En el Norte Argentino estamos asistiendo al paulatino reverdecer de los montes, luego de un Invierno moderado que según el almanaque aún está entre nosotros.
Algunas plantas ya están echando brotes, las abejas están cada vez más activas, los animalitos del monte están encontrando cada vez más alimento, el paisaje va cambiando para mejor, pasando de los tonos marrones hacia los verdes. Los lapachos están pletóricos de flores rosadas, algunos de ellos con flores y hojas al mismo tiempo, contrariando lo habitual, que es de hojas sucediendo a las flores.
Todo este paisaje no tendría nada que nos resulte alarmante o para andar con cuidados especiales, pero la gente “de antes” nos advierte a partir de su sabiduría empírica. En forma sugestiva a veces, irónica en otras ocasiones, nos dicen que “el tiempo del brote” es época de fuertes y repentinos enamoramientos, que es época de euforia poco comprensible, que es tiempo en que el pensamiento debe ser calmo, superando a los impulsos.
Es posible que las actitudes impulsivas nuestras sean resabios de épocas pasadas, cuando nos parecíamos más a los inocentes animales. Esta época en que se asoma la Primavera, las aves preparan sus nidos, los mamíferos se ocupan de sus madrigueras, en casi todos los casos con las consabidas disputas territoriales y luchas por la conquista de pareja. En el ser humano suelen sintetizarse todos esos impulsos y emociones, sobre todo en la gente joven, con actitudes varias y resultados diversos.
Los árboles son los responsables del cambio visual en el paisaje, el que poco a poco pasa de la opaca tristeza invernal a la verde esperanza de esta época en que comienza la Primavera, anunciando la alegría de las flores y la futura abundancia de las frutas. Los lapachos floridos brindan el bello paisaje propio de esta época de transición entre el Invierno y la Primavera. Ello contribuye a la creciente actividad de abejas, de otros insectos y de picaflores, lo que despierta el interés de otras especies, que viven atentas a los movimientos de los más chicos.
Los brotes en las plantas, que luego se transformarán en hojas tiernas, son el resultado de complejos mecanismos internos de los vegetales. Durante el Otoño, la circulación de savia dentro de la planta comenzó a retraerse, a ser cada vez más interna y menos periférica. Como resultado de este cambio, las hojas comenzaron a secarse y caer, seguidas por las ramas más delgadas, las que son seguidas en el cambio por las de mayor espesor, a medida que va faltando la circulación de savia.
Cuando llegan los fríos invernales, con la posibilidad de temperaturas bajo cero, los líquidos pueden congelarse. Si esos líquidos están contenidos dentro de un envase, el hielo resultante de la congelación, al ocupar un volumen mayor que el del líquido, tienden a romper el envase que los contenga. Las células contienen líquido y las células de la savia también, por eso es que si una planta sufre los rigores de las temperatuas negativas, ese líquido puede congelarse aumentando de tamaño, lo que provocará la rotura de la membrana exterior de la célula, con la consecuente muerte de la misma.
Para evitar el congelamiento, la planta se seca antes de los fríos intensos y la savia mantiene “viva” una parte profunda del tronco y las raíces, que están bajo tierra. Cuando lleguen las heladas, las raíces estarán protegidas no sólo por la tierra, sino también por el manto de hojas caídas.
Al detectar la planta que se aproxima la Primavera, la savia vuelve a circular por los gajos y ramas, dando lugar a la aparición de los brotes, de los que se desarrollarán nuevas hojas. Los vientos de Agosto quebrarán los gajos que hayan quedado secos y barrerán las hojas del suelo hacia las hondonadas. Cuando lleguen las lluvias veraniegas, las bases de los árboles estarán libres de hojas secas para poder ser regadas. Los excedentes de agua de lluvia irán hacia las partes bajas del terreno, ayudando a la putrefacción de las hojas secas que fueron a parar en esos bajíos.
Todos estos movimientos son mecanismos naturales. La sabia Naturaleza es la que dispone la circulación de savia para dar vida a los vegetales, los que a su vez servirán de alimento a los seres herbíboros, que suelen ser el sustento de los carnívoros.
Entramos en una época anual de ebullición de la vida. Las plantas brotan, los animales están más bullangueros, el monte está más vivo. Todo parece renacer, como una esperanza de vida renovada. Pronto los montes estarán verdes, anunciando el advenimiento de las flores y luego los frutos. Hay vida, hay alegría.
Es tiempo de tener especial cuidado con los excesos y exageraciones que suele provocarnos “el tiempo del brote”. Vamos a canalizar la nueva energía que nos trae el aumento de horas de luz solar y de fuerza en los rayos de Inti (el Sol); esa energía ha de ser dirigida hacia la concreción de proyectos que fueran soñados a la luz y calorcito de los fogones durante las largas y frías noches invernales.
Era época invernal en el año 1.969 cuando comenzó a ser ideada la posibilidad de un programa radial en quichua. Era tiempo del brote cuando comenzaron a brotar las ideas para la realización y se agregaba al proyecto gente afín a la sabia idea, la que se expandía como la savia de un árbol.
Las hojas de los proyectos y libretos fueron apareciendo poco a poco, brotadas del amor hacia el quichua por parte de un grupo de precursores, para finalmente florecer en una Audición Quichua apenas entrada la Primavera de aquel año.
Estamos en la época del brote. Es tiempo de preparación para las grandes actividades primaverales y veraniegas. Es tiempo en que debe brotar la vida en nosotros mismos, para preservación y expansión del buen modo de vivir en comunidad, cual árboles de los bosques nativos.
Aprovechemos que los días se hacen más extensos y cálidos. Es tiempo de sembrar, de plantar, de incrementar nuestra actividad por el bien común, especialmente por lo que podamos hacer a favor de los sanos proyectos culturales que elevarán la arbórea copa del conocimiento y sentimiento colectivos.
No es tiempo de hurtar esfuerzos (Ama súa), ni de engañarnos (Ama llulla); no dejemos para después lo que debemos hacer ahora mismo (Ama ckella).
Pongámonos a obrar con mayor ahínco para el bien de todos. Es tiempo del brote, así que deben brotar las buenas ideas y las consecuentes concreciones.
25 de Agosto de 2.015