Entramos en el mes durante el cual Inti (el Sol) estará bien al Norte, llegando a una posición perpendicular al Trópico de Cáncer. En el hemisferio Sur, las sombras son más largas y los rayos solares se sienten con menos fuerza. En nuestro pago se hace sentir el frío, con heladas en algunos lugares de Santiago y nevadas en las montañas de Tucumán y Córdoba. Los hermanos patagónicos están viviendo días muy breves y noches extensas, con frío y viento. Ya es tradicional combatir el frío e incorporar energías bebiendo chocolate con leche o comiendo chocolate en barra.

            Para que podamos beber esa taza de chocolate caliente o comer la barra de chocolate, fueron necesarios siglos de estudios y cuidados con el fruto del cacao para que pudiésemos apreciar ese alimento nutritivo. Fueron los pueblos de América Central, principalmente aztecas y mayas, excelentes botánicos, quienes desenvolvieron las técnicas necesarias para secar y tostar las semillas de cacao que, después de molidas y de recibir calor, se transforman en la pasta de xocoatl. La pasta obtenida por los botánicos no tenía gusto. Para resolver ese problema, disolvieron la pasta en agua mezclada con especias y esencias florales. Agregaron también diversos tipos de polvos de origen vegetal para darles color. Posteriormente, queriendo mejorar el sabor del chocolate, resolvieron agregarle miel y, para conseguir que haga espuma, inventaron el molinillo, un pequeño aparato adecuado para triturar y licuar las semillas. Durante la conquista de América, los españoles transformaron aún mas la pasta de chocolate, agregándole azúcar, avellanas y nueces, semillas de melón y yemas de huevo, conforme al gusto de cada uno. En esa época, los médicos también indicaban el chocolate como medicamento a sus pacientes. Pasaron los siglos y el chocolate recorrió el mundo, afincándose especialmente en los lugares fríos, donde se llegó al convencimiento de que una bebida alcohólica fuerte solamente provoca una momentánea sensación de calor, mientras que la ingesta de chocolate incorpora energía al organismo haciéndole así generar calor. No debemos olvidar que los españoles encontraron civilizaciones muy avanzadas en nuestro continente. El chocolate es uno de los aportes americanos al mundo, que fué aprovechado y no destruído.

            Sin la dominación europea a nuestro continente... ¿Habríamos quedado “atrasados”? Sin los aportes de las culturas de América... ¿Europa estaría igualmente bien alimentada? ¿Quién es pobre: el que tiene muchos bienes sustraídos al prójimo o el que quedó con poco por regalar o haber sido asaltado? ¿No sería justo que los despojadores, además de reconocer sus excesos, devolvieran o compensasen de alguna forma lo sustraído? Es posible que, dialogando a partir de la igualdad entre los humanos, se llegue a valorar el aporte de cada uno de los pueblos del planeta en la búsqueda de la salud y el confort para la vida cotidiana. Claro que para ello, también debe trabajar cada comunidad en la educación de sus integrantes, y así lograr una toma de consciencia estrechamente ligada al concepto de justicia y a un sentimiento de solidaridad, imprescindibles para la convivencia entre las personas y los pueblos. Todo esto es mas fácil de expresar que de llevar a la práctica. Si fuese sencillo, seguramente ya estarían totalmente solucionados los problemas de convivencia. Son tareas para encarar por todos y cada uno de nosotros, potenciales mejoradores del mundo que nos rodea. Pablo Raúl Trullenque nos advertía que las usuras y egoísmos siembran sólo taperas en nuestra querida Tierra. 

06 de Junio de 2.007