticas y en cada lugar donde estuviese.
Por uno de sus habituales saludos en quichua en el momento de subir al ómnibus, ocurrió uno de los momentos claves en su lucha por el quichua: Conoció a Felipe Corpos, con quien fue amigo y compadre. Los amigos Sixto y Felipe crearon piezas muy valiosas para el cancionero folclórico argentino; Don Sixto en la música y Corpos en la poesía. Juntos formaron el grupo inicial del Alero Quichua Santiagueño, un grupo cultural que contaba con los elementos humanos necesarios para concretar uno de los movimientos culturales trascendentes de Santiago del Estero.
En esos primeros años del Alero Quichua Santiagueño, Felipe Corpos era el líder del grupo y conductor de la audición radial; Don Vicente Salto era la palabra con autoridad suficiente como para que en algunos casos tuviese algún disenso con Corpos, logrando así entre ambos mejorar ideas y proyectos; el Profesor Domingo Bravo era la figura académica que hacía el discurso de apertura de cada ciclo radial, y en actos de gran importancia hablaba en nombre del Alero Quichua. Cuentan integrantes del grupo inicial, que Don Sixto era el hombre orquesta por sus aptitudes: Quichuista, cantor, poeta, compositor, violinista, bandoneonista, guitarrista y, sobre todo, inspirador de respeto por su sola presencia.
La trágica muerte de Felipe Corpos, el alejamiento de integrantes del grupo inicial, el fallecimiento de Julio Ayunta, Ubicho Santillán, Don Vicente Salto, el alejamiento y posterior fallecimiento del Profesor Domingo Bravo, fueron dejando a Don Sixto solo con gente nueva, la que iba renovándose paulatinamente, con llegadas y partidas.
Entre los muchos que han acompañado a Don Sixto en el sostenimiento del Alero Quichua, se destaca la figura de su hijo Rubén, quien condujo la audición radial desde poco después del fallecimiento de Corpos, siendo reemplazado en distintos períodos de pocos años por el Arquitecto Mario Olivera y la Srta. María Teresa Pappalardo.
Hoy, a diez años del fallecimiento de Don Sixto, nos damos con que su afán por quichuizar al mundo se está dando, pues nos ha enseñado a los santiagueños y a muchos no santiagueños a reconocer el quichua y practicarlo, cada uno en mayor o menor medida. El Alero Quichua Santiagueño ha trascendido a sus creadores y continúa, sostenido por quienes saben “seguir la huella”, tal como pidiera Don Sixto en su última grabación.
Escuchándolo hablar muy bien el castellano, a veces pensábamos que Don Sixto podría haber aprendido simultáneamente ambos idiomas, pero la prueba de su origen netamente quichuista la dio él mismo, pues en los días previos al supremo momento de su partida, ocurrida el 24 de Abril de 2009, hablaba únicamente la lengua natal, la escuchada desde el vientre de su madre: El quichua, el quichua por el cual vivió y vive en el sentir santiagueño.
En homenaje a Don Sixto, cada 24 de Abril es Día de la Cultura Quichua. ¡Quichua causachun! (¡Que viva el quichua!).
23 de Abril de 2.019.