Por Crístian Ramón Verduc
08/10/2013
Si mi abuela no hubiese muerto… todavía estaría viva.

Ésta es una de las tantas ironías que suele soltar nuestra gente ante ciertos comentarios. En este caso, suele ser la respuesta ante el lamento por algo que ya ha ocurrido. 

Cada año en los últimos tiempos, la cercanía del 12 de Octubre suele ser motivo para una competencia de frases pintorescas, ocurrentes y algunas chocantes. Una nueva tendencia en el pensamiento comenzó a ser muy notoria poco antes del 500 aniversario de la llegada de Cristóbal Colón a nuestro continente.
En 1.992, arreciaron los actos de repudio de algunos sectores contra la llegada, cinco siglos antes, de las tres carabelas españolas comandadas por el navegante genovés. Nuestro Alero Quichua participó de uno de esos actos, en la bella ciudad catamarqueña de Santa María, en la alta montaña. 

Es correcto aclarar que no fue así como nos enseñaban en los años anteriores. Nos enseñaban algo así como que los conquistadores europeos llegaron para salvar a nuestro continente del atraso y la brutalidad. En el cine, las películas que más atraían al público en cierta época eran las de la conquista del Oeste de América del Norte, con batallas desiguales, entre un puñado de soldados descendientes de británicos contra una multitud de “crueles pieles rojas”; felizmente, el bien acababa triunfando y el campo de batalla quedaba sembrado de cadáveres de “los malos”. Disfrutábamos de la película y del triunfo de los “cowboys” sin detenernos a pensar si esos indios tendrían familias, si serían gente mala como parecía o si estarían luchando contra los invasores, como harían nuestros próceres libertarios. 

La obra cumbre de la literatura gauchesca argentina, Martín Fierro, refleja la mentalidad del hombre criollo de mediados del siglo XIX. El gaucho tiene al indio pampa como enemigo del sistema de vida de su Patria. Es enviado a combatir a los salvajes, que periódicamente atacan las poblaciones y cometen todo tipo de crueldades. 

Cuando se siente totalmente desencantado con el sistema argentino, le dice al Sargento Cruz: “Yo sé que allá los caciques/ amparan a los cristianos/ y que los tratan de hermanos/ cuando se van por su gusto./ ¡A qué andar pasando sustos!../ Alcemos el poncho y vamos.” 

Martín Fierro siente que está traicionando a los suyos y a todo lo que le fue enseñado, por eso dice: “Pido perdón a mi Dios/ que tantos bienes me hizo;/ pero dende que es preciso/ que viva entre infieles,/ yo seré cruel con los crueles:/ ansí mi suerte lo quiso.” 

Si tomamos las afirmaciones de Fierro como reflejo de la mentalidad criolla de aquella época, también estimaremos que nuestra gente de aquellos tiempos sentía desprecio contra los negros y los inmigrantes gringos. 

¿Los tiempos han cambiado? Sí, por supuesto que con las distintas oleadas en el modo de pensar para nuestro continente, nuestras simpatías también cambiaron. 

Salteando los distintos cambios de mentalidad y preferencias, podemos afirmar que hoy seguimos teniendo actitudes paradójicas: En estos últimos tiempos no despreciamos al inmigrante; por el contrario, alguien dijo que los argentinos descendemos de los barcos y hubo concordancia general. Nos declaramos enemigos de las monarquías europeas pero suspiramos y pagamos televisión para saber de los movimientos en los palacios reales. Hablamos de las raíces africanas en nuestra cultura criolla, pero los negros en nuestro país siguen siendo una minoría poco menos que aislada. 

Con suficiente ruido en los medios masivos de difusión, nombramos a la Pachamama, adherimos con toda curiosidad y asombro a ritos supuestamente ancestrales mientras declaramos nuestro amor por lo indígena, pero los últimos descendientes de los pueblos originarios viven aislados, lejos de nosotros y nosotros lejos de ellos. Como decía un anciano criollo: “Los quiero mucho pero no los invito a almorzar en mi casa.” 

Después de la recuperación temporaria de las Islas Malvinas en 1.982, hemos vivido un par de oleadas de rechazo a los anglos. Igual que las olas del mar, ese sentimiento “anti gringo” tuvo por lo menos dos picos con su valle en el medio. Ese valle fue parte de un proceso de desmalvinización que no llegó a concretarse totalmente en nuestra gente. Mal que mal, los argentinos hemos sentido orgullo por nuestros soldados y su heroísmo. Aunque escuchemos a compatriotas afirmando que deberíamos renunciar a esa parte de nuestro territorio, la idea generalizada entre el pueblo criollo argentino es que se nos debe devolver lo que nos ha sido robado; en este caso, las Islas Malvinas. 

Hoy, con solo vernos o escucharnos, descubrimos cómo estamos “agringándonos”, seguramente siguiendo los dictados que nos llegan desde todos lados. El vocabulario, el vestuario y las preferencias musicales de nuestra gente nos muestra que nuestro criollismo no está totalmente fuerte, incluso en las declamadas manifestaciones criollas o indigenistas. 

“Del dicho al hecho, hay un largo trecho” decían nuestros antecesores. Este refrán venido desde España nos alerta para tomar cuidado al escuchar lindos discursos. Del mismo modo, tenemos que revisar la distancia existente entre lo que decimos y lo que hacemos. Incluso debemos mirarnos a nosotros mismos para ver si nuestras acciones son coherentes con nuestros sentimientos o planes. Este autoanálisis es necesario, no solo para no acostumbrarnos en la falta de veracidad, sino también para no mostrarnos incoherentes, rayanos en lo ridículo. 

Llega el 12 de Octubre. Ese día habrá distintas manifestaciones. Es posible que aún haya gente que, a contrapelo de la tendencia general, manifieste que en esa misma fecha, Cristóbal Colón descubrió América. La tendencia general es la de seguir la corriente y decir que el 12 de Octubre “hemos” perdido la libertad.
Lo que dice la Historia, concretamente, es que el 12 de Octubre de 1.492, Colón desembarcó en la isla Guanahani, en el Mar Caribe. De ese acontecimiento devinieron una serie de sucesos históricos que son motivo de investigación y análisis constantes. 

No debe ser nada fácil dedicarse plenamente (“a full”, dicen muchos de nuestros criollos) a investigar la Historia. Hace falta una serie de recursos que alguien los debe proveer. Es posible que el investigador se vea tentado a llegar a enunciados que impacten para lograr una buena venta de libros, o a la conclusión que agrade a su proveedor de recursos (“sponsor”, según muchos de nuestros criollos) y le asegure la continuidad en su trabajo. 

“Hay de todo en la viña del Señor”, afirma otro dicho que en nuestra como criollos hemos incorporado. Hay investigadores de Historia que aparecen y desaparecen según los vaivenes del pensamiento impuesto desde algún lugar, pero también están los que procuran seguir tozudamente lo que dictan las normas de conducta humana y profesional, para arribar a conclusiones lo más objetivas posible. 

Como seguidores de las manifestaciones criollas y quichuistas, no debemos perder de vista nuestro repetido Ama súa, ama llulla, ama ckella, para no sustraernos unos a otros la verdad de los acontecimientos, no mentirnos a nosotros mismos y no tener pereza de seguir procurando saber la verdad de los hechos, sin dejar de ser solidarios con nuestros compatriotas, más allá de la procedencia de sus progenitores.
Es tiempo de afianzar nuestro amor por la Patria ayudando al compatriota, en vez de pasarnos repitiendo: “Si Colón no hubiese venido…” 

08 de Octubre de 2.013.

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