(Muy entristecido vivo, pobre de mí.) Así comienza la vidala Huajcha Nocka, de Don José Antonio Sosa. ¿Habrá sido un día gris como el de hoy en Santiago del Estero el que colmó la inspiración de este hombre de Villa Atamishqui?
“Puedo escribir los versos más tristes esta noche” dice Pablo Neruda. ¿Habrá estado nublado su corazón esa noche? Y así, si seguimos buscando, encontraremos que la tristeza, los dolores y los distintos padeceres son una inagotable fuente de inspiración para poetas, letristas, escritores y, ¿por qué no? para cualquier persona con un mínimo de sensibilidad.
Los peores y mejores pensamientos suelen nacer al influjo de la tristeza. Los días nublados o lluviosos parecen exacerbar el dolor que desgarra el interior del sufriente. No es que el día soleado evite las penas, pero puede ser que las mitigue.
Los poetas, gracias al don que poseen, pueden crear belleza a partir de una tristeza que oprime. Uno puede llegar a pensar que las endechas son fruto de la técnica poética, como si hacer poesía fuese un simple negocio. Y es uno de los grandes poetas quien aborda esta duda. Fernando Pessoa dice: “El poeta es un fingidor./ Finge tan completamente,/ que llega a fingir que es dolor/ el dolor que de veras siente.”
Nuestros poetas y letristas folclóricos crean hermosas obras a partir del dolor, como lo es el Himno Cultural de Santiago del Estero: La chacarera Añoranzas, de Julio Argentino Jerez. Es un canto de amor al terruño, expresado como un lamento por causa de la lejanía. Felipe Corpos hace suyo el dolor de otra persona en la chacarera Coplitas Para tu Llanto. Habría ejemplos como para varias páginas.
El humano común, el que no tiene posibilidades ciertas de inmortalidad, el que solamente puede sacar de sí un suspiro dolido mientras encara las tareas cotidianas, suele pensar que los poetas son privilegiados, por que a sus dolores los convierten en un servicio al prójimo. Por ejemplo, los creadores de vidalas como José Antonio Sosa nos dejan testimonio de cómo el paisano puede expresar en el canto sus sentimientos, ya sean de dolor, angustia, frustración, esperanza que se aleja u otro tipo de dolor. La chacarera suele ser portadora de alegrías, mientras que la vidala es el canto dolido.
Por otra parte: ¿Quién puede no haberse identificado alguna vez con los tristes versos de la inmensa noche de Neruda? El poeta chileno dice lo que a otros también ocurrió: Sentir el dolor de ya no estar enamorado. Es el dolor del punto final, el que expresa al decir: “Aunque éste sea el último dolor que ella me causa/ y éstos sean los últimos versos que le escribo.” Es la sensación de pérdida, como el dolor que puede causar a un poeta incluso la falta de dolor.
Uno escucha o lee las canciones y poesías de toda índole y, un poco engañado por expresiones festivas de algunos poetas o intérpretes, puede llegar a pensar que la vida de esas personas es poco menos que perfecta, en un mundo fantástico de luces coloridas y mucha música. No es fácil asumir que existe gente más sufrida que nosotros cuando estamos acuciados por el dolor. Parece que el mundo nos ha caído encima y dejamos de prestar atención a las penas del prójimo.
El hecho es que cada uno carga su bagaje de alegrías y dolores. Una persona que se mueve en un círculo relativamente pequeño, suele tener más libertad para exponer sus penas. En cambio, el artista que actúa ante miles de personas, debe mostrar con firmeza lo suyo, para impactar en el público. Ya decía el cantor Argentino Luna que en ocasiones, con dolores en el cuerpo o en el alma, hay que salir al escenario.
Con dolores en el cuerpo y en el alma, una persona que se ha fijado un objetivo sale a escena y hace lo que se había propuesto. Es el caso del General José de San Martín, el que con padecimientos físicos por su salud deteriorada, con el alma dolorida por alejarse de Merceditas, su hija de pocos meses de edad y de Remedios, su joven esposa, y por las acusaciones que lo seguían al haberse negado a combatir contra sus compatriotas federales, encaró la enorme campaña de cruce de la Cordillera de Los Andes para combatir a las tropas realistas en Chile.
Sufriendo los mismos padecimientos y posiblemente otros nuevos, el Padre de la Patria acometió más adelante la liberación del Perú. Llegado de regreso a Mendoza, lo esperaba un nuevo dolor: Su esposa estaba muy enferma en Buenos Aires y las autoridades de la metrópoli no lo autorizaban a viajar para visitarla, por causa de los odios generados ante su anterior desobediencia a la orden de combatir contra los caudillos federales.
Nuevamente tuvo que desobedecer, para ir hasta su agonizante esposa. Al llegar en Buenos Aires lo esperaba un nuevo dolor: Remedios de Escalada, su esposa, madre de su única hija, promotora de la donación de joyas al Ejército de Los Andes por parte de las damas mendocinas y quien confeccionara con amigas la Bandera de la formidable fuerza militar, había fallecido tiempo antes de la llegada del General.
San Martín afirma, en la lápida de Remedios, que era su esposa y amiga. Es un valioso reconocimiento para la mujer que brindó su juventud al esforzado hombre de armas. El dolor por la doble pérdida en una sola persona debe de haber sido tremendo, pero el Libertador debía seguir en frente, atendiendo a su hijita de apenas siete años de edad.
Con los dolores del alma propio de quien parte de su tierra, el Padre de la Patria Argentina, Capitán General de Chile y Generalísimo del Perú, partió con su hija hacia el exilio en Europa, desencantado por las luchas internas de nuestro país. La gran alegría para el exiliado es el regreso al terruño. Cuando el General San Martín quiso volver a la Patria, tuvo que optar por ni siquiera desembarcar en territorio argentino, pese al ofrecimiento de ser Gobernador de Buenos Aires. Se negó a aceptar por no desenvainar su espada para combatir a sus paisanos. Después de unos meses en Montevideo, partió nuevamente hacia Europa y no volvió a ver suelo argentino.
Los sufrimientos y anhelos del General Don José de San Martín se apagaron a las tres de la tarde del 17 de Agosto de 1.850, en una habitación alquilada en Boulogne-sur-Mer, Francia. Tenía 72 años de edad y en el momento supremo lo acompañaban Merceditas y su yerno, Mariano Balcarce.
Estamos ante un nuevo aniversario del fallecimiento del General Don José de San Martín. Es una de las fechas importantes de nuestro calendario anual, más allá de que si será motivo de un fin de semana largo o no. Lo importante es mantener viva la memoria de nuestro mayor héroe nacional, libertador de gran parte del continente. Si no valoramos al Libertador, estaremos agregando tristeza a nuestra vida.
No debemos buscar el dolor, pero tampoco debemos temerle. Los grandes cambios tienen su cuota de dolor, como los partos y otros magnos acontecimientos. No olvidemos que por más plomizo que se presente el día, Inti (el Sol) hará de él una jornada luminosa, sobre todo si nos sobreponemos a la tristeza y rescatamos lo bueno del doloroso pasado, para entregarlo al futuro.
11 de Agosto de 2.015.