Por Crístian Ramón Verduc
25/02/2014
¿Para qué cantas, chango? Más de un cantor, especialmente los de línea tradicional...

“¿Para qué cantas, chango?” Más de un cantor, especialmente los de línea tradicional, habrá escuchado esta pregunta. Es que para casi toda la gente, cada actividad, e incluso cada acción, debe tener un por qué y un para qué. El caso del cantor folclórico que toma y sigue una línea que no es comercial, que no sigue modas, da pie a que algunas personas le pregunten por qué y para qué insiste. 

Es posible que todos los seres humanos tengamos algún talento artístico. En algunos casos, seguramente falta la necesaria práctica para desarrollar esa capacidad. Muchas veces, una palabra de aliento o un comentario negativo hacia alguien que comienza en la práctica de un arte, marca la diferencia entre el desarrollo o la atrofia de la capacidad artística. 

En el caso particular del folclore santiagueño, vemos que el mismo se hace presente en la mayoría de las reuniones festivas. En una fiesta familiar, por ejemplo, suelen mostrar sus habilidades los bailarines, los músicos, los recitadores y los cantores. En la vida cotidiana de los pueblos y ciudades, podemos detectar en la vía pública o en las casas, obras de arte talladas en madera, dibujadas o pintadas en papel, lienzo u otra superficie. El trabajo de las teleras, los plateros y todo tipo de artesanos, son una exposición de las capacidades artísticas populares. 

Hace unas décadas, en época de Carnaval, en nuestro pago se manifestaban artistas capaces de modelar en barro las más variadas figuras para confeccionar caretas, que luego pintaban y vendían. Luego la industria ha desplazado a ese arte y aún se puede comprar caretas para las fiestas de Carnaval, pero vienen desde lejanos establecimientos, donde son fabricadas en serie, utilizando material plástico y pinturas sintéticas. 

El arte musical también depende mucho de las grandes fábricas, instaladas en lejanas tierras o en nuestro país bajo licencia de aquellas. De esas fábricas vienen los instrumentos de metal y plástico que son ejecutados por los músicos fiesteros. Los equipos de amplificación sonora, las máquinas de humo y los equipos de luces de colores también deben montarse uniendo componentes llegados de lejos. El uso de instrumentos y equipos importados se da no solamente para la música importada, sino también para la que se presenta como nuestra. Dicen que los públicos actuales así lo exigen. 

El artista que sube a un escenario por que ha sido contratado, tiene la obligación de agradar al público que pagó una entrada. Quienes contratan artistas musicales, tienen una idea de lo que debe gustar a los potenciales clientes y es por esa idea que deciden a quiénes contratar. Los medios de difusión ayudan a tener un panorama de lo que gusta a las mayorías, cuando no a dirigir el gusto de las multitudes. 

En los artistas profesionales, que actúan en los escenarios por contrato, y en los que están pugnando para llegar también al lugar de los famosos, está claro el por qué y el para qué de su repertorio, sus instrumentos y su vestimenta. El misterio se da cuando un cantor o músico continúa en la línea autoimpuesta, aún viendo que no le da rédito. 

En nuestro caso, el de los músicos y cantores del Alero Quichua Santiagueño, o de quienes se ocupan de las distintas actividades del Alero Quichua, para muchos que observan de afuera es incomprensible que se haya generado y se mantenga tal movimiento pese a no ser rentable. 

Para entender el afán de la gente del Alero Quichua Santiagueño, es menester recordar cómo y por qué se ha iniciado este movimiento nativista. Don Sixto Palavecino soñaba con llevar el quichua a la radio. El quichua es el idioma que había aprendido de su madre y había vivido el desprecio que sienten por el antiguo idioma muchos no quichuistas. La radio era el único medio de difusión sonora que llegaba a una gran cantidad de oyentes de toda la provincia. Por ese entonces, la única emisora radial santiagueña era escuchada más allá de los límites provinciales. 

Felipe Corpos ha sido el compañero ideal para Don Sixto en su emprendimiento, cuya finalidad era la difusión de la lengua quichua. Entre ambos han ido agregando gente que se identificaba con la patriada quichuista. Con el paso de los años, hubo entradas y salidas, con una renovación constante de integrantes, con altibajos, pero el Alero Quichua está en actividad desde hace cuatro décadas, y sigue siendo un grupo sin fines de lucro.
En cuanto a los cantores: ¿Qué hacen insistiendo con su canto quichua y sus instrumentos criollos, si lo que está dando posibilidades de éxito son los instrumentos importados y los cambiantes repertorios de moda? La respuesta puede estar en una copla de Don Atahualpa Yupanqui: “Como buen rancho paisano/ nunca faltó una encordada,/ de ésas que parecen nada/ pero que son sonadoras./ Según el canto y la hora/ quedaba el alma sobada.” 

El cantar, aunque sea para uno mismo, sin público, es placentero, es una forma de instrospección, de mirarse o escucharse, de diálogo con lo más profundo de nuestro ser. Si cantamos en una rueda de amigos, el canto se complementa con el diálogo, o se incorpora a él, pues un tema musical proporciona tema para estirar la conversación, cuando no es la conversación misma la que nos hace evocar coplas casi olvidadas y nos motiva para cantar. 

El cantar en una fiesta familiar o de amigos, es una forma de expresar la alegría, además de lucirnos ante nuestros afectos. El gusto de cantar ante un micrófono, ya sea el micrófono de un escenario o el de una radio, nos complace por la posibilidad de ser escuchado y en una de ésas admirado por una gran cantidad de personas.
El canto en público, cuando no está motivado por razones comerciales, es una búsqueda de afecto y reconocimiento. Sigue uno “sobando el alma” con el canto, pero también está ganando cariño, que es el gran objetivo cuando se luce una habilidad distinta a la de las mayorías. 

Don Sixto cantaba, a modo de proclama: “A nuestro país entero/ lo debemos quichuizar./ A América toda entera/ y hacerlo también mundial.” Este legado es una de las principales motivaciones para el cantor del Alero Quichua que sigue aprendiendo a cantar en quichua, que insiste en llevar cada Domingo a la radio su instrumento criollo y su canto tradicionalista. Es la evocación y la honra de lo que aprendió de sus mayores, lo que ha quedado arraigado en el sentimiento del cantor, por eso ha decidido no intentar complacer a una gran cantidad de potenciales clientes, sino que ha resuelto prepararse y mostrar lo auténticamente santiagueño a un público específico. 

El cantor ha de definirse, como decía Atahualpa: “… que tire ande tire, con la conciencia por centro”. Cada uno de nosotros hemos decidido en algún momento formar parte de un movimiento o de una tendencia. La gente del Alero Quichua ha decidido tomar la idea fundacional y persistir en el rescate del olvido y la difusión de los valores tradicionales santiagueños, con especial atención en la lengua quichua. 

Los cantores del Alero Quichua Santiagueño cantan por que se sienten identificados con la idea original de la Audición Quichua; cantan para tratar de Quichuizar al Mundo. En definitiva, cantan por que se sienten bien cantando en forma simple, como cantaban los abuelos. 

25 de Febrero de 2.014

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