En plena reunión festiva se escuchó a un cantor popular soltar esa expresión resignada. Tenía que dejar la fiesta con su familia y amigos, donde estaba conversando alegremente, escuchando música también alegre, para ir a cantar en un escenario a unos kilómetros de distancia.
En muchos casos, el hecho de cantar representa una obligación laboral. Cada actuación debe encararse como un desafío a vencer, logrando una actuación mejor que todas las anteriores, pese a dolores físicos o de otra índole que pueda estar sufriendo el artista. No debe olvidar que cada actuación es la consecuencia de toda una carrera iniciada hace bastante tiempo, durante la cual hubo logros, renunciamientos, alegrías y tristezas. Si el cantor rehúsa cantar en una actuación, pone en riesgo futuros contratos, lo que afectaría no sólo a su medio de vida, sino también al de los músicos acompañantes, el representante artístico, los ayudantes, el conductor del vehículo en que viajan y otra gente más. Igual compromiso, aunque su papel sea secundario en la escena, es el que tienen los acompañantes y demás integrantes del grupo de trabajo que pone a una figura famosa en un escenario para que luzca su arte.
Muchos nuevos artistas, que desean llegar a la fama en el canto, la música o la danza, también suelen sentir como una obligación el estar en tal o cual acontecimiento, para no perder terreno respecto a quienes también están en carrera hacia la cúspide, donde llegan sólo unos pocos elegidos. Es necesario tomar el camino adecuado y con los elementos correctos, para ascender en esa carrera hacia la cumbre del éxito. Hay que tener talento natural, el que ha de ser cultivado mediante el aprendizaje y la práctica; se debe tener en cuenta, dentro del arte que se practica, qué tendencia se ha de seguir, pues los que quieren “llegar” deben tener en cuenta qué es lo que impacta en el gusto popular. Lograda la preparación necesaria, el éxito depende de la persistencia del artista, de los contactos que pueda tener para acceder a los escenarios más importantes, y lograr ese “algo” que despierte el interés del público.
En el ambiente folclórico hay una multitud de artistas que pugnan por llegar a la cúspide. Todos los días están creando, copiando y ensayando, mientras buscan establecer los contactos que lleven su talento a la consideración de grandes masas de espectadores. En esa carrera competitiva entre una abigarrada multitud, pueden ocurrir algunos empujones, zancadillas y otras actitudes mezquinas, aunque también suelen aparecer manos tendidas dispuestas a brindar una ayuda, dar consejos bien intencionados e incluso ceder espacios en momentos trascendentes. Como en todo grupo numeroso, aparecen distintas características del ser humano.
Dicen que para lograr el éxito es necesario negociar, lo cual implica que uno ha de tener para entonces algo valioso qué ofrecer. Ese algo debe ser la certeza de que en cada presentación va a producir una buena ganancia para el contratante. Una parte fundamental en la negociación, es el resolver qué se le va a ofrecer al público, pues a los empresarios de espectáculos les interesa trabajar con productos que se puedan vender en cantidad a buen precio, y que cuando sean requeridos tales productos se pueda satisfacer la demanda de los compradores. Por eso, cuando el cantor debe cantar, tiene que hacerlo, pues un público insatisfecho puede ser un boleto de ida hacia el fracaso, y tiene que cantar lo que el empresario considera que va a gustar, pues un disgusto del público se paga caro.
Una vez llegado a la ansiada notoriedad, la que otorga la posibilidad de recibir buenas recompensas económicas, el artista tiene que estar preparado para las entrevistas con el periodismo, su contacto con el gran público. El público quiere conocer detalles de la vida y los sentimientos de la figura encumbrada. Ante las preguntas del periodismo, lo que diga el entrevistado pueden ayudarlo a mejorar su imagen o puede tener un efecto no deseado. Hay artistas que en esas ocasiones comentan sobre sus grandes esfuerzos y renunciamientos para llegar a donde se encuentran, logrando así mayor admiración del público; algunos recalcan su capacidad para llegar a la cumbre sin ayuda de nadie, y los admiradores consideran entonces que el talentoso tiene mayores cualidades que las imaginadas hasta entonces. También hay entre los famosos quienes se muestran agradecidos hacia las personas que los han ayudado en su carrera ascendente, actitud que les granjeará la simpatía de una parte del público: La gente que considera los valores humanos por encima de supuestos superpoderes.
“Me gusta cantar y canto”, solía cantar Don Alberto Merlo, uno de los grandes cultores del canto “surero”. El llamado canto surero, representativo de la Pampa Húmeda y Norte de la Patagonia, es poco difundido a nivel nacional y prácticamente no requerido por las masas de público. Es un modo de cantar que tiene gran aceptación por una parte de la población, más que nada en la región a la que representa.
Así, como el canto surero, hay muchas otras expresiones culturales en nuestro país que son poco difundidas, o que tienen pocos espacios si las comparamos con la preponderancia que se le otorga a lo que le gusta a “la gente”. Hay quienes no siguen la corriente impuesta por el gran público, el que a su vez suele tener su gusto manejado por la propaganda. Los que no siguen la corriente de la moda, son los que cantan por el gusto de cantar, los que siguen y cultivan la música de su preferencia, sin importar cuál es el camino hacia la fama.
“Buscamos lo que buscan todos: El dinero”, dijo una vez uno de los cantores que pugnan por ascender al éxito. Posiblemente cuando logre una posición de mayor altura y su horizonte se amplíe, va a descubrir que no todos los que cantan lo hacen por la necesidad o el deseo del dinero, sino que muchos lo hacen por el gusto de cantar, por la satisfacción que les brinda el hecho de ser fieles a sus sentimientos cancioneros. Esos artistas que no satisfacen a las grandes multitudes son los que, a sabiendas o no, satisfacen las expectativas de una parte de la población, la que suele esperar en vano que algún difusor deje por un momento el ancho camino que siguen las mayorías, para transitar algún angosto sendero de los que persisten en un aspecto no explotado del arte criollo.
Cultivar el quichua y el canto tradicional santiagueño no nos va a llevar a lograr recaudaciones, pero sí nos brinda la posibilidad de que tales cantares se multipliquen en otras personas que también sientan algo parecido. Algunos cantores famosos suelen incursionar brevemente en el idioma de su región de origen y eso es muy bueno para la cultura regional y para el cantor.
El cantor que canta a su tierra y a su sentir, sin buscar en ello la fama que se obtiene con renunciamientos, es libre de aceptar o no una invitación a cantar. Eso sí: Una vez que dijo que sí va a cantar, debe hacerlo, pues ello es parte de la formación cultural que su canto representa.
03 de Abril de 2.018.