Por Crístian Ramón Verduc
02/02/2016
Terminó el primer mes del año. Febrero viene esta vez con un día más.

Cada cuatro años, el segundo mes, que suele durar cuatro semanas exactas, tiene 29 días; se hace así para corregir un error del calendario gregoriano en cuanto a la duración de los años. Terminó Enero, con su intercambio de buenos deseos para todo el año, con sus rutilantes festivales artísticos que tienen nombres por demás llamativos. Algo queda de todo ello para el corto Febrero, mes de transición hacia la normalización de actividades en las ciudades.

En el campo, la vida continúa al ritmo de la Naturaleza, para la cual Enero es simplemente un mes caluroso con abundante lluvia. Febrero viene a ser el cálido pasaje hacia el mes en que se asomará el Otoño. Una vez pasado Enero, en las ciudades comenzamos a ver en el horizonte una serie de actividades que se vienen. La gente del Alero Quichua Santiagueño continuará con acciones más bien individuales, propias del receso en el programa de radio, mientras aumenta la expectativa por la cercanía de Marzo, en cuyo primer Domingo hemos prometido comenzar el ciclo radial de este año.

En el seno del Alero Quichua, hay individualidades que se preparan para este año de radio; hay incorporaciones al repertorio, hay aprendizaje del quichua, hay ideas. Sería bueno que este año nuestro Alero reboce de quichua en particular y de contenido santiagueño en general. Hay quienes están preparados para ello. En cuanto a nuestra ciudad y nuestra provincia, que recibe gran cantidad de visitantes especialmente en el mes de Julio, debería prepararse para cuidar esa gran fuente de ingresos afectivos y económicos que se produce durante las vacaciones de Invierno.

Los habitantes de Santiago merecemos vivir bien, y cuando recibimos visitas debemos estar aún mejor, por nosotros y por ellos. Hoy mismo es el momento para comenzar a poner en condiciones la casa que habitamos y que habitarán temporariamente los turistas. Por las noches, la ciudad debe dejar de parecer lo que los periodistas llaman “zona liberada”, en la que cualquier cosa puede ocurrir. Hace falta presencia y control efectivo por parte de quienes deben velar por la seguridad.

Durante el día, la situación no es tan grave como en la noche, pero es igualmente preocupante. La infraestructura también hace a la seguridad y tranquilidad de la gente. Sería bueno que, aunque sea en el centro de la ciudad de Santiago, las veredas y calles estén limpias y sanas, evitando riesgos de accidentes para vehículos y peatones, especialmente para personas con capacidades motrices o visuales disminuídas. Es inaceptable que, por el centro de la ciudad, se deba caminar cabizbajo para evitar agujeros, charcos e inmundicia. Aunque suene utópico, lo primero que debería hacerse a nivel oficial y social es pasar a considerar que todos somos iguales ante la Ley.

Así evitaríamos que ciertos personajes puedan hacer lo que quieran con sus vehículos, veredas e inmuebles, contrariando lo que dispone la enorme cantidad de leyes y ordenanzas que ya existen. Si el control oficial pasa a funcionar y punir las malas acciones de los pseudo poderosos, los demás vecinos tendremos cuidado y obraremos como corresponde, no como en la actual competencia por ver quién aporta más al caos. La principal responsabilidad en cuanto a la limpieza y orden en la ciudad le cabe al habitante, al frentista. Es así, pero cuando alguien comete infracciones, no siempre es fácil que un vecino le reclame.

En los tiempos de iracundia y aparente impunidad en que vivimos, hace falta una autoridad oficial que actúe contra los transgresores. Ya estamos pagando con impuestos enormes estructuras burocráticas que deberían ocuparse del orden, la seguridad y la limpieza en las ciudades y campos, pero aparentemente esas estructuras están desbordadas por la gran cantidad de transgresiones, por lo que parece ser que se ocupan únicamente de los casos gravísimos o muy publicitados, cuando no solamente de los que afectan a “ciudadanos de primera”. En lo cultural, nuestra paisanada debería rever su actitud.

Si no lo hace por amor a su condición de santiagueño, el paisano de nuestra tierra debería pensar en el buen negocio que es el turismo. Hay que entender, por empezar, que el turismo beneficioso es el que viene. Tenemos que preguntarnos: ¿Qué es lo que motiva a un turista para venir a Santiago del Estero? ¿Vienen a ver cómo nos esforzamos por parecernos a Buenos Aires, a Estados Unidos, a cualquier otro lugar, o vienen a Santiago en busca de Santiago? No basta con mostrarles el Puente Carretero de color naranja, el Puente Negro de color verde, las construcciones casi tan altas como las del lugar de origen de los turistas.

Es necesario seguir brindándoles lo que vienen a buscar: El Santiago del Estero auténtico, el de chacareras, gatos, escondidos, vidalas y danzas tradicionales, instrumentos tradicionales, artesanías locales, culinaria regional, escuchar en las calles y casas de Santiago a los santiagueños hablando como santiagueños... Mal que mal, aún se puede encontrar en nuestra provincia suficiente autenticidad, pero el proceso de aculturación, impulsado por propios y extraños, sigue firme y peligroso.

Esa paulatina pérdida de identidad puede ser combatida con buena voluntad y memoria. Hay que “alargar” la memoria, dejar de creer obedientemente todo lo que nos dice el televisor, recordar cómo hablamos y obramos los santiagueños, procurar ser correctos, sin groserías, sanamente orgullosos de ser y parecer santiagueños, cargados de amabilidad y alegría No se ama lo que no se conoce. No deja de ser preocupante el desconocimiento de lo nuestro que exhibimos en ocasiones.

Tenemos que conocernos, conocer Santiago, lugares, expresiones en quichua, en castellano clásico y en general el habla regional, sin desconocer por ello las expresiones correctas del castellano e incluso sabiendo idiomas extranjeros. El saber no ocupa lugar y el conocer Santiago no sólo es un acto de amor al terruño sino también un modo de hacer sentir bien a los visitantes, que llegan ávidos por recibir información relatada por santiagueños que hablen como santiagueños.

Dejemos de esforzarnos por parecernos a quienes nos visitarán en calidad de turistas; ellos no vienen a ver pobres imitaciones. Dejemos de pretender ofrecerles músicas y danzas que ellos ven todos los días en las periferias de sus ciudades. Vamos a disfrutar de ser quienes somos; volvamos los santiagueños a ser y parecer santiagueños. A las visitas les va a gustar; a nosotros va a gustarnos mucho más.

02 de Febrero de 2.016.

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