“Llaquicuspami causani, huajcha nocka.” Decía Don José Antonio Sosa en su vidala: “Muy entristecido vivo, pobre de mí.” En quichua, la palabra llaqui nos transmite la idea de tristeza. A esa palabra base, se le agrega el sufijo cu, que indica la idea de que alguien se hace o se siente según lo que indica la palabra inicial.
Llaquicuy sería Entristecerse. Si le agregamos el sufijo spa, la palabra resultante (llaquicuspa) pasa a ser el gerundio de entristecerse. Llaquicuspa es Entristeciéndose. El sufijo mi agregado al final es un afirmativo recalcante, como si diría que indudablemente es así. Por eso es que la palabra Llaquicuspami se traduce como como Muy entristecido, por decir Entristeciéndome mucho. Para completar la idea que se expone, la palabra causani se traduce como vivo, primera persona singular del presente del verbo Cáusay (Vivir).
Huajcha significa pobre, en este caso apiadándose de una persona que sufre. Al final indica quién es esa persona: Nocka (yo). Huajcha nocka se traduce en este caso como Pobre de mí. Literalmente sería “Yo pobre” o “Pobre yo”, pero poéticamente siempre se debe acomodar la expresión para que tenga belleza y armonía, sin perder el sentido original.
¿Por qué una persona puede llegar a considerarse pobre a sí misma? ¿Por qué puede sentir y expresar para los demás la autocompasión? Esto es poco común en el criollo, generalmente altivo, orgulloso y viril. Para que un criollo exponga su fragilidad tiene que estar viviendo un momento particularmente triste, en el que necesita avisar a los demás lo que le pasa, en búsqueda de consuelo. El mayor antecedente que tenemos del cantar criollo lastimero es el del Gaucho Martín Fierro, que comienza diciendo: “Aquí me pongo a cantar, al compás de la vigüela, que el hombre que lo desvela, una pena extraordinaria, como la ave solitaria, con el cantar se consuela.”
No hay como echar las penas al viento cantando, para que ellas comiencen a irse o a tomar la forma de la necesaria resignación. Hay casos en que cuesta resignarse; no es nada fácil adaptarse al dolor y esperar que solito pase. Los dolores del cuerpo pueden calmarse en relativamente poco tiempo con cuidados diversos, como el uso de calmantes y reposo de la zona afectada. Cuando el dolor es una pena del alma, no hay remedios físicos que lo alivien ni hay forma de poner el alma a reposar, al menos en nuestra cultura, en la que no tenemos ciertas técnicas que supuestamente sirven para controlar sentimientos y emociones.
Si nos ponemos a ver bien, cada cosa que creemos tener como de nuestra propiedad, lo es en forma provisoria, incluso la vida. A lo largo de la Historia se ha visto el derrumbe de imperios que parecían invencibles y el empobrecimiento de individuos que parecían intocables. La sensación de poseer cosas y el afecto de personas, es algo que da seguridad, aplomo, alegría e incluso puede llevarnos hacia la soberbia.
Tenemos que vivir atentos para no caer en la soberbia por nuestras supuestas posesiones y no perder la consciencia de que debemos cuidar esas posesiones para no perderlas.
Para cuidar e incrementar posesiones materiales, hace falta tener la sagacidad necesaria, propia de comerciantes y empresarios. Para las relaciones humanas, el cuidado es totalmente distinto, comenzando por que debemos evitar el considerar a las relaciones como una posesión. Por cariño, acostumbramos decir: “Mi madre, mi padre, mis hermanos, mis hijos, mi esposa, mi esposo, mis amigos”… Ese “mi” posesivo es mas bien un indicativo de relación mutua, pero no todos conseguimos asumirlo así. Por eso es que llegamos a sentir que pertenecemos a cierta persona y que esa persona nos pertenece, en una relación de posesión mutua que no siempre es totalmente recíproca.
La endecha de amor que es la vidala Huajcha Nocka, expresa la gran tristeza ante la carencia del amor de otra persona, de una posible pareja, a la que quisiera contemplar cuando duerme, despertarla con un beso y, en definitiva, dar y recibir amor conyugal. La falta de reciprocidad en ese amor es la que genera en el vidalero, el dolor por la carencia afectiva que lo lleva hacia la autocompasión, la que es expresada en voz alta, con acompañamiento de caja vidalera.
Las carencias, las sensaciones de pérdida y las ansias insatisfechas, han enriquecido el folclore nacional con bellas creaciones doloridas con música de las distintas regiones. Cuando uno sale del pago, sea por seguir los horizontes que prometen algo bueno, comienza a valorar la simpleza de la vida en el pago, rodeado de afectos familiares, de amigos y de simples conocidos. Cuando la distancia y el tiempo de ausencia son grandes, el dolor llega a ser prácticamente espantoso. Las únicas salidas suelen ser el regreso o la creación poética, o el canto de tristezas ya expresadas por copleros anteriores.
La pérdida de una persona, ya sea por fallecimiento, alejamiento físico, alejamiento afectivo o falta de reciprocidad en el amor, causa un dolor tremendo, difícil de sobrellevar y peligroso para la salud del sufriente. Hay casos de muerte por tristeza o por alguna acción suicida con la que el sufriente canalizara su pena. Una forma de suicidio lento es el entregarse a vicios que horadan la integridad física de la persona, empujando a ese organismo hacia un mortal malestar general.
Una forma de vivir en armonía con las necesarias emociones, es la de valorar primero y más que nada el hecho de estar vivos; a partir de ese punto, valoraremos que nuestros seres queridos están también vivos, incluso la persona que podría ser el motivo de nuestras carencias afectivas. Si uno ama de verdad, desea lo mejor para la persona amada, aún cuando sepa o suponga que uno mismo no es precisamente ese “mejor”. Es duro de entender e internalizar, pero se puede y ayuda en la salud del alma, lo que provee también a la salud física.
Asumido que tenemos lo grandioso que es el estar vivos, valoramos el estado de salud y bienestar, por precarios que ellos parezcan. También valoraremos la cercanía del ser amado, aún cuando esa cercanía no sea tanto como la deseada. No se trata de conformismo, sino de ver la realidad y trasladarla hacia lo emocional.
“… No hay pena más amarga: Querer y no ser querido”, dice parte de una copla popular. A la vista de la realidad, podemos afirmar que sí hay una pena más amarga que la del amor no retribuido: Es el caso del “alma seca”, la que a fuerza de rechazos y decepciones ha llegado a protegerse con la insensibilidad. Es una situación muy triste y difícil de sobrellevar, peor que todo lo imaginable.
Nuestro cancionero folclórico está colmado de reclamos dolorosos por amor, por dolor, por ausencia, por nostalgia. Los que no sabemos crear poesía ni cantar, por momentos nos encontramos encerrados en un doloroso callejón sin salida. Para encontrar la salida de ese pozo de tristeza, tenemos que procurar la ayuda de personas confiables, que acudan al salvataje del alma dolorida.
Para los que de algún modo u otro cantan, el dolor es ligeramente distinto.
¡Bienhaiga la capacidad de los poetas y cantores, capaces de sacar belleza del feo y desagradable dolor!..
22 de Septiembre de 2.015.