Por Crístian Ramón Verduc
19/02/2019
"Si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él."

Así dice un viejo refrán. Seguramente hay quienes lo aceptan y aplican en su vida, y seguramente hay quienes no.

Llamamos amigo a quien apreciamos y consideramos afín a nosotros, a nuestros anhelos y luchas. En general, llamamos amigo a esa persona cuya cercanía nos resulta agradable. Hay una gran cantidad de poesía, canto y conmemoraciones dedicadas a la amistad. Decir que alguien hace un culto de la amistad es todo un elogio.

Enemigo es lo opuesto al concepto de amistad. Se considera enemigo a quien nos resulta riesgoso para nuestros intereses, afanes y anhelos. Consideramos enemigo a quien nos ataca u ofende de un modo u otro. En ciertos casos, nuestro enemigo no se percata de que lo consideramos como tal.

En una guerra, los países o bloques enfrentados son enemigos entre sí, y cada uno suele tener el apoyo de amigos, los que son solidarios con la lucha y sus consecuencias. Hay quienes dicen que cada día es una batalla por la supervivencia o por el crecimiento. Las batallas se libran contra oponentes, o enemigos. En el mundo del comercio y las finanzas, el adversario sería todo aquel que esté bregando por los mismos bienes que uno, produciéndose así los enfrentamientos por colisión de intereses.

Quien quiere estar en paz, procura no tener enemigos; no quiere afrontar problemas ni verse obligado a dañar a alguien para defenderse, o verse dañado por ese enemigo. Uno podría vivir en paz si no se entromete en vidas ajenas, si es cuidadoso en sus acciones y dichos, procurando no ofender a nadie. En ese caso, uno estará haciendo lo que está a su alcance para lograr una vida pacífica. Pero todo lo que uno haga no es suficiente si alguien se abalanza en calidad de enemigo. Como dice Martín Fierro a sus hijos: “Naides sabe en qué rincón se oculta el que es su enemigo.”

Si uno vive pacíficamente, sin molestar a nadie pero, por ejemplo, un día descubre que un vecino está avanzando sobre su terreno, se acabó la paz. De ahí en adelante, si decide no reclamar por el atropello, el invasor seguirá avanzando y procurando otros modos de ofender, estimulado por la impunidad. Si uno decide reclamar por lo suyo, es posible que el abusador reconozca su error y retroceda, pero la relación entre ambas partes ya no será totalmente pacífica, pues un ofensor que se ve obligado a pedir disculpas queda ofendido y con rencor. Es muy posible que el invasor no quiera retroceder y entonces el pacífico deberá luchar para defender lo suyo, o prepararse para vivir humillado. Al respecto, Martín Fierro dice: “Si les hacen una ofensa/ aunque la echen en olvido/ vivan siempre prevenidos/ pues ciertamente sucede/ que hablará muy mal de ustedes/ aquel que los ha ofendido.”

“Naides sabe en qué rincón se oculta el que es su enemigo.” ¿Tenemos enemigos? ¿Dónde están? No; no puede ser… no tenemos por qué tener enemigos, si únicamente estamos bregando por la difusión y el crecimiento de importantes componentes de nuestra cultura como lo son el quichua y los auténticos valores del nativismo. ¿A quién puede molestarle lo que hacemos?... Seguramente no molestamos a nadie.

Al fijarnos como objetivo la preservación y difusión de los valores culturales nativos, nos hemos fijado una meta que está en el horizonte. Hacia esa meta nos dirigimos, a veces marchando por pampas de suelo firme y pobladas de sisas (flores), otras veces nos vemos subiendo una empinada cuesta de un orcko (cerro), pero por más cuesta arriba que sea el ñan (camino), nos decimos: “Acuychis” (vamos) y seguimos. En esa marcha hacia el fortalecimiento del quichua y los valores nativos, en ocasiones encontramos caudalosos ríos que debemos atravesar con enérgica decisión, para evitar que nos lleven y nos hagan perder el rumbo.

Uno que ha caminado y nadado el Mishqui Mayu (Río Dulce) u otros ríos, sabe lo agradable que es dejarse llevar por la corriente, pasando por bellos y cambiantes paisajes ribereños, mientras se siente acariciado por el agua. Es tan placentero dejarse llevar por la corriente que corremos el riesgo de aflojarnos del todo y convertirnos en parte del río, devorados por él, como atraídos por la Mayu Maman (Madre del Río) que llama desde el fondo del cauce.

Si conseguimos vencer a la tentación y cruzamos el río, seguimos a paso firme en pos del objetivo que nos hemos impuesto. Hay quienes saben tender puentes para cruzar esos ríos sin mojarse ni desviarse.

¿El cerro y el río son nuestros enemigos por habernos causado dificultades en nuestra marcha? Es muy posible que no; uno puede considerar que los accidentes geográficos que va encontrando en su marcha son más bien amigos respetables. Nadie ha de negar la belleza de un cerro ni la de un río; sólo que uno debe decidir si seguir o quedarse en ellos. El cerro y el río están ahí, cada uno en su actividad natural.

La actividad del río está regida por su corriente, la encargada de llevar o desechar lo que ingresa en ella. Quien se topa con un río va a tomar la decisión de seguir la corriente o de mantener su propio rumbo.

El disco compacto Por la misma huella, posiblemente es el último disco en que participó Don Sixto Palavecino. Al comienzo del disco, Don Sixto dice: “Les invito a seguir esta huella, mostrándole al mundo nuestra verdadera identidad.”

Los precursores, como Don Sixto, que es el mayor difusor del quichua de Santiago del Estero, han transitado el camino hacia la preservación y difusión de nuestra verdadera identidad, así que nos queda la tarea de seguir la huella que ellos nos dejaron y mejorarla, sin perder el rumbo ni querer inventar atajos.

Hay corrientes muy distintas a la huella marcada, y es muy fácil dejarse llevar por ellas, llamados por cantos de sirenas fluviales que nos ofrecen fama, popularidad y buenas recaudaciones. Además, esas corrientes parecen ser el camino más rápido y fácil hacia el lejano horizonte.

Seguimos marchando felices al poder mantener el rumbo, cruzando las fuertes corrientes con esforzadas brazadas o caminando por puentes que fueron tendidos por nuestros mayores.

Hay muchas tentaciones para quien quiere desarrollar un talento. Posiblemente la mayor tentación sea la de seguir la corriente que nos viene de lejanas montañas que están generalmente muy al Norte de nuestros pagos, correintes que son acrecentadas por voluntariosos afluentes cercanos que se van agregando.

Los ríos con sus corrientes no son nuestros enemigos. Es lindo verlos y disfrutar de ellos, pero si nos dejamos llevar por la corriente perderemos el rumbo.

El enemigo que nos acecha para hacernos perder la huella es el facilismo. Por eso no debemos olvidar el mandato de nuestros antepasados: Ama ckella (prohibida la pereza).     

19 de Febrero de 2.019.

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