Por Crístian Ramón Verduc
06/12/2016
“Sombreando bajo un tala, ‘pa no perder la costumbre…”

“Sombreando bajo un tala, ‘pa no perder la costumbre…” dice Don Manuel Augusto Jugo en su chacarera Costumbre Criolla (música de Orlando Gerez). Es buena costumbre la de procurar la sombra de un árbol. Cuando hace calor, uno busca la sombra de un buen árbol para refrescarse con la brisa si la hubiere. Generalmente hay una brisa, especialmente en los días calurosos, los que incluso pueden generar vientos fuertes.

Utilizamos el verbo “sombrear” por “estar a la sombra”; encontramos el regionalismo en nombres de lugar, como por ejemplo Guanaco Sombriana, en el departamento Atamisqui de Santiago del Estero. El sufijo na, agregado a la raíz del verbo “sómbriay” (sombrear, estar a la sombra), hace que la palabra indique un lugar donde se está a la sombra; el nombre completo del lugar nos dice que ahí sombreó un guanaco, que era un lugar preferido por los guanacos para estar al cobijo de los árboles. Se entiende entonces que en nuestra provincia hubo guanacos en tiempos pasados.

El árbol es el refugio natural para humanos, animales y también plantas de menor porte. Nos protege del Sol fuerte y de las lluvias. Cuando hay tormenta eléctrica, es mejor evitar el cobijo de árboles o cualquier objeto que se eleve considerablemente del suelo, pues puede ser el punto donde se produzca una descarga eléctrica, lo que llamamos rayo.

El rayo es una descarga eléctrica entre la tierra y las nubes; como tal, busca el camino más corto, por eso los puntos más elevados son los que reciben más “caídas de rayos”. Esos puntos elevados pueden ser una antena, un edificio, un árbol solitario o más alto que los circundantes, un jinete en la planicie o un bañista en una playa. Siempre la descarga eléctrica se va a producir en el punto más cercano a la nube; en un campo llano, una persona en pie ya es un camino más corto hacia la nube, que el suelo en que la persona está parada.

Pero en los días de Sol fuerte, lo mejor que podemos encontrar mientras andamos, es un árbol o una fila de árboles para aprovechar la sombra de su fronda. La sombra del árbol ha de ser más larga cuanto más bajo esté el Sol respecto al horizonte; por eso es que en Invierno vamos a encontrar sombras más largas que en Verano, aunque en los amaneceres y atardeceres es siempre mas o menos lo mismo para todas las latitudes.

La sombra que proyecta un árbol sirve también para calcular la altura aproximada del mismo; para ello, medimos nuestra propia sombra y la del árbol. Por ejemplo: Si una persona mide dos metros de estatura y su sombra mide un metro, para cada metro de sombra del árbol corresponde calcularle dos metros de altura. Es un cálculo aproximado, pero que puede ser útil para ciertos casos.

El poeta salteño Jaime Dávalos escribió la célebre Vidala Para mi Sombra, en la que muestra un sentimiento especial para la sombra que proyecta él mismo. Viendo bien, la sombra es una compañera inseparable que marcha a nuestro lado, o nos sigue o nos abre camino mientras estamos sobre la faz de la Tierra y contrastados con una luz.

El contraste entre luces y sombras inspiran pensamientos de toda índole, desde los más luminosos hasta los más sombríos. Bien podemos decir que todos, de un modo u otro, tenemos en nuestra vida un lado iluminado y un lado sombrío. Lo interesante es que, cuanto más fuerte sea la fuente de luz o más cerca de ella estemos, más iluminado estará el lado que le mostremos, mientras que el lado sombrío será menos oscuro, más fácil de entender.

Todas las personas, al andar por el mundo bajo las luces de la vida, proyectamos una sombra mas o menos grande, dependiendo de cuán cercanos estemos respecto a la fuente de luz. Así como en los días de Sol fuerte necesitamos guarecernos a la sombra de un árbol frondoso, en ciertos momentos de la vida precisamos el cobijo de alguien que nos cubra y proteja. Una vez pasado el peligro de insolación, debemos continuar la marcha por la vida, proyectando nuestra propia sombra. No es cosa buena vivir a la sombra de alguien, pues podemos acabar debilitándonos por falta de Sol.

Así como hay días de Sol resplandeciente, también hay días nublados, con nubes oscuras que impiden el paso de Inti (el Sol), haciendo difusas nuestras propias sombras. Las nubes no son negras ni azules ni grises; lo que vemos de ellas es el lado oscuro, el opuesto al que recibe la luz solar. Cuanto más gruesa es la nube, más oscuro va a ser el lado que vemos desde abajo de ella.

La sombra de un árbol es muy beneficiosa; la sombra de una persona con algún tipo de grandeza también. Mientras que podemos ponernos a la sombra de un árbol para no perder la costumbre, el ponernos a la sombra de un semejante es una mala idea, pues así estamos ensombreciéndonos nosotros mismos y matando a nuestra propia sombra. No es cosa buena pretender medrar a la sombra de alguien. No olvidemos que “hasta el pelo más delgao hace su sombra en el suelo” (Martín Fierro). Debemos valorarnos, crecer en altura y frondosidad, sin olvidar que para ello, nuestras raíces deben ser fuertes.

Cuando veamos oscurecerse nuestra vida, como si estuviésemos bajo un cielo nublado, cuando veamos que densos nubarrones se ciernen sobre nuestra cabeza, hagamos un esfuerzo, elevémonos por sobre las oscura nubosidad hasta superar su níveo lado iluminado; así encontraremos el Sol radiante y nuestra sombra se proyectará nítida sobre lo que antes oscurecía nuestra existencia.

No hay sombra mejor que la del árbol; no lo olvidemos, y de paso, preguntémonos: ¿Qué sería de la vida en la Tierra sin árboles? ¿Qué comerían los animalitos? ¿Qué comeríamos los humanos? Tomemos conciencia de que, si necesitamos madera, debemos cosecharla de una forestación racional y no seguir destruyendo el ya vapuleado ambiente. Seguramente va a ser un gran sacrficio adaptarnos a una vida verdaderamente racional, pero los seres humanos debemos dejar de ser tan consumistas, pues estamos quedándonos sin árboles y sin vida. Preservar la Naturaleza es, a esta altura de la Historia, un asunto de vida o muerte.

 

06 de Diciembre de 2016.

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