En esos encuentros, llamados comunmente “doma y folclore”, suele solazarse la paisanada con fiesta de jineteada, topada de payadores y canto criollo, especialmente surero. La mayoría de estas reuniones multitudinarias se celebran en la región de la Pampa Húmeda, Uruguay y Sur de Brasil.
Hace pocos días, en la ciudad de Jesús María, provincia de Córdoba, se realizó el Festival Nacional de Doma y Folclore. Si bien es cierto que los encuentros, fiestas y festivales de doma que se hacen durante el año persiguen también un fin comercial, en ellos no se ve aún tan exacerbado el interés económico que asola los grandes festivales. “En las playas corcoviando, pedazos se hacía el sotreta, mientras él por las paletas le jugaba las lloronas, y al ruido de las caronas salía haciéndose gambetas.”
En esta estrofa, El Gaucho Martín Fierro describe cómo el domador somete al caballo. Es ésto lo que se exhibe en los encuentros y festivales llamados de doma y folclore. En realidad, son torneos de jineteada, en los que paisanos expertos en sostenerse sobre el corcoveante animal compiten entre sí, montados en caballos que han sido criados para tratar de arrojar su carga al suelo. Hay caballos famosos por la cantidad de jinetes a los que no permitieron completar el tiempo de monta.
De hecho que también hay gauchos famosos por su destreza y torneos ganados. Tanto caballos como jinetes famosos son motivo de notas y fotos en revistas especializadas. En La Vuelta de Martín Fierro, José Hernández describe y elogia el modo como los indios pampas domaban a sus caballos. Fierro cuenta cómo el pampa se hace amigo del equino, lo trata con cariño, lo acostumbra a sus caricias y sus palabras de afecto, hasta que el animal cede y se entrega confiado, listo para ser montado y aprender toda una serie de habilidades que serán útiles para andar en el desierto y para el combate.
Sintetizando, una de las formas de domar al caballo es rápida y espectacular, mientras que la otra requiere de paciencia y tiempo, pero es menos traumática para el animal y evidentemente más efectiva. Si nos ponemos a rever la Historia de la Humanidad, podremos encontrar que las sucesivas dominaciones de pueblos por parte de imperios se parecen a la doma del caballo. Hubo dominaciones violentas y mas o menos rápidas, hubo otras que se lograron con un paciente trabajo de conquista por la simpatía.
Generalmente hubo primero un ataque violento y después la imposición, por las buenas o por las malas, de hábitos que el pueblo dominado fue incorporando a su cultura, para beneficio del conquistador. Los grandes imperios, además de ampliar sus territorios y recaudar mayor cantidad de tributos para su metrópoli, impusieron sus costumbres, cultos religiosos e idioma. Si hoy prestamos atención a las noticias del mundo, veremos que permanentemente hay noticias de acciones bélicas en algún lugar.
Por otra parte, si nos miramos a nosotros mismos, tal vez podamos observar cómo hay un paciente trabajo de dominación foránea que está actuando en cada pago, por no decir en cada casa. Esta última afirmación puede parecer exagerada, salvo que estemos muy atentos a cómo nuestros hábitos han venido siendo modificados desde que podemos tener memoria propia o documentada. Los pueblos originarios más organizados fueron expansionistas, incorporando poco a poco a los pueblos vecinos.
Así se han formado grandes unidades políticas, económicas y culturales, las que según el criterio europeo pueden llamarse imperios. Por eso hablamos de Imperio Maya, Imperio Azteca e Imperio Incaico. Luego vinieron los españoles, portugueses, ingleses, franceses, holandeses y otros puebloe europeos, a establecer colonias en nuestro continente. A nosotros nos dominó el imperio español. Unos más, unos menos, los conquistadores exterminaron lo autóctono para imponer lo suyo, lo recién llegado. En muchos casos, aprovecharon lo originario de estas tierras como para enriquecer lo de ellos, como la incorporación del tomate, la papa, el choclo, el pavo, el cacao y más productos naturales americanos.
La guerra por la Independencia de todo el continente, no dejó de ser un buen negocio para el imperio británico, que ya había fracasado en su intento por jinetearnos violentamente en el Río de la Plata. Los ingleses nos ayudaron en parte a librarnos de España y para ellos se abrieron grandes mercados de ventajoso intercambio. Su Revolución Industrial encontró enorme cantidad de clientes por todo el mundo, en un mercado – imperio donde no alcanzaba a ponerse el Sol. Las manufacturas regionales cayeron en tremendos pozos ante la invasión de productos industriales ingleses.
También el genocidio contra el Paraguay, perpetrado por Argentina, Brasil y Uruguay, fue alentado por el gran ganador de la contienda: Gran Bretaña. Por cuestiones estratégicas, en Enero de 1.833 invadieron violentamente las Islas Malvinas. Como ya sabemos, los británicos fueron expulsados de nuestras islas en Abril de 1.982, para retomarlas ellos meses después, gracias a la ayuda de los Estados Unidos, Chile y países socios europeos, como Francia, por ejemplo.
Poco después llegó desde los imperios la orden de desmalvinizar al pueblo argentino, debilitar nuestras posibilidades defensivas e incrementar las de nuestros vecinos más poderosos. Por otra parte, continuó un largo trabajo de conquista afectiva iniciado hace mucho tiempo utilizando medios pagados por los conquistados. Las modas, impuestas desde las revistas, los diarios, el cine y finalmente la poderosa televisión, nos van transformando poco a poco en ciudadanos ultraperiféricos de los imperios anglo parlantes.
El canto criollo, que se mantuviera y creciera en patios, bailes, pulperías y distintos lugares en todo el país, ganó la ciudad de Buenos Aires por pioneros como Don Andrés Chazarreta. El canto y la danza mestizos, descendientes de originarios y españoles, había regresado a la gran ciudad rioplatense. Solistas, dúos y conjuntos se inciaban jóvenes en el arte del canto, la instrumentación y la danza, soñando con llegar a los grandes escenarios y poderosos micrófonos de Buenos Aires, desde donde se proyectarían al interior del país y hacia el exterior también.
Curiosamente, desde los poderes centrales se obligó a los folcloristas a importar instrumentos y modos de cantar, en forma sutil, como siempre que los productos industriales de los imperios se imponen sobre las artesanías criollas. Hoy por hoy, el televisor nos muestra durante casi todo el día lo que hablan en Buenos Aires, en una mezcla de lunfardo e inglés mal pronunciado.
Nuestra gente, ansiosa por parecerse a sus ídolos efímeros, adhiere rápidamente a las modas, antes de que la moda vaya a cambiar. Aún tenemos jineteadas de caballos, con jinetes vestidos con pilchas criollas, pero si nos descuidamos tendremos “rodeos” protagonizados por “cowboys”, tal como ocurre en gran parte del Brasil, donde la colonización cultural está más adelantada.
Observando la Historia, podremos ver que en el vecino país esa conquista comenzó igual que en nuestros pagos, con el cuento de que es lo preferido por los jóvenes, dejando de lado a gran cantidad de jóvenes que quieren seguir siendo y pareciendo criollos. El quichua y el castellano, como lenguas arraigadas en nuestro sentimiento criollo, pueden ser buenas muestras de resistencia al dominio foráneo.
Hablemos bien el castellano y aprendamos quichua. El apero está listo. No nos dejemos ensillar.
26 de Enero de 2.016.