Y que muchos sufrimos por que la realidad no es la que queremos. A principio del Siglo XX, en el departamento Robles nació un varoncito cuya madre quiso que fuese una persona ilustrada, que superase la realidad que vivían en ese tiempo. Con mucho sacrificio, logró que su hijo fuese maestro, logro muy grande para la época si se trataba de gente con bajos recursos. Años después, ese hijo escribiría a su madre: “Penas, fatigas, desvelos/ te cansan jamás./ Toda tu vida a tus hijos/ pues también lo das.”
El changuito respondió bien al esfuerzo de su madre y fue aplicado en el estudio. Se recibió de Maestro Rural y en plena adolescencia fue a ejercer en zonas alejadas de su casa, encontrándose con la realidad de que muchos de sus alumnos eran bilingües y sus mayores también, incluso algunos adultos hablaban solamente en quichua. No sabemos si el joven maestro habrá imaginado encontrarse con esa realidad al encarar la extensa travesía hacia la primera escuela donde debía enseñar.
El jovencito maestro se encontró con que además de enseñar, podía aprender mucho más que lo imaginado. Él enseñaba los fundamentos para ser un ciudadano instruido, que además pudiera expresarse bien en castellano, el idioma oficial de nuestro país, pero al mismo tiempo iba aprendiendo cada día algo más del quichua, el que no le era desconocido desde la infancia, pues en esa época el quichua estaba muy difundido en la provincia.
Comenzó a levantar apuntes de lo que iba aprendiendo, preguntando en muchos casos a los hablantes cómo debía escribir, recibiendo generalmente un “mana yachani” (no sé) por respuesta. Justamente, el Maestro estaba alfabetizando a la población. Fue Director y después Inspector de Escuelas. Para entonces, la pasión por desentrañar la realidad del quichua en Santiago del Estero lo había tomado completamente. Sin dejar de cumplir con sus crecientes obligaciones docentes, se dedicó a estudiar el quichua directamente de los hablantes, entrevistándolos en sus lugares, grabador y cuaderno de apuntes en mano.
Desde la ciudad de La Banda, mantenía correspondencia postal con distintos quichuistas, entre ellos Don Sixto Palavecino, que vivía en Villa Salavina. A ellos les pedía que le escriban en quichua utilizando las letras que a los hablantes les pareciera las adecuadas para hacerse entender sin deformar el habla. Al mismo tiempo, iba estudiando los libros de investigadores que anduvieron por el Perú, Bolivia, Norte de Argentina y Santiago del Estero. Así fue sabiendo cómo era el idioma hace siglos, cómo había cambiado en las distintas épocas y lugares y cómo era la realidad de ese momento para el quichua en Santiago del Estero.
Domingo Antonio Bravo comenzó entonces a elaborar un modo de escribir la variante santiagueña del idioma que fuera el ‘Runa simi (Boca del Hombre, habla del Hombre), lengua del Tahuantinsuyu, llamado por los españoles Imperio Incaico. Convencido de que era necesario escribir de un modo fácil de leer para una población que se alfabetiza en castellano, escribió igual que en castellano lo que sonaba igual que en castellano. Según la signografía elaborada por Don Domingo Bravo, si suena yacu (agua), se escribe yacu, la y con el sonido castellano, similar a la i. Si suena átoj (zorro), se escribe átoj, con un final de palabra similar a cuando en castellano decimos reloj, por ejemplo.
En vista de que los lectores del quichua serían en su mayoría personas que leían castellano, conservó para el quichua reglas del castellano, como las de acentuación y el uso de la h para los diptongos hua, hue, hui. Para las palabras mishi (gato), mishqui (dulce), ashpa (tierra) y otras con este sonido extraño para nuestro idioma oficial, adoptó la sh inglesa, para entonces ya conocida en nuestro continente, por apellidos y marcas de productos ingleses. Para el sonido fuerte encontrado en palabras como nocka (yo), ckam (tú, usted), ckari (hombre), decidió usar una letra c unida a una letra k.
Publicó numerosos artículos y escribió el libro “El quichua santiagueño, reducto idiomático argentino”, en el que muestra la realidad del habla en nuestra provincia, realidad expuesta con mayor amplitud en Estado actual del quichua santiagueño. Elaboró el Diccionario Quichua – Castellano, el Diccionario Castellano – Quichua, y escribió una gran cantidad de libros más, destacándose “¿Quiere Usted aprender quichua?” para quienes deseen iniciarse en el idioma de nuestros mayores.
Don Domingo Bravo ha sido reconocido primero con el título honorífico de Profesor, en el auge de su carrera como estudioso y docente, con sus libros publicados desde Buenos Aires, Tucumán o Santiago del Estero. Diariamente se lo veía transitar las calles de La Banda y de la ciudad de Santiago para llegar al lugar donde debía enseñar o continuar estudiando. Cada tanto debía viajar hacia algún departamento de nuestra provincia, hacia otra provincia o hacia otro país. Siempre activo en su lucha por la integridad del habla, logró llevar el quichua a la Universidad de Santiago del Estero, creando el Instituto de Lingüística Regional, del que fue su Director. El Profesor Domingo Bravo recibió con toda justicia el título de Doctor Honoris Causa.
La realidad dice que Santiago del Estero es bilingüe y es la realidad que conoció el Dr. Domingo Bravo. Al estudiar el quichua de nuestra provincia, percibió que el mismo estaba en retroceso, con riesgo de una desaparición a largo plazo, por eso trabajó arduamente para modificar el futuro del idioma. Al conocerse Don Domingo Bravo y Don Sixto Palavecino, ambos supieron que estarían bien acompañados en su afán por la pervivencia del quichua.
Juntos en el comienzo del Alero Quichua y a la vez en actividades distintas, Don Sixto y Don Domingo han logrado la modificación de una realidad que podría haberse dado para nuestros días, que sería una gran retracción del quichua. Don Sixto es el mayor difusor del quichua a nivel popular y el Profesor Domingo Bravo es el Yacháchej (Docente) del quichua formador de nuevos quichuistas.
El Profesor Doctor Domingo A. Bravo siguió trabajando y bregando por el quichua de Santiago del Estero hasta que su estado de salud lo obligó a dejar la lucha. Falleció el 27 de Agosto de 1997.
El 27 de Agosto es Día de la Lengua Quichua, en homenaje al Profesor Doctor Domingo A. Bravo. La realidad actual es que el quichua santiagueño precisa de nuestra dedicación para seguir creciendo. Sería el mejor homenaje que podamos brindar al querido Maestro, el Profesor Doctor Domingo Bravo.
21 de Agosto de 2.018.