Por Crístian Ramón Verduc
30/05/2007
 Los mayores, desde tiempos inmemoriales, relatan hechos y aconsejan sobre conductas a los más jóvenes. En el Martín Fierro encontramos, por un lado, los consejos egoístas del Viejo Vizcacha a un hijo del protagonista y, por otro lado, los sanos consejos del mismo Fierro a sus hijos, como padre y como amigo. La noble profesión del docente consiste en aprender y enseñar todos los días a grupos más o menos numerosos de gente más o menos interesada en aprovechar tal oportunidad. A la enseñanza sistemática y con método que recibe el educador para formarse, va a agregarle sus sentimientos e incluso un sello personal que humaniza la transmisión de conocimientos y la creación en conjunto. Así como los marineros acostumbran pasear por el puerto en sus vacaciones, los maestros suelen utilizar su tiempo libre para ganar más conocimientos y para escribir su propia versión de lo aprendido y de sus vivencias personales. Sería arduo enumerar los docentes santiagueños y de distintos lugares que nos legaron la belleza de su prosa y poesía. Incluso podríamos intentar hacer una larga lista de maestros que ahora mismo están escribiendo para todos y no nos alcanzaría el espacio disponible.
            Tasi es una palabra que utiliza la gente de las tierras santiagueñas para nombrar a la doca, planta trepadora con frutos que contienen un delicioso líquido lechoso. Si decimos “tasíoj”, estamos diciendo “que tiene doca”. Seguramente son abundantes las docas en el paraje Tasíoj, ubicado en el Departamento Copo, extremo Norte de nuestra provincia. En Octubre de 1.891, en este paraje copeño nació Andrónico Gil Rojas. Inquieto y curioso, apenas aprendió a leer comenzó a acrecentar los conocimientos que ya recibía de sus mayores. Su vida en contacto con la naturaleza y la gente criolla fué llenando su mente de hechos, curiosidades y anécdotas que algún día compartiría con muchos congéneres. En su juventud comenzó a trabajar como maestro rural en Copo. Al tiempo que alfabetizaba y asesoraba a la comunidad, escuchaba con mucha atención sus voces, sus mensajes y modos de expresarlos. Una vez jubilado, trajo su bagaje de relatos a La Banda, donde cuidadosamente los transformó en dos libros: “El Ckaparilo” y “Los Tipos de mi Fogón”. Los relatos costumbristas de ambas publicaciones reflejan el habla característica de los paisanos copeños de esos tiempos. Basado en estos relatos, Bernardo Canal Feijóo escribió textos teatrales titulados “Los cuentos de Don Andrónico”. El maestro Andrónico Gil Rojas falleció en La Banda el 5 de Junio de 1.972. Lo menos que podemos hacer ahora, es procurar uno de sus libros y leer sus cuentos para echar una mirada al pasado copeño.
            La transmisión de conocimientos de generación en generación, ya sea en forma oral o escrita, desde el fondo de los tiempos,  viene evitándonos el aprendizaje a través del error propio, que nos llevaría a tropezar casi siempre con la misma piedra. Debemos cuidar que a las nuevas generaciones no les falten los conocimientos. Recordamos en este punto a Martín Fierro diciendo:  “...es mejor que aprender mucho, el aprender cosas buenas.”
30 de Mayo de 2.007
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