Hay otros tipos de construcciones colgantes, pero los panales de la abejas y avispas son un ejemplo de una construcción que se hace de arriba para abajo, pues esos panales penden de una superficie ubicada a cierta altura.
Para hacer sus panales, las abejas procuran un lugar limpio, aireado, con sombra y temperatura moderada. Allí se posa un enjambre y entre todas las abejas obreras comienzan la construcción de las celdas que componen los panales. Para tal construcción utilizan cera, la que es producida por determinadas obreras que previamente han consumido miel en abundancia. Ese exceso de alimentación, en vez de causar grasa corporal, produce unas escamitas de cera que son tomadas por las otras obreras y “amasadas” para hacer su trabajo de construcción.
Mientras unas construyen el panal, otras obreras recogen néctar para seguir produciendo miel, la que en gran parte será consumida por las productoras de cera, para seguir proveyendo el material de construcción. A medida que avanza la construcción, más abajo están las celdas nuevas. Al ser una construcción colgante, crece de arriba hacia abajo.
Otro tipo de construcción que puede hacerse de arriba para abajo es el hormiguero, que consiste en una serie de túneles, comparable en cierto modo a las cuevas que hacen muchos otros animales. También son hechos de arriba hacia abajo algunos nidos colgantes, como hacen los pájaros tejedores. Las demás construcciones que uno ve habitualmente, se hacen de abajo hacia arriba. Podemos poner como ejemplo al nido del hornero, ejemplo de laboriosidad. El hornero hace una base con el barro que acarrea desde lugares mas o menos distantes, y sobre esa base levanta una pared en espiral, con una inclinación hacia el centro, de lo que resulta uno de los nidos más sólidos y seguros que se pueda encontrar entre los animales.
Parece ser que las primeras construcciones humanas han sido chozas hechas con palos, ramas, hojas y paja. Eran chozas asentadas en el suelo. Las viviendas ribereñas, ya sean chozas o construcciones más elaboradas, se hacen sobre una base elevada, la que ha sido construida antes. Cualquier casa baja o edificio alto, se construye sobre una base firme, de la que dependerá la solidez de toda la construcción. Una pirámide, cualquiera sea su índole, depende de su amplia base para que la cúspide pueda mantenerse firme en la altura.
Viendo bien, el paso del tiempo a lo largo de los siglos y milenios, además de parecerse al fluir de un río, si hay memoria, se parece a una construcción. Lo que nos ocurre hoy es una consecuencia de lo que ha ocurrido antes, y el mañana depende en gran parte de este hoy. Lo que disfrutamos hoy ha sido construido ayer, anteayer, hace años, hace siglos, hace milenios…
Si comparamos a la Historia con un edificio, veremos que no podemos desechar a los pisos inferiores, a los que están desde antes que el nuestro. Es lamentable el renegar de los hechos históricos y de sus protagonistas. Lo que ya ocurrió es inamovible, tenemos un poco de control sobre el efímero presente y también sobre el enorme y etéreo futuro, pero no podemos hacer nada con el pasado, salvo conocerlo y extraer de él los conocimientos necesarios para no volver a “tropezar con la misma piedra” y para aprovechar lo que hubo de bueno, adaptándolo y mejorándolo.
Un ejemplo palpable lo tenemos en la música criolla de nuestra región. Don Andrés Chazarreta recopiló y difundió un gran caudal de música, cantares y danzas que se habían gestado en los montes y campos, como consecuencia de los sentires y cantares de tiempos ñaupas, tiempos antiguos. Una parte de esas manifestaciones musicales populares tenía sus bases bien arraigadas en nuestra tierra; otra parte de ese bagaje había llegado hace siglos desde más allá del mar y también había echado raíces en nuestro continente. La construcción iniciada por gente de hace muchísimo tiempo, continuada a lo largo del tiempo hasta ser difundida por el Patriarca del Folclore Argentino y seguida por una multitud de autores e intérpretes posteriores, son el necesario pasado sobre el que se sustenta este buen cunan pacha (tiempo de ahora) desde el que estamos haciendo lo nuestro, lo que pronto se convertirá en pasado.
Estas construcciones culturales dan sus flores a diario y las disfrutamos, así como disfrutamos de la floración de los árboles, los que primero debieron hundir sus raíces en la tierra, para poder construir un tronco fuerte, del que saldrán buenos gajos, con hojas capaces de captar muy bien la luz del Sol y hacer el necesario intercambio con la savia que sube desde las raíces.
Un árbol es una muestra de construcción natural que se hace a lo largo del tiempo, partiendo desde una base firme y con la intención de alcanzar al Sol. Bien decía el escritor argentino Francisco Luis Bernárdez en un soneto: “... lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado.”
El mencionado soneto de Bernárdez es muy conocido. Es el que comienza diciendo: “Si para recobrar lo recobrado, debí perder primero lo perdido…”
Para escribir lo escrito, el escritor, crítico literario y diplomático Francisco Luis Bernárdez, debió estudiar lo vivido y vivir lo estudiado, sin renegar del pasado y valorando lo aprendido.
No podemos modificar el pasado, no es sano negar el pasado. Si lo estudiamos y analizamos bien, el pasado es la base firme y confiable que nos permitirá obrar adecuadamente en el presente y proyectar sueños floridos hacia el cielo, en busca de su realización.
El tiempo ñaupa es el sustento del cunan pacha, desde el cual construimos nuestro ámoj pacha (tiempo viniente). Así vamos construyendo, de abajo hacia arriba, agradecidos hacia quienes dejaron los cimientos hechos y hacia quienes siguieron la obra hasta hoy.
26 de Junio de 2.018.