Por Crístian Ramón Verduc
03/09/2013
“¡Oh! ¡Me has hecho asustar po, Quishula!”

“¡Oh! ¡Me has hecho asustar po, Quishula!” Con esa frase, exclamada cándidamente por Carmen Anríquez, comenzaba la puesta en escena Casarácoj. Antes de esta exclamación, el público había comenzado a silenciarse, escuchando una vidala en quichua cantada por un dúo oculto tras las bambalinas. Al finalizar la vidala, se abrió el telón del escenario, mostrándose “Ashu” (Azucena) caminando hacia la represa para acarrear agua hacia su casa. Entonces apareció Quishula (Cresencio) que había estado esperándola escondido en el monte. 

El autor de esa pieza teatral es Don Carlos Maldonado, quichuista venido a la ciudad de Santiago del Estero desde Libertad, departamento Moreno. Después de trabajar en distintos oficios, ingresó a las filas de la Policía de la Provincia, donde hizo carrera hasta su retiro cuando se dieron las condiciones de años de edad y de servicio. 

Una vez retirado, pudo dedicar más tiempo a sus inquietudes culturales. Le gustaba escribir, contar hechos y tradiciones de su pago natal y otros lugares que conoció. Esos relatos tenían forma novelada o de poesía. Don Maldonado escribía poesía y relatos bilingües. Encontró en el Alero Quichua Santiagueño el ámbito adecuado para dar a conocer sus inquietudes. Era un hombre muy respetuoso y no buscaba espacios para sí mismo, por eso nos parecía que Don Maldonado era muy callado, aunque con un buen sentido del humor. 

Enseguida creció la amistad con la gente del Alero, especialmente con los quichuistas naturales. Su aprecio y admiración por Don Sixto Palavecino, además del hecho de vivir a pocas cuadras, en la calle 11 del tradicional barrio tala Pozo, hizo surgir una sólida amistad entre estos dos Señores del quichua. La calle de Don Sixto era la calle 9. Don Belindo Farías vive en la calle 8 del mismo barrio, que oficialmente se llama Almirante Brown y eso facilitó también la comunicación entre los tres. 

Integrando grupos de jubilados, escritores y poetas, Don Maldonado viajó a Buenos Aires, donde se encontró con quichuistas santiagueños residentes allá, con los que también estableció lazos de amistad.
Casi en silencio, sin estridencias, Don Carlos Maldonado ha ido mostrando su sabiduría de hombre del campo y de la ciudad, con amplia experiencia y afición para la lectura. En la audición del Alero Quichua representaba en ocasiones un personaje creado por él mismo, al que había llamado El Gunsha (Gonzalo). Los diálogos bilingües que protagonizaba El Gunsha con la quichuista garceña Liliana Rojas eran chispeantes, de humor bien entendido. Eran textos escritos por Don Maldonado y ensayados por ambos previo a la actuación radial. 

En una Asamblea fue elegido Presidente de la Comisión Directiva del Alero Quichua Santiagueño. Desde esa función pudo hacer más por el grupo nativista, al que representó en importantes actividades a nivel provincial y nacional. En esos años, estábamos en plena lucha por la construcción de la sede social, tarea iniciada bajo la presidencia de Don Sixto y continuada cuando era Presidente Don Belindo Farías. Los esfuerzos de la gente del Alero eran insuficientes para la conclusión de la obra. Las gestiones de Don Maldonado arrimaron los recursos necesarios y el local fue inaugurado el 16 de Noviembre de 1.991, pasados casi diez años desde el cavado de los cimientos. 

Ese mismo año, el Alero había recibido el premio nacional Santa Clara de Asís. Por gestión de la Comisión presidida por Don Maldonado, en Diciembre de 1.993 la calle 8 del barrio Sarmiento, lateral a la sede social, fue nominada Vicente Salto. 

Fue en esos años en que Don Carlos hizo la propuesta en una de las reuniones: Quería llevar a los escenarios su obra bilingüe Casarácoj y para ello requería la participación de la gente del Alero Quichua. Entonces comenzó un período inolvidable, en el que el grupo se reunía por las noches para aprender su rol en la obra, bajo la dirección de Don Horacio García secundado por el actor y recitador Publio Araujo. En esos ensayos y aprendizaje, los participantes se involucraban en la obra, aportando opiniones y sugerencias, pues Don Maldonado, Don Horacio y Don Publio eran atentos para escucharlos. Había quienes concurrían a los ensayos aún sin ser parte del elenco. 

Después vino el feliz período de las actuaciones, comenzando por el Teatro 25 de Mayo, siguiendo por presentaciones en distintos puntos de la provincia y un memorable viaje a Buenos Aires. Esta obra teatral se basa en un romance entre dos jóvenes del campo, que sobrellevan la resistencia de las familias hasta que al fin consiguen la aprobación de los mayores y se casan en medio de una fiesta donde abunda la música, el baile y las situaciones jocosas. Los diálogos son en quichua y en castellano, alternando los idiomas de un modo muy particular, que permite a los que no entienden quichua saber de qué están hablando los protagonistas. 

Casarácoj ha establecido un contacto directo con el público de lugares por donde antes no había pasado el Alero Quichua. El público de lugares recónditos de la provincia pudo así ver actuando en la obra y en la música a Don Fortunato Juárez, El Pibe Gerez, Rubén Ledesma, Alejandro Iñíguez, Las Voces del Rancho, Lázaro Moreno, Cacho Coronel, Don Emiliano Hoyos, y a la gente del Alero que habitualmente no se escuchaba por el micrófono de la radio, el pueblo la ha visto jugando su papel en la obra y bailando al son de la música criolla. 

Los protagonistas principales eran Carmen Anríquez y el cantor quichuista Lito Barraza. Formaban parte del elenco además de los músicos nombrados antes: Publio Araujo, Carlos Maldonado, Nora Ruiz, Ernesto Suárez, Nicolás Loza, Mario Splanguño, Noemí Ruiz, Liliana Rojas, Ramón Verduc, Betty de Juárez y más gente del Alero que solía alternarse para las presentaciones. 

Don Maldonado se ha asegurado de llevar el Alero Quichua a todos los lugares posibles interpretando Casarácoj. Una vez cumplido el ciclo de la obra, había que encarar otros logros. 

Por propuesta de la Secretaria de la Comisión Directiva, María Teresa Pappalardo, en 1.994 se grabó en forma de cassette el Volumen 6 del Alero Quichua Santiagueño, también durante la gestión presidencial de Don Carlos Maldonado. 

Tiempo después, el anuncio de que debíamos organizar un congreso internacional de la lengua quichua, en el que (entendíamos) se acabaría con la signografía del Profesor Domingo Bravo, se produjeron fuertes roces entre dos grupos de opinión opuesta formados en el seno del Alero. Don Carlos Maldonado, férreo defensor de la propuesta de Don Sixto Palavecino, salió de la Presidencia de la Comisión Directiva en la primera Asamblea posterior a los primeros desencuentros internos. En todo momento, tanto como Presidente de la Comisión o como simple socio, Don Maldonado procuraba que en el Alero Quichua hubiese paz y armonía; para ello, procuraba terciar en los conflictos y buscar una solución. Finalmente, el Congreso Internacional de la Lengua Quichua realizado en Octubre de 2.000 en la Universidad Nacional de Santiago del Estero, acabó dividiendo a los quichuistas en general y por un largo tiempo a nuestro Alero también. 

Para entonces, Don Carlos Maldonado había enfermado y falleció el 5 de Septiembre de ese año (2.000), sin llegar a ver el Congreso por el cual había luchado. Este hombre sencillo, humilde, respetuoso, muy inteligente y cargado de buena voluntad para todo lo que beneficiase al prójimo y a los quichuistas en especial, ha dejado muy buenos recuerdos en quienes lo conocimos. 

De vez en cuando lo evocamos casi sin darnos cuenta, cuando entre quienes hemos conocido a Don Carlos Maldonado y su obra Casarácoj, usamos expresiones como “¡Escuchá po, Quishula!” 

03 de Septiembre de 2.013.

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