Dicen Los Hermanos Ábalos en la Chacarera del Cachi Mayu. En esa chacarera del Rio Salado recuerdan, como al descuido, una creencia popular. Mucha gente criolla, desde tiempos ñaupas (antiguos) se alegra al escuchar el canto de los ckoyuyos, por que es el anuncio de que la algarroba va a madurar.
El coyuyo es un insecto. En Santiago del Estero los conocemos y nombramos según su tamaño y color: Al grande y de color marrón lo llamamos royo (pronunciamos “roio”), decimos coyuyo (coiuio) al de color verde, un poco menor de tamaño; la chicharra parece un royo minúsculo, y hay otra espcie que se parece un poco a todos ellos pero que rara vez es visto, sino más bien es oído solamente, con un canto distinto al de todos los anteriores, como si diría “llallín, llallín, llallín”. Don Sixto Palavecino, en su chacarera Corazón Montaraz, interpreta como que este tipo de chicharra o ckoyuyito dice “pasa, pasa, pasa” (llallin, con acento grave), para anunciar que ya está pasando el tiempo de las algarrobas maduras.
En esta época, son escasas las algarrobas que están en el árbol. Casi todas ellas fueron recogidas para hacer añapa, aloja, agua muerta o patay, o para guardar como reserva alimenticia para personas y animales. Muchas vainas han sido comidas directamente por la gente o algunos animales, como los pájaros o las cabras. Las cabras suelen pararse en dos patas para alcanzar ramas mas o menos altas, e incluso suben al algarrobo. Las vainas que han caído al suelo sirven para alimento de quienes no alcanzan las ramas, incluso las hormigas, para abono de la tierra y para cumplir con su misión natural, la generación de nuevos algarrobos.
Hay muchas especies muy afines al árbol que conocemos como algarrobo o, en todo caso, hay muchas variantes del algarrobo. El más conocido es el algarrobo blanco, cuyo nombre científico es Prosopis Alba. Otro muy conocido es el algarrobo negro (Prosopis Nigra). Hay una especie de algarrobo al que en otras provincias e incluso en la nuestra llaman ñandubay; su nombre científico es Prosopis Affinis. En nuestra provincia llamamos Pampa Tackellu a un tipo de algarrobo chico y frondoso. En quichua, al algarrobo se lo llama tacko, y la misma palabra se usa para decir árbol; incluso en castellano suele decirse árbol por algarrobo. Al algarrobo blanco se le dice tacko yúraj, mientras que algarrobo negro se dice tacko yana. Pampa tackellu significa algarrobillo del campo, de la planicie. Tackellu es un diminutivo castellanizado de la palabra quichua tacko, en la que usamos llu similar a llo de algarrobillo, pero en vez de usar la i (tackillu) usamos la e castellana, quedando así la palabra tackellu para decir algarrobillo. El churqui es un tipo de algarrobito que también tiene vainas dulces.
El algarrobo ha dado su nombre a distintos lugares de nuestra provincia, como por ejemplo Tacko Yurajníoj (Con Algarrobo Blanco), Tacko Pozo (Pozo del Algarrobo), Tackóyoj (Con Algarrobo),Tacketúyoj (con algarrobito), Tacko Atun (Algarrobo Grande), Tacko Pallana (Lugar Donde se Junta Algarroba), Tacko Puncu (La Puerta del Algarrobo, y así muchos más. En la provincia de Tucumán hay un lugar llamado Taco Ralo, nombre que viene de Tacko Ralo; la segunda palabra es castellana, por lo tanto, el nombre indica que hay pocos algarrobos o que el punto de referencia ha sido un algarrobo con poca densidad en su ramaje.
El nombre algarrobo ha sido impuesto por los conquistadores españoles, los que al ver que este árbol daba vainas dulces y aprovechables para distintos usos, le dieron el mismo nombre que ya tenía el árbol europeo cuyo nombre científico es Ceratonia Siliqua. El algarrobo europeo también tiene madera fuerte y corteza rugosa, aunque las hojas y las vainas son distintas a nuestro tacko.
Cuentan los historiadores europeos que los griegos llamaban kerátion al algarrobo, que al ver que las semillas de tal árbol son idénticas unas de otras en cuanto a peso y tamaño, utilizaron las semillas de la algarroba para pesar perlas y piedras preciosas, de donde surgió la palabra quilate al pasar por boca del pueblo árabe hasta tierras españolas.
La presencia del algarrobo es muy fuerte en la cultura de gran parte del Noroeste Argentino. El tacko o tacku era fundamental para la vida cotidiana de los pueblos originarios de la región, que festejaban la época de las vainas maduras, las que llegaban acompañadas del canto de ckoyuyus y promesas de añapa, aloja y patay. La gente comía, bebía, bailaba y cantaba alegremente, con el fondo cancionero de miles de coyuyos.
El coyuyo aún canta a esta altura del Verano en nuestra región. Muchos de ellos ya han encontrado pareja gracias a su canto y se han reproducido. Pronto, los últimos coyuyos de esta temporada irán acallando sus cantares; su descendencia quedará bajo tierra esperando los calores de un Verano no muy lejano, coincidente con la época en que el monte está bien verde y los algarrobos lucen vainas grandes pero verdes, como esperando el estímulo cancionero de los nuevos coyuyos, que emergerán de la tierra para subir a los árboles y comenzar a cantar, llamando a quien ha de ser su pareja en la época de los grandes calores estivales. La vida del coyuyo es más prolongada bajo tierra, pues en estado de larva y ninfa vive años, mientras que como insecto adulto vive menos que un Verano.
La relación entre el coyuyo y el algarrobo es como un círculo dotado de un movimiento interminable, con sus ciclos de espera invernal y de gran actividad estival, con un constante enriquecimiento del entorno natural. El ser humano aprovecha esa abundancia y toma de ella parte del excedente; incluso derriba algarrobos para utilizar su noble madera o para que el fuerte árbol no estorbe en sus proyectos urbanos o en sus futuros sembradíos.
Un algarrobo tarda muchos años en alcanzar su plenitud. No es justo que nosotros lo destruyamos en un instante, con el consecuente daño para el ambiente en el que todos vivimos. Sería muy inteligente de nuestra parte evitar la destrucción en vano, tanto de plantas como de animales. Cuando cortemos un árbol debemos plantar por lo menos uno y asegurarnos su crecimiento, el que traerá prosperidad para el futuro, además de la necesaria sombra para la época del año en que el Sol cae a plomo sobre esta parte de la Tierra.
Si no cantan los coyuyos no madura la algarroba. Si faltasen algarrobas y coyuyos, sería una señal de que la Humanidad fracasó en su intención de prolongar su propia existencia como especie.
24 de Enero de 2017.