Los atardeceres veraniegos en la provincia de Santiago del Estero se hacen agradables con el aroma de yuyos, con el canto de los pájaros y “lejos lejos” (de vez en cuando) el cantar de una vidala. Los recuerdos de esa conjunción de horizonte rojizo y alta temperatura, hacen que el vidalero cante en tierras lejanas: “Atardeceres de fuego ¡Ay, quién pudiera volver a aquellos tiempos ya idos, revivir aquel ayer!” La vidala llamada La Manogasteña, que interpretan Los Manseros Santiagueños, nos cuenta de la nostalgia que siente el criollo de Manogasta que vive en un pago lejano, diferente al de su origen.
Es muy posible que esa persona se sienta inconscientemente obligada a parecer lo que no es. Esto ocurre generalmente con los provincianos que emigran hacia Buenos Aires. Estando allá, procuran ocultar su verdadera identidad y mimetizarse en la masa de gente llegada de todo el país. Es una enorme masa humana de diversos orígenes, casi todos procurando imitar a los “porteños”.
Esos llamados porteños son en su mayoría gente que ha llegado antes, como tributo de las provincias al remolino succionante que son la Capital Federal y alrededores. Si una persona joven provinciana es de escasos recursos económicos, es muy probable que deba viajar a Buenos Aires para procurar empleo y enviar dinero a la familia que quedó en el pago querido.
En otros casos, en los que no hay apuros materiales, la juventud debe emigrar de su lugar de origen hacia Buenos Aires u otro centro urbano desarrollado para tener mejores posibilidades en cuanto a educación. Los artistas viajan hacia Buenos Aires para procurar el éxito, pues en el pago se reconoce más a lo que viene desde la gran ciudad. Lamentablemente, el centralismo no es una característica exclusiva de nuestro país ni de estos tiempos. Se puede ver históricamente en los imperios y países, grandes o pequeños, todos con su ciudad capital recibiendo tributos desde los confines territoriales, como cuando se exprime una fruta, presionando de afuera hacia adentro.
Históricamente han sido las ciudades sede del gobierno las que han recibido los mayores recursos y ofrecido para sus habitantes las mejores oportunidades. Se puede afirmar sin temor a errar, que esa situación se viene dando desde el fondo de los tiempos en todos los continentes de nuestro planeta. A fines del Siglo XVIII, un matrimonio español que vivía en un lejano departamento del Virreynato del Río de la Plata, quiso darle a sus hijos buenas oportunidades, con visión de futuro, así que todos emigraron a Buenos Aires, y de ahí a España.
El menor de los cinco hijos era un “gurí” correntino, que había nacido el 25 de Febrero de 1778 en Yapeyú, departamento de las Misiones Guaraníticas. Era José Francisdo de San Martín y Matorras, hijo de Juan de San Martín, Teniente Gobernador del departamento Yapeyú, y de Doña Gregoria Matorras del Ser. Como era costumbre en esa época, el niño fue criado en su primera infancia por una empleada o criada de la casa.
En el caso de José de San Martín, su niñera era guaraní, de nombre Rosa Guarú. Hay sospechas de que Rosa Guarú sería la madre biológica de nuestro prócer, lo que le otorgaría criollismo de sangre, además del que demostró en los sentimientos. Más allá de especulaciones, el hecho es que el mayor prócer argentino nació en Yapeyú, actual provincia de Corrientes, y amó a su lugar natal, a todo el país y su gente.
José de San Martín tenía seis años de edad cuando toda la familia se estableció un tiempo en Buenos Aires y de allí partió hacia España. A los once años de edad ingresó como Cadete en el Regimiento de Murcia. Pocos años después, combatió en el Norte de África, también en territorio español y francés. A los treinta y cuatro años de edad, cuando ya era Teniente Coronel de Caballería del Ejército de España, retornó a Buenos Aires junto con otros oficiales nacidos en nuestro territorio.
El Triunvirato reconoció el grado militar de San Martín y le encomendó la formación de un cuerpo de caballería, unidad terrestre de rápida movilización y poderosa en el combate. Así nació el Regimiento de Granaderos a Caballo, el que tuvo su bautismo de fuego en San Lorenzo, unos kilómetros al Norte de Rosario, el 3 de Febrero de 1.812. Poco después, San Martín tomó el Camino Real, con orden de relevar al General Manuel Belgrano en el mando del Ejército del Norte, recientemente derrotado por los españoles en Vilcapugio y Ayohuma. Ambos próceres de la Patria se encontraron en la provincia de Salta, posiblemente en Yatasto, y en Tucumán conversaron largamentesobre las dificultades para hacer retroceder a los españoles del Alto Perú (hoy Bolivia), naciendo así en el Padre de la Patria la idea de cruzar hacia Chile para expulsar a las tropas realistas y de allí pasar a Perú con el mismo objetivo.
El Camino Real era la ruta terrestre que unía Buenos Aires con Tarija, en el Alto Perú (actual Bolivia), pasando por las provincias de Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy. Cada tanto, entre las ciudades, había una posta, lugar de descanso y recambio de animales. Viniendo del Sur, la última posta antes de la ciudad de Santiago del Estero ha sido la de Manogasta, distante poco más de treinta kilómetros de la Madre de Ciudades.
Éste fue uno de los lugares donde paró a descansar el Padre de la Patria en su extenso viaje. Hoy es fácil llegar hasta Manogasta, pues la ruta que antes era el Camino Real está pavimentada. Se sale de la ciudad de Santiago del Estero por la calle Independencia y, pasando por Los Flores, Maco, Maquito, La Vuelta de la Barranca, Los Cardozo, San Pedro y Upianita, se puede ver una isleta en el centro de la ruta. En esa isleta está protegido el Algarrobo Histórico que diera sombra a Don José de San Martín.
Hacia la derecha nace el camino hacia Buey Rodeo y a la izquierda está el cementerio de Manogasta. Es posible que, mientras la tropa descansaba en Manogasta, San Martín haya tocado la guitarra y cantado bajo el algarrobo, o tal vez haya escuchado el cantar de algún manogasteño. El canto era una de los principales entretenimientos de aquellos tiempos no tan lejanos. “Pago antiguo y tan sufrido, vieja posta del ayer. Aquí te canta tu hijo, que tanto añora el volver.”
El santiagueño que canta desde la distancia, deseando regresar al pago, se siente más apegado a su terruño. Cuando está agrupado con los coterráneos también emigrados, deja de lado la ficción negadora de su origen y se muestra tal cual es. Desde Santiago del Estero, lo mejor que podemos hacer para que el emigrado y el visitante encuentren a Santiago del Estero cuando vengan, es mantener intactas las raíces folclóricas que nos dan personalidad. El quichua forma parte de nuestra identidad santiagueña.
Somos santiagueños; hemos nacido y pasado nuestros mejores años en nuestra provincia. Seamos lo que debemos ser: Auténticos santiagueños. Ya lo dijo el General José de San Martín, nacido hace docientos cuarenta y seis años en Corrientes, el mismo Libertador que pasó por nuestra provincia hace docientos dos años: “Serás lo que debas ser, o no serás nada.”
23 de Febrero de 2.016.