Por Crístian Ramón Verduc
10/10/2017
Al alba, vidítay, te hei venir a ver.

El comienzo del escondido de José Gómez Basualdo utiliza una expresión en castellano muy común entre nuestra gente. La palabra “alba” es sinónimo de color blanco y, tal vez por que el blanco es la suma de todos los colores, se relaciona la palabra “alba” con claridad. En este canto, promete venir al aclarar, al amanecer.

La misma palabra, pero quichuizada, aparece en el comienzo de la chacarera bilingüe A Loreto voy, cuando Crespín Flamenco dice: “Albitapi ensillaspa mi caballo estoy” (En la albita ensillando mi caballo estoy). Es una oración bilingüe, pero estructurada desde el quichua, por eso el verbo se encuentra al final. El sujeto es tácito, pues la idea sería: “Yo estoy ensillando mi caballo al alba (o al amanecer).”

“Na canchas amun punchau, cketuviscka con su gritar…” (Ya viene aclarando el día, los quetubíes con su gritar…) dice Don Sixto Palavecino en su chacarera Corazón Montaraz. El día viene alumbrando, aclarando, dando claridad sobre lo que nos parecía oscuro.

Don Fortunato Juárez dice en su chacarera Inti Súmaj: “Ya los gallos están cantando, anunciando el día.” En el campo y en las ciudades, los gallos suelen ser los que anuncian la proximidad del amanecer, pues cantan antes de que percibamos la claridad del lindo Sol (Inti súmaj), que todos los días “nace” en el Este, también llamado Naciente.

A la claridad incipiente del amanecer, la gente quichuista la llama “cancha cancha”, significando con la repetición de la palabra, que no es una claridad total.

Cada amanecer es precedido o presentado por el canto de los pájaros, los que poco a poco van formando una gran algarabía anunciadora de una nueva jornada de oportunidades para estas aves y para los otros seres de hábitos diurnos. El primer canto de los pájaros puede ser un aviso de que el individuo que horas antes se había llamado a silencio con la llegada de la noche, ha sobrevivido a los peligros nocturnos y sigue siendo el poseedor del territorio que se ha adjudicado.

Uno suele decir que la vida renace con cada amanecer, justamente por que el canto de los gallos y de los pájaros suele acompañar el comienzo de nuestras actividades pero, en realidad, la vida no se detiene en ningún momento, ya sea en los bosques, campos o ciudades.

En cada amanecer, los bulliciosos seres diurnos tomamos la posta dejada por los seres nocturnos, los que volverán a sus silenciosas actividades después de la puesta del Sol. En general, los animales nocturnos son silenciosos y andan con sigilo, atentos a los peligros que se esconden en la oscuridad.

Se puede considerar peligroso al ser que pueda superar a uno, dependiendo del tamaño y capacidad agresiva o defensiva de cada uno. Por ejemplo, los animales venenosos representan un peligro para todos los seres, pero si son pequeños y visibles son neutralizables.

Hay animales predadores que suelen atacar a sus presas en la oscuridad nocturna; por ejemplo: Los zorros, los pumas, los uturuncus (leopardo americano), las lechuzas, las víboras, los murciélagos, los vampiros, etc.

Los grandes felinos suelen atacar a los animales medianos o grandes, montaraces o de hacienda; la noche es su mejor momento, pues la vista los ayuda y un avance silencioso les permite el éxito en su cometido. El átoj (zorro) también se vale de la oscuridad para encontrar a las aves diurnas en su nido, o para acercarse a los gallineros y atacar cuando las gallinas y los dueños de casa están reposando.

La lechuza y el búho aprovechan su buena visión nocturna y su vuelo silencioso para sorprender a pequeños mamíferos que esperan la noche para entrar en actividad, lejos del peligro que representan para ellos los seres humanos y otros que están activos de día. Hay víboras con hábitos diurnos y otras que andan de noche, todas con el lógico afán de alimentarse a costa de la vida de otros seres. Los nidos de las aves diurnas suelen ser el blanco predilecto para los ofidios, pues de día esas aves pasan la mayor parte del tiempo volando de un lado a otro.

Los murciélagos salen de sus escondrijos al atardecer y, con su molesto chillido ultrasonoro localizan a los insectos (también nocturnos) de los que se alimentan. Los vampiros también son quirópteros (manos – alas), muy parecidos a los murciélagos, pero se alimentan de pequeñas cantidades de sangre que toman del ganado durante la noche. Dicen que los murciélagos duermen colgados de sus patas, mientras que los vampiros se prenden a un árbol o superficie similar, para dormir también cabeza abajo.

Los humanos somos seres diurnos. Estamos más adaptados para el día que para la noche. Nuestra vista funciona mejor con la luz diurna de nuestro planeta. También podemos andar de noche, pero la luz residual nocturna no es suficiente para que podamos percibir colores y detalles en las imágenes que captan nuestros ñahuis (ojos).

Para el mejor reposo de un ser humano, es necesario que haya silencio y oscuridad; eso significa que debemos dormir de noche y estar activos durante el día. Tenemos arraigados los hábitos diurnos desde hace milenios, desde que existimos como seres humanos. El Sol es una necesidad para los humanos, no sólo por la luz y el calor que nos provee, sino por que Inti nos provee ciertas vitaminas al contacto con sus rayos a determinadas horas del día.

Los seres humanos hemos nacido para andar de día y descansar de noche. La vida civilizada, con sus luces artificiales, nos ha llevado a invadir los horarios nocturnos con parte de nuestras actividades. Hay congéneres que prácticamente han dejado la vida diurna para convertirse en noctámbulos, ya sea por razones laborales o por el gusto de hacer una vida distinta a la de la mayoría. Un ser diurno puede pasar tranquilamente una noche despierto y seguir viviendo tranquilo, pero no se puede hacer de ello un hábito sin poner en riesgo la salud.

Para un ser diurno como nosotros los humanos, al igual que para los pájaros, cada amanecer es una fiesta, es un canto a la vida. Cada amanecer es una nueva oportunidad para realizar sueños y proyectos.

Está amaneciendo nuevamente para nuestro afán quichuista. Hay que cantar por eso, con mucha alegría.

10 de Octubre de 2.017.

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