“Serás lo que debas ser o no serás nada”, cuentan que dijo el General Don José de San Martín. Lo recordamos especialmente al cumplirse un nuevo aniversario de su fallecimiento. El 17 de Agosto de 1850, el Padre de la Patria dejó su vida terrenal, la que estuviera llena de pensamientos, decisiones y acciones tendientes a brindar para su Patria lo mejor de sí mismo.
Don José de San Martín era hijo de un matrimonio español, y con poca edad fue trasladado a España para su educación, los últimos tiempos de su existencia terrenal los pasó en Francia, pero es evidente que su corazón estuvo durante toda la vida en su tierra natal correntina y en su Patria Argentina.
Si José de San Martín nació en Yapeyú, a orillas del río que hace de frontera natural con Brasil, si tuvo desde sus primeros días la amorosa compañía de la mujer guaraní Rosa Guarú, si en sus primeros años de vida conoció a la gente del Taragüí (actual provincia de Corrientes), sin duda debía ser y sentirse correntino, argentino y sudamericano. Don Juan de San Martín y Doña Gregoria Matorras eran españoles, pero José no lo era y decidió ser lo que debía ser: Un patriota que luchó por la libertad de su tierra. Ello lo llevó a convertirse con el tiempo en el mayor referente en la Historia Argentina y Padre de la Patria.
La emancipación argentina y sudamericana se logró por un largo proceso, cargado de idas y venidas, fáciles pérdidas de rumbo y difíciles retornos a la huella que se debía seguir. San Martín no fue el único luchador por la causa libertaria, pero su figura se yergue por sobre la multitud de figuras heroicas, conocidas y anónimas, por varias razones: Fue un genial estratega, innovador en las formas de lucha armada por la libertad de nuestro suelo; supo reconocer el valor de iguales y subordinados; tomó decisiones muy difíciles, llegando al punto de ser acusado de traidor, por su negativa a pelear contra compatriotas contrarios a la causa del poder político de turno; priorizó la misión por encima de su salud y la de su esposa; declinó honores y bienes materiales bien merecidos; cuando debió renunciar a la lucha armada y dar paso a quien estaba mejor posicionado para ello, lo hizo; soportó estoicamente el dolor interno de abandonar la Patria por la que luchó, para no verse involucrado en luchas internas y, por la misma razón, años después debió renunciar al retorno, estando a poca distancia del suelo querido; dejó clara su postura al regalar su sable a quien luchó contra nuevas invasiones, pese a las críticas que sabía le caerían por tal actitud; en su exilio, asesoró a los compatriotas que acudían a sus sabios consejos; al dejar escritas las máximas que guiarían la educación de su hija, dejó un legado para todo aquel que quiera ser honesto en la vida. Podríamos seguir enumerando las valiosas acciones del General Don José de San Martín, pero ello podría parecer un homenaje excesivo, el que seguramente habría disgustado al mayor prócer argentino.
Conocemos al General San Martín principalmente por la creación del Regimiento de Granaderos a Caballo, su bautismo de fuego en el combate de San Lorenzo, el cruce hacia Chile con el Ejército de Los Andes, la liberación del país trasandino, la posterior liberación del Perú, su exilio y fallecimiento en Boulogne Sur Mer un día 17 de Agosto a las tres de la tarde. Lo que la mayoría de los argentinos ignoramos, queriendo o sin querer, es que la vida de Don José de San Martín ha sido moldeada por renunciamientos. Seguramente pasamos de largo por ese tema por causa de que nos resulta duro el tener que renunciar a algo, y nos cuesta aceptar que un héroe haya tenido que desprenderse de comodidades, lujos y honores. Nos gusta más la idea de un héroe avasallador, que vence fácilmente a sus enemigos y que nunca sufre una derrota.
En el andar por la vida, Don José de San Martín iba descubriendo lo que debía ser y, por lo tanto, hacer. Con seis años de edad fue llevado por sus padres a España, donde estudió en buenas escuelas y luego ingresó al Ejército Español. En la Patria de su padre hizo una carrera militar importante, llegando al grado de Teniente Coronel, pero renunció a su carrera ascendente para unirse a los movimientos que procuraban la liberación de su tierra natal.
En nuestro país fue bien recibido e incorporado a la lucha independentista; el gobierno nacional de la época le encomendó misiones de lucha, las que fueron cumplidas con gran eficiencia. Casado con la joven Remedios de Escalada, renunció a la tranquila vida hogareña para continuar con la lucha por la Patria. Mientras preparaba el cruce de Los Andes, fue convocado por el gobierno para combatir a los caudillos federales, pero renunció a los favores del poder político para poder seguir adelante con su proyecto libertador. Liberados Chile y Perú, renunció a la posibilidad de quedar al mando del Perú, para ceder la continuación de la lucha libertadora al General Don Simón Bolívar. Las autoridades de Buenos Aires lo esperaban con graves acusaciones y el pueblo peruano le ofrecía honores, pero su presencia podría haber perturbado de algún modo la acción bolivariana; ésta y otras circunstancias, trajeron al General San Martín de regreso a nuestro país y camino hacia el retiro de su actividad militar.
Habiendo quedado viudo y a cargo de su hija, Don José de San Martín renunció a vivir en Argentina para partir hacia Europa, donde vivió sus últimos años, evitando así involucrarse en las luchas fratricidas que asolaban nuestra Patria. Desde joven se había capacitado para liberar a su país de los enemigos externos y no para buscar una buena posición para sí mismo alzando la espada contra sus compatriotas; es lo que debía ser.
Asumir lo que uno es, capacitarse y tratar de dar lo mejor de uno mismo para el bien del ámbito al que uno pertenece, es una forma de honrar a nuestros héroes, honrar a nuestros cercanos y en definitiva, ser agradecidos por la Vida.
No se trata de quedar en la posición en que hemos nacido, evitando el progreso para nosotros mismos, nuestros cercanos y la Patria toda, sino de llegar a saber qué nos corresponde hacer en la vida y encarar la tarea. Los argentinos y especialmente los santiagueños, debemos asumir que somos criollos, que hemos nacido en una tierra generosa, la que nos ha brindado todo lo necesario para poder prosperar en ella. Debemos ser criollos laboriosos, honestos y veraces; debemos recibir bien a las visitas y a quienes quieran adaptarse a nuestro suelo. Debemos tener cuidado con la tentación de querer parecernos a la gente de otros lugares, que tienen otras realidades y otros intereses.
Sólo por mencionar unas características nuestras, recordamos que somos criollos argentinos, que hablamos castellano y, según las regiones, hablamos quichua, guaraní, mapudungun y otras lenguas de nuestros mayores. Nuestra habla castellana o bilingüe no necesita de muletillas, palabras o frases impuestas por personeros de los intereses extranjeros.
No permitamos que nos sigan invadiendo, pues si no somos libres, no seremos nada.
16 de Agosto de 2016.