Por Crístian Ramón Verduc
27/03/2007

              Los Hermanos Ábalos hacían mención a “los de veinte y los de treinta, del Río Dulce y ‘el Salao” en la chacarera “Casas más, casas menos”. Salvando comparaciones risueñas, podemos decir que los ríos de Santiago, con más o menos la misma contaminación y acción depredatoria humana que los demás ríos sudamericanos, aún hoy tienen una fauna variada y abundante. Desde los microorganismos animales y vegetales, pasando por los crustáceos (camarón y cangrejo), moluscos (caracol y ostra), insectos, peces, batracios, reptiles y aves, hasta los mamíferos (nutria, carpincho, mayu átoj...) forman un complejo mundo en los ríos, arroyos y esteros. Los bagres, dorados, sábalos, bogas, socos (tarariras), tanto en el Dulce como en el Salado como en los ríos menores santiagueños, alcanzan portes múltiplos de los mencionados 20 o 30 centímetros.
              Desde las primeras civilizaciones, las ciudades se construyeron a orillas de algún río, para tomar su agua y, paradójicamente, echar en su cauce los peores desechos. Han pasado miles de años y estas costumbres no han cambiado mucho. Parece ser que la antigua fábula de la gallina de los huevos de oro no nos enseñó mucho, al menos en cuanto a la pesca. Es así que vemos gente desaprensiva provocando mortandad de peces con redes, explosivos y otras malas artes de pesca causantes de un gran mal general a cambio de un pequeño beneficio individual. Los esfuerzos de la Mayu Maman y del Chimpador, asustando y castigando rudamente a los que se exceden en la pesca, tuvieron el mismo resultado flaco que las campañas conservacionistas. Aún así, las aguas fluviales santiagueñas y sudamericanas en general, son surcadas por peces de piel o escamas, para cumplir con su función vital de controlar a otras especies y servir de alimento.     Los cursos de agua de Brasil son vigilados por Iara, la versión tupí de nuestra quichuista Mayu Maman. En el Amazonas, hay que tener cuidado con el Boto Rosado, delfín de río que se transforma en bello joven para llevar doncellas a las profundidades. También hay que estar atentos a la presencia de pirañas (palabra tupí: pirá = pez; añá = diablo), que si forman un gran cardumen hambriento pueden causar estragos. La piraña es un “pariente” de la palometa y del pacú. Nuestro apreciado dorado está en casi todos los ríos de América del Sud, cumpliendo su ciclo de vida mientras se lo permitimos. Cuando comienzan las crecientes por lluvias veraniegas, el dorado sube contra la corriente a desovar en las nacientes de los ríos, para luego pasar la época de bajante en los sectores profundos que por instinto conoce. Hace milenios que los humanos hemos aprendido a pescar. Ya es tiempo de que aprendamos a preservar para tener qué pescar en el mañana.

27 de Abril de 2.007.   
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