La falta de actividad laboral del 1 de Mayo comenzó como una jornada de protesta. Ya han pasado muchos años y, como consecuencia de haberse oficializado el paro de cada 1 de Mayo como feriado por ser el Día del Trabajador, el primer día del quinto mes del año es un día de fiesta. El Parque Aguirre, los clubes de barrio, los domicilios particulares y alguna casa de fin de semana fuera de la ciudad, nos muestran a la gente de Santiago del Estero compartiendo un asado, locro, empanadas, bebidas y chacareras, gatos, escondidos, zambas... El paisano santiagueño no pierde oportunidad de confirmar que lleva la chacarera en la sangre.
En el campo, la gente festeja también, aunque hay tareas que no se pueden dejar sin atender. En las grandes ciudades, quienes pudieron aprovecharon el largo fin de semana para viajar y pasear. Las pequeñas historias son similares en los países latinoamericanos. Vamos a acompañar esta semana a un grupo de gente de trabajo que salió de la ciudad de São Paulo (Brasil) hacia el norte, con la finalidad de compartir el 1 de Mayo con parientes y amigos de la infancia.
Al salir de São Paulo pasamos por Laranjeiras, donde podemos ver lindas casas de fin de semana al pie de una cadena serrana. Luego bordeamos la laguna artificial de Mayriporã, que tiene varios kilómetros de longitud y está bordeada por la Serra da Cantareira. Tomamos una autopista y pasamos por la ciudad de Atibaia, a la que podríamos llamar “la capital de las frutillas y las flores”, luego pasamos por Bragança Paulista, donde nos sorprendemos al encontrar una gran planta fabril de una empresa argentina. Siguiendo el viaje, pasamos por Pedra Bela, con sus casas dispersas y, lo que llama la atención de los viajeros son las serranías con fuertes pendientes que nos llevan a evocar el paisaje del Cerro Colorado (Córdoba). La vegetación es abundante, de selva tropical. Por sobre las arboledas emergen grandes rocas, de las cuales dos tienen unos 200 metros de altura y con el aspecto de un huevo de gallina enterrado de punta hasta la mitad. Ambas están a un kilómetro de la ruta y separadas entre sí por el doble de esa distancia. En la cumbre de la primera roca gigante hay una capilla blanca y se puede ver el camino zigzagueante que permite subir únicamente de a pie. Estamos en la Serra da Mantiqueira, a 900 metros sobre el nivel del mar, ahora la ruta es menos amplia y bordea un profundo valle. De pronto, vemos con asombro que por ese valle, y a unos 50 metros por debajo de nosotros, vuela una bandada de garzas blancas. Nos permitimos decirle al conductor que este vehículo vuela más alto que las aves.
El sol está alto y, al calentar el suelo, genera corrientes de aire ascendente. Entonces aparecen en el cielo los urubúes, que aprovechan las corrientes térmicas para volar todo el día con poco esfuerzo. En esta tierra, se llama urubú al pala pala, que en La Rioja llaman jote y que en general le decimos cuervo, aunque en realidad es un buitre, con un vuelo majestuoso igual al de su enorme “pariente cercano”, el cóndor. Más adelante, luego de pasar la pequeña ciudad de Toledo (estado de Minas Gerais), transitando un camino de tierra que serpentea por la selva serrana, vemos un ave que vuela como las urracas o las rubialas de nuestros montes, pero hay algo extraño en ésta. Cuando se posa en un árbol donde están otras aves de la misma especie, observamos que son tucanes, con sus grandes picos de color naranja. En Pinhal Alto, lugar de destino, compartimos un delicioso almuerzo hecho en base a productos de la huerta que trabajan los dueños de casa. Desde esa altura (más de mil metros sobre el nivel del mar) se puede ver a la distancia toda la serranía hasta varias leguas. Hay una arboleda cercana frecuentada por pequeños monos. Abundan cotorras y loros de distintos colores y tamaños. Vemos colibríes de larga cola. Pájaros multicolores cantan alegremente. Cerca de la casa hay grandes araucarias cuyos piñones son parte de la alimentación de las ardillas de la zona.
Cuando está por oscurecer, por sobre los cerros aparece la luna llena. El pensamiento viaja hacia el terruño y nos preguntamos si Don Manuel Augusto Jugo se habrá inspirado en un plenilunio para componer la hermosa Zamba Para mi Luna. En ese momento, un lugareño comienza a entonar Luar do Sertão (Claro de luna del campo), canción folclórica que canta todo el Brasil. Luego de un rato de compartir guitarra y canto, tanto de las llanuras salitrosas de Santiago como de las serranías selváticas brasileñas, toda la gente va a acostarse, pues antes del amanecer hay que ordeñar y preparar lo necesario para hacer queso “mineiro”. Un santiagueño presta atención a las misteriosas voces animales que llegan desde la selva, mira al cielo luminoso por la ventana, y se duerme pensando: “La luna que alumbra mi pago, brilla con más esplendor”...
02 de Mayo de 2.007.